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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Israel: entre la buena fe, la desinformación y el antisemitismo

Que Israel, el Estado de Israel, constituye siempre llamativa nota de atención para la opinión pública española, que es siempre noticia susceptible de recibir llamativo encuadre tipográfico en los periódicos, se ha patentizado una vez más en la información de Prensa dada sobre el recientemente celebrado 292 Congreso del PSOE, en Madrid. De la ponencia internacional aprobada en el congreso -y una ponencia aprobada marca la línea de actuación política del partido entre congreso y congreso-, una sola nota ha merecido el carácter de titular. De una sola cosa de esa ponencia se ha dado cumplida cuan llamativa nota de síntesis informativa: "El PSOE rechaza el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel".

De las otras líneas programáticas que se establecen en la ponencia aprobada, nada en especial ha destacado la Prensa, cual si- carecieran de importancia, como si a la opinión pública no le importare saber qué es lo que piensa el PSOE sobre otros temas.

Una pregunta lacerante

Y que, como decimos, toda la Prensa española centralice, como cabecera tipográfica y punto nodal de información, ese llamativo -cuan inexacto- rechazo al reconocimiento diplomático de Israel, plantea una vez más una sugerente, siempre viva y lacerante pregunta: ¿por qué un país de tres millones de habitantes -menos que Madrid, menos que Barcelona- está siempre en el punto de mira de la atención de los españoles?.Los judíos, la cuestión judía. He aquí un sorprendente avispero de discordias, pasiones, irracionalidades -irracionalidades, justo es reconocerlo, no sólo por parte de los anti, sino en ocasiones también de los pro- que, desde una perspectiva meramente política, cual es la de significarse sobre si Israel sí o Israel no como Estado digno de ser reconocido por España, arroja un curioso balance: la derecha -UCD, el Gobierno- mantiene la línea política de no reconocer a Israel.

Y la izquierda, la oposición -Partido Socialista- mantiene la línea política de no reconocer a Israel. La prolongación de ambos lados del espectro -la extrema derecha de un lado, la extrema izquierda o extraparlamentaria del otro- son igualmente coincidentes: nada con Israel, nada con los judíos.

Curiosamente, tan singular coincidencia dentro de la vida política partidaria española ofrece la misma coincidencia de razones en la derecha y en la izquierda, ya que ambas formaciones esgrimen como primer y fundamental argumento para su negativa a reconocer al Estado de Israel la manida frase de "nuestra tradicional amistad con el pueblo árabe".

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Se comprendería que UCI), cuyos cuadros y figuras nacieron y se hicieron a gusto del poder, en una gran mayoría, bajo el franquismo, continúe mentalizada por la orientación que inmutablemente se trascendió -a lo largo de cuarenta años bajo unos eslóganes hartamente conocidos: como el de "nuestra tradicional amistad con el pueblo árabe".

Pero la izquierda, que aspira a derribar los esquemas y talantes. del antiguo régimen, ¿por qué marca su posición anti-israelí bajo la misma excusa?. Excusa, decimos, además de típica, tópica y estúpida, ya que la España de Franco, recusada por el mundo, hubo de buscarse si no unos aliados sí por lo menos unos interlocutores que no desdeñaran, al menos, la recepción de alguna que otra misión diplomática española que estableciera algún que otro tratado cultural, de amistad formularia o de intercambio de vaya usted a saber qué, de forma que desde el palacio de Santa Cruz se pudiera mantener la ficción de nuestra presencia en el mundo, en un ensayo de crear la ilusión de que España tenía tenía voz.

Y Franco supo encontrar ese respeto a su existencia en el mundo árabe. Le bastó, en 1948, proclamar su identidad con la línea política férreamente adoptada, bélicamente adoptada por los árabes frente a la creación del Estado de Israel, para ganarse su confianza, apoyo y simpatía, en momento en que todo el mundo, el comunista y el libre, reconocía en cascada al recién nacido Estado judío. Porque recuérdese que en la misma noche del 14 de mayo de 1948, al retirarse las tropas británicas de su mandato de Palestina, con intervalo de minutos, la URSS y USA reconocieron de facto y de jure al recién nacido Israel. Unicamente España y Portugal -y sumada Grecia a ellas- no reconocieron al joven Estado del Próximo Oriente. (Diremos, de paso, que de todo el mundo occidental, únicamente España queda en la anómala situación de no reconocer a Israel.

Franco

Claro que a Franco no sólo no le resultaba difícil, sino que formaba parte de su coherencia negarse a reconocer a los supervivientes del holocausto el derecho a constituirse en nación. Al fin y al cabo, el mismo nazismo que sacrificó a millones de judíos era el patrocinador y avalador del caudillo en su rebelión contra el Gobierno de la República. Y un elemental seguimiento de Franco hacia sus eslóganes -recuérdese ese de "la conjura judeo-masónica"- hacía literalmente obligado el alineamiento con quienes se enfrentaban a los judíos.Así se acuñó ese anómalo perviviente tópico de "nuestra tradicional amistad con el pueblo árabe" conformador de una mentalidad: de un esquema, que si resulta normal, coherente, en la derecha española trasfundida en la nostalgia o al menos del no rechazo radical al sistema anterior, incomprensible resulta que- haya sido recogido por la izquierda como basamento de su repudio al Estado judío.

Ocho siglos en guerra

Pienso que la desinformación está en la base causal de ese repudio, por ignorarse que desde que en 1492 finalizó la larga guerra de ocho siglos con los árabes en la Península Ibérica, España únicamente se relacionó con el mundo árabe a través de una porción de él, Marruecos, y siempre en forma de lucha armada o dominación colonial. (Recuérdese la larga guerra colonial de 1909 a 1925).El resto del mundo árabe sencillamente no existía en forma de naciones o Estados organizados, ya que formaba parte del imperio otomano. Fue a la rendición de Turquía, en 1918, en la primera guerra mundial, cuando se crean los Estados árabes que hoy conocemos.... Y mal podía haber mantenido España una relación con aquellas naciones que hasta hace escasamente sesenta años no existían, ya que estaban integradas en lo que fue el imperio otomano.

Y si de esos sesenta años, cuarenta los ocupó en ' nuestra historia el régimen anterior, ¿es necesario explicar con detalle cuándo nació esa "tradicional amistad", por qué, para qué, y la razón de establecer una fabulación semejante, que en misteriosa forma todavía hoy perdura?

Cuando la tradicional amistad árabe saharaui se nos revela únicamente al momento de ametrallar o secuestrar nuestros pesqueros canarios, o la tradicional amistad árabe marroquí se nos aparece en forma de matanza de nuestros soldados en Ifni en 1956 o en la escalada agresiva -felizmente verbal por el momento- hacia Ceuta y Melilla, o la tradicional amistad de los árabes libios y yemeníes del sur se patentiza -al igual que poco antes los árabes argelinos- en la dotación de armas y entrenamiento a los activistas de ETA, o la tradicional amistad árabe palestina orgánicamente integrada en la OLP se hermana con esos mismos activistas en los campos de entrenamiento de Líbano; cuando todo ello ocurre pienso que a la izquierda española se le ha ocultado -o no lo recuerda- que una de las brigadas internacionales que corrieron a defender a la República estaba formada mayoritariamente por judíos americanos: la Brigada Lincoln, que -oh, casualidad- tuvo en las trincheras contrarias como adversarios a árabes marroquíes -los famosos moros de nuestra guerra civil-.

Mongolia por España

Y que carecen de puntual información respecto a que en 1953, cuando la España de Franco instó su ingreso en la ONU patrocinada por EÉ UU y la URSS -ésta, a cambio de su placet a España conseguía que EE UU consintiera el ingreso de Mongolia, patrocinada soviética-, fue Israel la única -mejor dicho, juntamente con México- que se opuso a que la España de Franco hallara su asiento en el foro de las naciones. Y por supuesto, no tenía otra razón el joven Estado para tal oposición que su rechazo a un régimen nacido bajo el aura del fascismo.

Fernando Múgica Herzog es militante del PSOE.

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