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Sobre el diagnóstico del doctor Vega Díaz

En un artículo publicado en estas páginas, el doctor Vega Díaz comentaba la cena-ceremonia de entrega de los premios Espejo de España, y destacaba la ausencia en ese acto de un representante de la familia Calvo Sotelo, puesto que entre los libros finalistas -y después ganador- se encontraba el escrito por Luis Romero sobre la muerte de José Calvo Sotelo. Joaquín Calvo Sotelo -hermano del político asesinado- replica aquí con firmeza al autor de aquel escrito.

El doctor Vega Díaz, en su artículo Ian Gibson, desvelador de la historia incurre en algunos errores de apreciación que justifican el mío. El mismo lo explica: "Viene este artículo a cuenta", dice, "de que durante el acto de la presentación del libro de aquél no estuvo presente, que yo sepa, ningún miembro de la familia Calvo Sotelo". Es verdad: por lo menos, en el núcleo de aquélla con el que yo guardo más estrecho contacto, nadie asistió a esa bautismal ceremonia. Tengo entendido que nadie había sido invitado. Yo, desde luego, sí lo fui -raro es el día en que no me llega alguna invitación de ese estilo, lo cual demuestra la actividad editorial de nuestro país-, y declaro paladinamente haberme propuesto, desde ese mismo instante, olvidar la convocatoria.Varias razones abonaban mi actitud, pero una esencial: mi repugnancia a las autopsias. Debo añadir -y acaso este extremo a un hombre inevitablemente insensibilizado por razones profesionales, con la muerte, le produzca extrañeza- que todavía la acaecida aquella siniestra noche del 13 de julio -de "desaguisado" la califica, con notorio mal gusto, Vega Díaz- me descompone. No en vano marcó un jalón en mi vida y no en vano fue, sin duda, uno de los más horrendos crímenes de nuestra historia, desencadenante del dolor de media España y del júbilo de la otra media. Desde luego, las varias informaciones orales y escritas sobre él me han causado siempre auténtico malestar, algo emparentado con la náusea. Distaba mucho, por tanto, de tener atractivo para mí el acto, y por eso no se me pasó por- las mientes presenciarlo. Vega Díaz se permite la osada hipótesis de suponer que si ningún Calvo Sotelo estuvo allí es porque los Calvo Sotelo guardan intactos su rencor y su hostilidad a los principios que rigen hoy día la vida de nuestro país. Es asombroso que no señale, al menos, la excepción del actual presidente del Gobierno y, si no tan asombroso por ser menos notorio, es para mí igualmente hiriente, ligado desde siempre a la ideología monárquica, que me considere envuelto en sus despectivos juicios.

Frase gratuita

La frase de Vega Díaz "Los Calvo Sotelo no admiten la tolerancia ni la convivencia, ni la unión de una España mejor, sin odios y con verdades", es absolutamente gratuita, irresponsable y ofensiva. Insinúa también, peregrinamente, que otra de las causas de esa ausencia ha sido la de resistirnos a que se despoje a José Calvo Sotelo de su aureola de protomártir -es su parecer-, en peligro tras las indagaciones de Gibson. Esa palabra está compuesta de dos, la inicial, de origen griego, que equivale a primacía, y la de mártir -persona, según el diccionario, que padece o muere en defensa de otras creencias, convicciones o causas.

Criptográficamente, pasa después Vega Díaz, a referirse a "una dama cuyo candor e inocencia, lindante con la santidad", subraya, que veía a Casares Quiroga como promotor del crimen y a dos familiares, "descendientes del asesinado, que merecen sincera simpatía y auténtica admiración: los dos están dando muestras, por caminos distintos, de un claro espíritu conciliador y democrático, y ambos, por donde quiera que van, exponen gratas trayectorias de convivencia". Esas ambiguas alusiones contrastan con el dibujo ad nomine de Casares Quiroga, al que llama "buenazo, enfermo, infeliz y despistado". En lo de enfermo, Vega Díaz, seguramente, diagnostica con certeza: ése es, al menos, su deber profesional. Permítame que discrepe de sus otros adjetivos. Infeliz, despistado, buenazo... Sobre todo, buenazo... Quizá como esposo o como padre... En su vida pública... A la memoria me viene el cuento del paisano gallego que aceptaba sin protesta que los franceses llamasen al pan, pain, y al vino, vin, pero al que sublevaba que al queixo le llamasen fromage. Yo recuerdo el sarcasmo con que Casares Quiroga describía Villa Cisneros a donde deportaría, a bordo del España 5, en condiciones infrahumanas, a algunos de los implicados en el golpe del 10 de agosto. "Sí", decía a los periodistas, "es un lugar magnífico. Hay tierra primero y luego más tierra, hay siempre tierra...'". Yo recuerdo el relámpago de odio que cruzó su mirada cuando, en el Congreso, pronunció esta frase terrible: "... De cualquier cosa que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, yo haré responsable ante el país a su señoría", remachada, para que no hubiese duda, con esta otra: Si algo pudiera ocurrir, su señoría será el responsable, con toda responsabilidad". El buenazo de Casares Quiroga, según testimonio que aporta el propio autor del libro comentado, cuando supo la noticia del asesinato, dijo, por toda oración fúnebre: "¡Qué barbaridad! En menudo lío nos han metido".

No, yo no fui a la presentación del libro porque algo intuía que su inevitable y displaciente lectura a posterior¡ me ha corroborado. En él se pondera la "insolencia" de las intervenciones parlamentarias de Calvo Sotelo y en uno de sus innecesarios apéndices se reproduce, con cierta fruición, el relato del crimen -tal y como lo cuenta un Manuel Benavides-, del que elijo este párrafo. "El ex ministro de la dictadura se había destacado en la preparación de la mayoría de los crímenes consumados después de las elecciones de febrero. Fue él quien señaló a las pistolas fascistas el blanco de los oficiales leales que impidieron a los manifestantesde] entierro de] alférez Reyes llegar hasta el Congreso y apoderarse por sorpresa del Parlamento. Fue él quien dirigió los ataqlies contra los vendedores de] Mundo Obrero, y en su cabeza podrida se fraguó el asesinato de los niños de las barriadas obreras por medio de caramelos envenenados. Fue eI quien organizó los tumultos del 14 de abril y de] 2 de mayo. Fue él quien dirigió las balas que mataron a Faraudo, y él era quien trataba de suscitar la rebeldía de la Guardia Civil con la muerte de varios de sus individuos". Y este otro: "El jefe civil de la insurrección fascista mostraba su figura corpulenta, grasienta y pesada con torva expresión en su rostro blanco de alumno de frailes que, en el transcurso de cinco meses, había organizado y mandado perpetuar más de cien asesinatos". El tono de] libro -rico en datos- no es ése, claro que no. Pero acaso alguien algún día analice a fondo su sectarismo, su maniqueísmo, sus errores y sus lagunas.

Al doctor Vega Díaz le sorprende mucho que ningún Calvo Sotelo estuviera esa tarde en el Club Internacional de Prensa para aplaudir y felicitar a Gibson por la delicada exhumación de esos textos. Bien. Cada uno administra sus sentimientos a su manera. Yo creo haber hecho adecuado uso de los míos, absteniéndome de participar en ese sanedrín editorial. El arco iris de nuestra familia es muy ancho de sorprendería si yo le dijese cuáles son sus distancias extremas-, pero lo que no se da en ninguno de sus miembros es la vocación para soportar masoquistamente los exabruptos de nadie.

Joaquín Calvo Sotelo es académico de la Lengua.

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