Defensa de la amistad
Es cada vez más frecuente que los actores quieran escribir, dirigir e interpretar sus propias películas. Es el caso ahora de Alan Alda, a quien se puede recordar por su admirable interpretación en La casa de cristal, del desaparecido Tom Gries.Con la película que ahora nos ofrece como autor, Alda ha sabido combinar con inteligencia los tres elementos de su labor, de forma que pueda atenderlos con eficacia; en este sentido, el personaje que interpreta, aun siendo prácticamente el protagonista, se diluye en el aspecto coral de la historia.
No ha pretendido, por otra parte, que ésta tenga más ambiciones que la que una primera película pretende soportar para quien, como él, no está sobrado de talento en el campo de la escritura y la dirección.
Las cuatro estaciones
Guión y dirección: Alan AIda. Productor: Martin Bregman. Música: Vivaldi. - Fotografía: Víctor J. Kemper. Intérpretes: Alan Alda, Carol Burnett, Len Cariou, Rita Moreno, Sanny Dennis. Norteamericana, 1981. Comedia. Local de estreno: Avenida.
Es, pues, Las cuatro estaciones una obra que no se avergüenza de su condición de menor, queriendo simplemente encontrar en esos límites la mayor cantidad de aciertos posibles.
En el resultado final hay, evidentemente, algunos. Sin embargo, es tan corto el proyecto que no son suficientes para considerarlo en términos que superen la simple simpatía.
Simpático amor-odio.
Simpáticos son esos tres matrimonios que se reúnen en todas sus vacaciones, que se quieren y se odian de forma intermitente, que ocultan y divulgan sus represiones, que mantienen con ingenuidad y superan como pueden sus crisis y monotonías.Simpáticas son las situaciones en las que se encuentran, tan pretendidamente cotidianas, tan desprovistas de complicaciones significativas. Simpática y simple, en fin, la apasionada defensa de la amistad que Alan Alda quiere transmitir en su película.
Otra cosa es que su visión del amoroso mundo de los amigos nos produzca emociones de algún tipo; quizá, sí, alguna sonrisa aislada. Pero poco más.
Una crónica de lo cotidiano necesita de alguna interpretación para conmover al espectador; el simple reflejo no es crítico aunque no resulte fácil su realización. De esta ausencia de intenciones adolece el primer trabajo tras la cámara de Alan Alda; su crónica es tan coja como entrañable.
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