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Una experiencia pedagógica de la República

La creación de una Universidad de Verano en Santander, de carácter internacional y como nexo de unión de las universidades de invierno, fue una de las experiencias pedagógicas más originales de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza y, por extensión, de la Segunda República Española.Fernando de los Ríos, como ministro de Instrucción Pública, y Pedro Salinas como punta de lanza de los intelectuales que la arroparon con cariño, se dan cuenta, ya entonces, de la "creciente acumulación de alumnos en la universidades modernas", con su secuela pedagógica, y quieren ofrecer a los docentes un centro para el reposo intelectual, para Ia reflexión y para el intercambio de ideas entre los hombres de las distintas universidades de España o del extranjero. Además, pretenden que los alumnos, lejos de las preocupaciones de los exámenes y las calificaciones, tengan mayores oportunidades de convivencia con los profesores, para la conquista de esa formación integral tan querida por Giner de los Ríos.

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Que la idea cuajó se deduce del éxito y de las polémicas que provocó en los años siguientes. Lo cierto es que, antes de que la guerra civil de 1936 truncara la programación de aquel verano, en pleno desarrollo, -Salinas, Guillén y tantos otros iniciaron el camino del exilio desde la bahía santanderina-, por la Universidad Internacional pasaron desde Ortega, Zubiri, Marañón o Menéndez Pidal (el primer rector de la Magdalena), hasta intelectuales y científicos extranjeros de la talla de Maritain, Bataillon o Pittard.

La guerra rompió esa trayectoria y cuando en 1945 el ministro Ibañez Martín recrea la Universidad Internacional lo hace ya con el adjetivo de Menéndez Pelayo, a la sazón bandera ideológica predilecta del reaccionarismo nacional. Sin embargo, hay que hacer justicia a alguno de los rectores de esta segunda época, como Francisco Yndurain, que en los años 60 iniciaron la pluralidad intelectual que el nuevo equipo llevó a la práctica en los dos últimos cursos.

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