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El último montaje de Boadella se estrenará en Madrid en marzo

Anteanoche tuvo efecto en el Centro de Arte Dramático de la Generalidad de Cataluña el estreno en Barcelona del último montaje de Els Joglars, Olympic man movement, dirigido por Albert Boadella. La obra fue estrenada en Alicante el 6 de diciembre del pasado año. Posteriormente fue representada en Palma de Mallorca, en Toulon y en el centro Georges Pompidou de París. Hasta el 14 de marzo estará en escena en Barcelona. A continuación, en fecha aún imprecisa del mes de marzo, será presentada en Madrid, en el teatro Olimpia. En mayo Olympic man movement será puesta en escena en Estados Unidos (Nueva York, Washington y Baltimore).Se trata de una descripción muy ideologizada de un grupo fascista, ya que toda la obra se presenta como un mítn de propaganda de un grupo de ultraderecha. Se pone de relieve de forma especial el deporte, la virilidad y la femeneidad sublimadas hasta el homosexualismo, el amor a la naturaleza, la pasión por la violencia y el maquinismo. El fascismo que aparece en escena no se corresponde con el que se da en nuestra sociedad. No hay, críticas al militarismo, no se pone en relación esta ideología con la estructura económica, ni tampoco aparecen los afanes de opresión de minorias nacionales o étnicas. El fascismo elegido por Boadella posee, en contradicción con el real, una gran capacidad para asumir reivindicaciones que originariamente son propios de la izquierda.

La labor de los siete actores es impecable pese a las enormes dificultades con las que debe enfrentarse. Lo mismo puede decirse de la coreografía y del uso de una gran pantalla de video. Esta última desempeña un papel muy importante sin que sustraiga importancia a los actores.

Las críticas posibles podían provenir de la ausencia de libreto, tradicional en Els Joglars en un montaje en el que la primacía de lo ideológico es evidente. Esta ausencia permite formular críticas en cuanto al contenido de la obra pero no a la calidad formal de su representación. El montaje carece de moraleja, de una formulación crítica formal, pese a que obviamente el resultado de la exposición de una determinada realidad no pueda dar otro mensaje que no sea el de un feroz antifascismo, en este caso lleno de nihilismo o, si se prefiere, de pensamiento libertario.

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