Los gustos culturales señalan una vuelta a los viejos géneros en arte, en pensamiento y en novela
El fin de siglo cultural será puro, nostálgico y figurativo
La vuelta a las ciencias y a las artes puras parece ser la característica que condiciona los gustos que se apuntan en estos años que anteceden al fin de siglo. La narración en literatura, la metafísica descarada en filosofía, la biología como ciencia protagonista, la nueva figuración como exponente del gusto por la pintura, el cine de contar a la manera de los clásicos del Hollywood dorado, son algunos de los síntomas que han visto una especial galerista de arte, María Corral, y tres jóvenes filósofos muy preocupados por la actualidad cultural, Eugenio Trías, Fernando Savater y Xavier Rubert de Ventós.
Los hombres del fin de siglo están ahora en su tercera o cuarta década en el momento en que acceden a una madurez amenazada por los números que señalan el paso del tiempo y las ilusiones que se perdieron, ¡ay!, para siempre. Como todos los fines de síglo, y más cuando, como en este caso, es también fin de milenio, emerge una generación decadente, clasicista, que no alienta esas ilusiones revolucionarias del medio siglo, sino que busca, parece, refugio resignado en artes y ciencias especulativas, pero dotadas con la consistencia de una tradición metodológica. Rubert de Ventós habla de la vuelta a las ciencias duras o, mejor, de la desaparición del interés por las ciencias blandas, y Eugenio Trías prefiere decir que, "aunque nada podrá ser igual, los filósofos queremos volver sin vergüenza a la filosofía pura".
Vaivenes
Ese "nada podrá ser igual" pone una nota de nostalgia irremediable, componente fundamental de esta nueva sensibilidad finisecular. Otras décadas del siglo, con un vaivén pendular, permitieron surgir ese fenómeno recurrente que era la actitud vanguardista, es decir, el deseo de forzar los materiales con los que se trabaja particularmente en arte, y la puesta por delante de la novedad sobre cualquier otro criterio. Además, esa actitud se relacionaba con el planteamiento de otro tour de force: el de cambiar el mundo y la vida. Es decir, el deseo de hacer la revolución. Ahora, no, ahora, en materia de revoluciones, prima el desencanto, al menos en Europa, y en materia de cultura, la tradición, aunque nada podrá ser igual.
Y no podrá ser igual porque, como bien dice Eugenio Trías, la crítica de la filosofía, como la crítica de las artes, ya está hecha.
Los primeros setenta, fruto de la no tan existente década prodigiosa, fueron el filón del ensayo multidisciplinar, el descubrimiento de lo intertemático, de esos libros a caballo entre la psicología, la lingüística y el psicoanálisis. La época de las aplicaciones de unas ciencias a otras, de la invención de nuevos enfoques, consecuencia sin duda de la demolición de los anteriores, que era constatada ya definitivarriente. Ahora, dice Trías, los filósofos quisieran construir sistemas. Pero ya los filósofos mismos se han encargado de demostrar su imposibilidad o su irrelevancia, al tiempo que el cansancio y la desesperanza han arrumbado también la otra posibilidad: la de hacer filosofia, lógica, sociología, etcétera. La salida, apunta Trías, está en el estudio del pasado: por eso los jóvenes filósofos españoles escriben ahora monografias sobre Kant o sobre Platón, sobre Schopenhaucr o sobre Nietzsche. Un pretexto todavía para la especulación pura.
"En pintura", dice María Corral, "lo que se ha acabado es el interés por las performances, por el vídeo, por el body art, por ejemplo". Es lo mismo decir que por aquellos límites de la propia pintura, que era exactamente lo que más interesaba a la última vanguardia. "Estamos ante un renacer absoluto de la pintura". Y esto supone una vuelta a la In clusión de la figura no realista, pero Figura al Fin. "En Alemania", dice María Corral, "surge un neoexpresionismo al tiempo que en Estados Unidos lo que hay es esos realismos a veces metafísicos...". También en pintura no se podrá pintar así de fácil: el abstracto ha ocurrido ya. "Y quizá por primera vez los figurativos no desprecien el abstracto, como hicieron los hiperrealistas, sino que lo asimilan y lo usan en el tratamiento de sus técnicas ... Hay", sigue María Corral, "un gusto renovado por la pincelada y un renacimiento del color, que ya no es el color plano, sitio un color trabajado". Y chillón: profusión de amarillos y rojos, de azules, pero sobre todo amarillos. "Lo que no hay ya son las vanguardias", termina.
Tampoco las hay, por fin, en literatura y en cine. Fernando Savater ha sido uno de los primeros en captar la nueva sensibilidad, en detectar la situación del escritor -o del director de cine- o la perplejidad del lector-espectador. Y lo ha hecho hablando de sus propios gustos, de sus proplos placeres y apelando a las secretas complicidades de los lectores. Metodológicamente, Savater propone la oposición matizada entre narración y novela, entendiendo para la primera el gusto de contar historias, nada distinto, por otra parte, de ese gusto de pintar o del de filosofar del que se hablaba más arriba. Claro que las consecuencias en literatura son duras, igual que en las otras disciplinas. De hecho, se ha abierto la veda de la literatura vanguardista, en el sentido de aquella que lleva al límite la función expresiva del lenguaje. Y también la del cine de arte, en el mismo sentido. Se vuelve en cine al Hollywood prodigioso, al gran cine americano, al que fue a desembocar el europeo, y sobre todo el alemán, en los años veinte y treinta, para hacer grandes películas que cuenten historias verdaderas.
Ya nada podrá ser igual. Las enormes películas de hoy están sembradas de recordatorios, guiños y referencias. La literatura de hoy, aunque los escritores se empeñen en narrar y los editores en publicar narración de siempre, tiene que contar con la literatura-lenguaje que fue. Y al fondo queda una pregunta a la mala conciencia, tal como la formula María Corral: "Acaso todo esto no sea tan verdad. Acaso mucho de ello sea aparato comercial".
Babelia
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