La obra del escultor Mauro Muriedas,entre el arte y la etnología
La biografía del escultor Mauro Muriedas, que actualmente expone su obra en Santander es la de un español de este tiempo que ha partido de las dificultades del pasado para convertir su trabajo creador en un ejemplo de imaginación. Sus maestros han sido los grandes escultores contemporáneos y su material ha sido la madera. Con esa enseñanza y con ese elemento natural ha mezclado su experiencia humana, que se resume pronto pero que ha sido riquísima, y ha ofrecido como resultado una exposición de patetismo singular en la que destaca, por encima de todo, la intuición del artista, que hace una obra válida tanto para su tierra como para todo el mundo. La importancia de esta exposición hace lamentar que fuera de Cantabria apenas se conozca nada de este singular maestro de la madera.
Dentro del programa de actividades culturales de invierno, la Fundación Santillana, que tiene su sede en la torre de Don Borja, en Santillana del Mar, presenta este mes una espléndida exposición de un escultor cántabro injustamente desconocido fuera de Santander, bajo el ambicioso título Etnología cántabra en la obra de Mauro Muriedas, en torno a la cual se han programado otros hechos culturales: actuación coral, conferencias, etcétera.La biografía de Mauro Muriedas se resume pronto. Nace en Barcenilla de Piélagos, aldea rural perteneciente al municipio de Piélagos, en 1908. Mayor de cinco hermanos, en una familia que vive del modesto trabajo del padre, de oficio carromatero, sufre pronto la pérdida de la madre y se ve obligado a trabajar en los más duros oficios: vaquero, albañil, carpintero, minero... De su padre aprende a trabajar la madera, en cuyo material realiza su primera obra: un pasiego "de tamaño natural". Su participación en las exposiciones locales llama la atención de público y crítica. Consigue una beca de la Diputación local para estudiar en Madrid en la Escuela de Bellas Artes, donde conoce a Benlliure, Victorio Macho y Vázquez, Díaz... Posteriormente recibe otra nueva beca para estudiar en el extranjero, que no llega a disfrutar porque la guerra civil corta de tajo sus ilusiones cuando le sorprende participando en la Olimpiada Popular de Barcelona. De aquí vuelve a Santander, donde se enrola en el Ejército republicano. A la entrada de los nacionales, su empresa es militarizada. Mauro es objeto de una denuncia, que le hará pasar seis meses en el calabozo de Villarrobledo.
Al finalizar la guerra comienza a trabajar como peón en la mina de Reocín; trabajo que habría de desempeñar hasta su jubilación, en 1975. En consecuencia, toda su obra artística está hecha robándole horas a la familia y al descanso, en los pocos altos que le permite su dura profesión, y refleja fielmente el sentir de las clases trabajadoras, el desaliento de los explotados, la indefensión de los humillados por el trabajo rudo y poco gratificante.
Mauro Muriedas únicamente cree en lo que ve; lo cual refleja en su obra con singular patetismo, repartiendo su temática entre el labrador, el pescador y el minero. Sin embargo, aunque se inspira en lo local y en lo temporal, nunca cae en el feo vício del costumbrismo, porque es una conciencia crítica. Precisamente por ello huye de reflejar a su pueblo en aires de fiesta, para reflejarlo atormentado por la obligación de sobrevivir.
El ser aislado
Lo que pasma de este escultor -con una base educativa tan primaria- es su intuición. Lejos de plasmar en su obra atuendos, lo que hace es plasmar sentimientos. Y los sentimientos son el hombre. Y el hombre es universal. De aquí que pueda decirse que aun inspirándose en lo local y lo temporal, Mauro Muriedas hace un arte válido para los hombres de cualquier lugar y tiempo. Y arte además en el que participa como protagonista y como testigo. Como protagonista, se retrata en cada una de las obras en que, como testigo , retrata los hechos del espacio temporal que le ha tocado vivir. Tal es asi, que ver una escultura suya es verle a él, tanto como -verle a él es ver una de sus esculturas. Un simple vistazo a su producción revela que en ella se da el ser aislado y, a lo más, en parejas.Y es curioso comprobar que cuando el escultor labra una pareja, los componentes de ésta muestran idéntica expresión, tal que sí entre el uno y el otro actuaran bajo la madera unos vasos comunicantes que les infundieran el mismo hálito, de vida, la misma impresión ante la realidad.
Su realismo -posible influencia de Solana, a quien conoció y quien le alentó- roza a veces lo surreal, porque nada nos parece más surreal que lo real desnudo. Así, cuando Mauro Muriedas trata un tema divino lo hace con ojos terrenales. Su Cristo (Cristo de Mauro) no es una entelequia, ni una abstracción, ni siquiera una idealización de un hecho histórico; su Cristo es un hombre a quien el hombre ha puesto una cruz. Su Cristo no es aquel crucificado: es el crucificado de cada día, el hombre crucificado por el hombre.
En cuanto a su técnica, ésta es elementalísima: con martillo y gubia trabaja sobre tronco de madera de castaño o nogal, la cual va pacientemente rebajando en tantas sesiones que a veces puede estar meses haciendo una obra. Si en el curso del trabajo Mauro Muriedas se encuentra con una veta de color apropiada al fin que persigue, de inmediato la incorpora a la obra como parte esencial de la misma. Este ir respondiendo a los requerimientos de la materia es lo que un día, hablando de su escultura, denominé ir a la expresión por la materia. Muriedas es, ciertamente, un expresionista matérico.
Basta un simple vistazo a su obra para ver que el artista no quiere encubrir los surcos de la gubia; los deja visibles porque cuadran fielmente al fin perseguido. Estos surcos son como su tarjeta de identidad. Son el signo distintivo de estas esculturas. Son arte sobre el arte. Son lo que distingue la obra de este escultor de la de cualquier otro.
El resultado son unas obras directas, espontáneas, recias, expresivas, que desde su esencia nos llaman y, tras penetrar en nosotros, se quedan dentro, habitándonos. Porque esas obras somos nosotros. Tanto como nosotros somos ellas.
Babelia
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