A un año del pronunciamiento popular contra la dictadura en Uruguay
El 30 de noviembre de 1980, el pueblo uruguayo protagonizó una memorable jornada histórica. Ese día, a nueve años de las últimas elecciones realizadas en el país, la dictadura sometía a plebiscito un proyecto de Constitución. Un proyecto antidemocrático, elaborado a espaldas del pueblo, sin participación de ninguna organización política ni social, mediante el cual se pretendía institucionalizar el régimen y asegurar la continuidad de la dictadura.Haciendo honor a sus tradiciones democráticas y por abrumadora mayoría el pueblo uruguayo le dijo no a la tiranía.
El triunfo del no fue un contundente pronunciamiento nacional contra el régimen: contra su modelo económico y contra el despotismo militar. Un gran triunfo de toda la oposición y la expresión de una amplia convergencia de todas las fuerzas democráticas del país.
Fue también un gran triunfo de la solidaridad internacional. Un amplio y creciente espectro de organizaciones políticas y sociales de numerosos países del mundo se habían pronunciado contra ese proyecto, antidemocrático y en solidaridad con el pueblo uruguayo.
No fue un pronunciamiento aislado ni sorprendente. Era la síntesis de una década de heroica resistencia al régimen. Años jalonados por grandes jornadas, como la huelga general de quince días con que la clase trabajadora respondió al golpe de Estado de 1973; la derrota de la dictadura en las elecciones universitarias, las contundentes respuestas de los trabajadores a los reiterados intentos del régimen por crear sindicatos adictos, o las combativas movilizaciones de los estudiantes contra las autoridades fascistas de la enseñanza. Años plenos también de pequeños actos de resistencia, heroicos siempre con el contexto de represión en que se realizan, y que se vuelven gigantescos al multiplicarse por millares.
Años dolorosos
Son años dolorosos para nuestro pueblo, pero que pasarán a la historia con el ejemplo heroico de los miles de compatriotas presos y torturados, que prefieren resistir hasta la muerte sin ser derrotados.
La prisión de decenas de miles de compatriotas (uno de cada cuarenta uruguayos), la tortura sistemática, los secuestros y desapariciones, la muerte por tortura, el crimen político, las ¡legalizaciones, la censura total de Prensa y los ataques a la cultura, no pudieron doblegar a nuestro pueblo, ni ahogar con sangre y sufrimiento sus ansias de libertad y sus convicciones democráticas.
Un año después de ese histórico pronunciamiento, Uruguay vive una situación de crisis generalizada. La base material de esa crisis la constituye la grave situación económica del país.
Los más afectados por la crisis son los trabajadores asalariados, la enorme mayoría del país, que han perdido durante la última década el 50% de sus salarios. Pero la crisis golpea también duramente a las capas medias, a los comerciantes y a los productores del agro y de la industria.
Desde el punto de vista social, la dictadura está totalmente aislada. No cuenta con el apoyo de ninguna organización; los partidos políticos, los sindicatos, el. movimiento estudiantil, la Iglesia católica y las protestantes, expresan su oposición al régimen y exigen un retorno a formas democráticas de Gobierno y el respeto a la voluntad popular expresada en 1980.
La Junta de Oficiales Generales nombró hace tres meses al teniente general Gregorio Alvarez en el cargo de presidente y designó al llamado Consejo de Estado. Ni uno ni otro tienen representación alguna. El pueblo y sus organizaciones no participaron en la decisión.
Las fuerzas armadas y el presidente así designado expresaron su compromiso de iniciar en el país un proceso de restablecimiento de la democracia. Ninguna medida efectiva se ha tomado en ese sentido.
El pueblo uruguayo, como lo dijera José Artigas desde los albores de nuestra independencia política, "ha jurado un odio eterno contra toda forma de tiranía". Sus organizaciones políticas y sociales exigen una amnistía total e irrestricta que incluya la liberación de todos los presos políticos y el levantamiento de las ¡legalizaciones, como forma de iniciar el proceso de pacificación y de concordia nacional; la elección por voto popular de una Asamblea Nacional Constituyente con participación irrestricta de todos los partidos políticos y corrientes de opinión sin exclusión alguna y la adopción de urgentes medidas económicas dirigidas a paliar la grave crisis que vive el país.
Un amplio y poderoso movimiento de solidaridad internacional se desarrolla en apoyo de ese programa de soluciones.
Símbolo de esa campaña es el general Líber Seregni, presidente del Frente Amplio de Uruguay; ciudadano intachable, militar de arraigadas convicciones democráticas, líder de las fuerzas políticas progresistas, el candidato a presidente de la República más votado en Montevideo en 1971. Seregni, prisionero de la dictadura y condenado sin haber cometido delito alguno a catorce años de prisión, con su conducta firme y digna, es ejemplo de la indoblegable y heroica resistencia de nuestro pueblo contra la dictadura. Es el símbolo de la más amplia unidad de todos los uruguayos honestos, de sus convicciones democráticas, de su vocación de justicia y progreso social.
Por su libertad, por la libertad de todos los presos y por la democratización de Uruguay, se movilizan hoy los hombres dignos en un poderoso movimiento internacional.
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