Italia, firme defensora de la ampliación
Fue aquí, en Roma, donde hace hoy veinticinco años se firmó el tratado que instituyó la Comunidad Económica Europea. El acto solemne tuvo lugar en la sala de los Horacios y Curiacios del Capitolio. Allí quedaron, como recuerdo histórico mientras sonaban las campanas de Roma, las firmas de dos primeros ministros: el italiano Segni y el alemán Adenauer, y de cuatro ministros de Asuntos Exteriores: el francés Pineau, el belga Spaak, el holandés Luns y el luxemburgués Bech.Han sido veinticinco años de historia densa para este país que hoy reconoce sin distinción de color político que la elección occidental y europea hecha por el gran estadista Alcide de Gasperi no fue un error. De hecho, Italia ha vivido en estos veinticinco años su mayor esplendor económico y político de los últimos tiempos. Nunca hubo aquí tanto bienestar ni tanta democracia.
Ahora hay quien dice que en las bodas de plata de aquella firma habría que hablar más bien de sus funerales, porque aquel acuerdo ha llegado a su ocaso, como escribía ayer Corriere della Sera. Se critica la política demasiado individualista hecha por cada uno de los diez países de la Comunidad. Y se recuerda la actual guerra de Italia con Francia por el problema del vino, el olvido en que la Comunidad tiene a los pueblos del sur, y la crisis de la moneda, incapaz de defenderse ante el dólar.
Pero lo que, al mismo tiempo, nadie pone en tela de juicio es que la vocación europea que en Italia nació de aquella firma ha sido positiva, real y sentida por el pueblo. Hoy Italia es europea de verdad y todas las fuerzas políticas, desde los comunistas hasta los neofascistas de Almirante, apoyan hoy el ingreso d e España en la CEE. Y lo apoyan sinceramente, se lo dijeron aquí al rey Juan Carlos.
Y es que consideran que la integración en Europa es hoy el modo mejor para crear esa tercera fuerza política y económica capaz de hacer de cojín entre las dos superpotencias. En este sentido se podría decir que el interés de Italia por resucitar y dar mayor fuerza a la vocación integracionista europea es más fuerte en el campo político que en el económico.
Y se prefiere hablar de una nueva etapa, de un crecimiento de la comunidad ampliada a España, que de sus exequias.
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