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Reportaje:

La absoluta autonomía económica, característica esencial del sistema universitario británico

Andrés Ortega

Iniciamos hoy una serie de reportajes sobre el funcionamiento de las universidades de los principales países occidentales, que puede contribuir a ilustrar el actual debate sobre el proyecto de ley orgánica de autonomía universitaria. El primero de ellos trata sobre las universidades británicas, que disfrutan de una autonomía económica absoluta. Las universidades españolas, que tienen el rango teórico de organismos autónomos, sólo gestionan autónomamente el 5% de sus presupuestos. Quienes tienen la responsabilidad de esta gestión aseguran que el actual proyecto de ley no avanza un solo paso, puesto que las universidades continuarán prácticamente con la misma organización económica.

Hasta el momento, la autonomía de las universidades británicas respecto al Estado o al Gobierno es prácticamente total, a pesar de que, en gran parte, estas instituciones vengan financiadas con fondos públicos. El Gobierno no dispone de mecanismos directos para controlar a las universidades, aunque esta libertad, con la cual los niveles de la enseñanza superior se han mantenido altos, se ve ahora amenazada por los recortes presupuestarios del Gobierno de Margaret Thatcher.Una vez que un centro educativo logra el estatuto de universidad, por decreto real o por ley, goza a partir de entonces de total libertad para organizarse. El Gobierno entrega una suma total para estas universidades al llamado Comité de Subvenciones a la Universidad (PGC), formado por destacadas personalidades del mundo académico y económico, que sólo tienen que dar cuenta al Ministerio de Educación y Ciencia.

El UGC distribuye a su vez este dinero entre las diversas universidades de nuevo como cantidades en bloque, que se verán completadas por el ingreso de las matrículas. Son las universidades las que luego deciden el destino de estos fondos. «Nadie condiciona el que yo use este dinero para pagar a profesores, pintar edificios, comprar coches o mejorar la biblioteca», declaró a EL PAIS Ralph Dahrendorf, ex, miembro de la Comisión de la CEE y en la actualidad director de la London School of Economics.

En principio, la universidad y los propios colleges que de ella dependen tienen la libertad de establecer sus propios programas y otorgar sus títulos. El único requisito es que en los exámenes finales figure, junto al representante oficial de la universidad, un examinador externo de otra universidad. La selección de los estudiantes es asimismo, decidida por la propia universidad, sin ninguna clase de injerencia estatal.

Seis personas para todas las universidades

«Hay sólo seis personas en el Ministerio de Educación y Ciencia para tratar con 46 universidades, y se dedican sólo a las cuestiones técnicas, no a los programas», declaró Dahrendorf. «En el Reino Unido, los programas son competencia exclusiva de las universidades. Además ni los doctores ni los médicos, por ejemplo, son admitidos por el Estado. Esta función la cumplen los gremios profesionales».Los nuevos cursos y títulos, como el recién creado de master en usos del mar, de la Universidad de Londres, son siempre iniciativas de profesores que se debaten en comités internos. «Por supuesto», explica Dahrendorf, «las universidades no viven en el vacío: son sensibles a lo que pasa a su alrededor. Pero la autonomía significa también que las universidades no son esclavas del mundo que les rodea».

Antiguamente, el UGC distribuía sus subvenciones, teniendo en cuenta el número y tipo de estudiantes, en planes quinquenales, para que las universidades pudieran organizarse mejor; pero desde mediados de la década de los setenta esta práctica se abandonó en favor de una planificación anual.

Universidades de los setenta

En 1945 había diecisiete universidades en el reino; en la actualidad existen 46. Muchas de ellas creadas en los años sesenta bajo la inspiración de lord Robbins, que quería crear 350.000 puestos universitarios para 1981. Las dificultades económicas, sin embargo, han sido decisivas, y hoy día hay 265.000 estudiantes en las universidades británicas y el Gobierno quiere reducir este número en un 88% para 1985, con unos recortes presupuestarios en este campo de un 15% en los últimos tres años y con la amenaza de reducir el número de profesores de universidad de 24.000 a 20.000, tras la llegada de sir Keith Joseph -uno de los inspiradores de la política monetarista de Margaret Thatcher- al Ministerio de Educación.Aunque en principio el Gobierno no puede intervenir en los quehaceres universitarios, está intentando lograr sus propósitos a través del UGC. Este comité se ha visto obligado a presionar sobre las universidades, pidiéndoles la racionalización de algunos departamentos, como los de arte, historia, lenguas, letras y algunas ramas de medicina. Si el UGC se formó en un principio para defender la independencia de las universidades frente a los vaivenes de la política, ahora se ve sometido a toda clase de críticas por arriba y por abajo. No existe un mecanismo formal para la intervención del Gobierno en las universidades. El UGC nunca había tenido que hacer este papel de interventor, acostumbrado más bien a dar que a quitar. El Gobierno está estudiando nuevos modos de organizar -es decir, controlar- las universidades británicas a nivel nacional.

«El UGC podría decir al fijar su subvención que ha dado por supuesto que aumentará el número de ingenieros y disminuirá el número de economistas», señala Dahrendorf`, «pero no puede forzar a la universidad a cumplir está previsión. La universidad está aún libre para hacer lo propuesto. Es uno de los ejemplos de lo que yo llamaría libertad (liberty) de la actitud tradicional británica hacia las instituciones».

Los recortes presupuestarios afectan, sobre todo, a las nuevas universidades. Los centros tradicionales, como Oxford, Cambridge o Londres, sobreviven mejor. Tienen sus propias inversiones, de las que sacan dividendos. Así, la Universidad de Oxford es propietaria de grandes edificios en Londres, que alquila a otras instituciones, como, por ejemplo, la London School of Economics.

Aumento de tasas

En tres años, los recortes han venido a echar por tierra muchos idealismos, y la Universidad de Sussex, la más brillante de las creadas en los años sesenta, ha perdido su optimismo original. Conviene recordar que las universidades británicas se nutren también de los ingresos proporcionados por las tasas que pagan los estudiantes. En una gran mayoría de los casos son los propios ayuntamientos los que conceden becas a los universitarios para pagar sus matrículas y subsistir durante el año académico, si bien estas cantidades varían, dependiendo de los ingresos y situación familiar de cada estudiante. Las tasas han aumentado espectacularmente en tres años, especialmente para los estudiantes. provenientes de países de fuera de la Comunidad ,Europea, que vienen a pagar entre medio y un millón de pesetas al año, sin contar los costes de la manutención.Es preciso señalar, al hablar del sistema universitario británico, qué son los centros educativos los que nombran, y contratan a los que no forman, pues, un cuerpo de funcionarios como en otros países europeos. El Estado de nuevo no interviene en este campo. Muchos de los profesores logran un contrato permanente tras tres años de enseñanza.

Centros politécnicos

Las llamadas politécnicas forman un sistema de enseñanza superior totalmente separado y no gozan del mismo grado de autonomía que las universidades. Las politécnicas son financiadas en parte por el Gobierno y en parte por las autoridades locales (los ayuntamientos normalmente) de los lugares donde le ubican. Tienen una organización similar a la que rige en la educación escolar pública, y que se ha venido a definir como «sistema nacional administrado a nivel local». Los cuerpos políticos a nivel local pueden tomar decisiones que les afectan.Las politécnicas pueden conceder títulos una vez que han sido aprobados por el Consejo para Diplomas Académicos Nacionales, que controla el nivel de enseñanza en estas instituciones, y cuya función primordial consiste en responder a las necesidades de la industria y otros campos de desarrollo profesional. Son, pues, centros de enseñanza más que de investigación, si bien esta última actividad se desarrolla a menudo con fondos de las industrias locales.

Una vez aprobado el titulo y el nivel por el citado consejo, una politécnica goza de cierta libertad para llenar sus programas de enseñanza, que cubren un amplio abanico de materias, con un nivel similar al de las universidades. Desde 1966 se crearon en el Reino Unido 45 politécnicas, que albergan en la actualidad a más de 200.000 estudiantes.

A pesar de la crisis y de los intentos del Gobierno de doblegar las universidades a sus deseos, éstas, con mejor o peor fortuna, están capeando el temporal, resguardando su sentido de la libertad. En el Reino Unido, las universidades no dependen del Estado, aunque sean financiadas por él. Pero la autonomía financiera sigue aún siendo elevada, y «doy por supuesta la autonomía académica», señaló Dahrendorf.

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