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Reagan propone el desarme global a la Unión Soviética

Las limitaciones del desarme

Con la propuesta para un inicio de negociaciones de desarme entre norteamericanos y soviéticos, el presidente Ronald Reagan ha cambiado, con gran astucia, las coordenadas de la polémica nuclear que conmueve, ante todo, a los ciudadanos de Europa occidental.No representa ninguna sorpresa para Washington que el discurso de Reagan sea calificado por los dirigentes de la Unión Soviética de "astucia propagandística". Pero, en el combate actual dialéctico que tiene lugar entre Washington y Moscú, el presidente Reagan ha enviado la pelota -afortunadamente para todos, no la bomba- al campo de los soviéticos. Ha pasado de la defensiva a la ofensiva, cara a las decisivas negociaciones de Ginebra.

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Movimientos pacifistas en Europa Occidental

Los movimientos pacifistas que han surgido en los países europeos, su impacto en la creación de un sentimiento antinorteamericano en Europa occidental, con implicaciones en las próximas consultas electorales, preocupan profundamente a la actual Administración republicana del presidente Reagan.

Entre otros aspectos, por el peligro de contagio que puede producir entre la juventud norteamericana, cuyos primeros movimientos de revuelta pacifista, desde el fin de la guerra de Vietnam, se registraron en casi todos los campus universitarios de Estados Unidos, la semana pasada, con motivo de la celebración del Veterans Day, en que se conmemora el armisticio de la primera guerra mundial.

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El epicentro de la guerra

Ronald Reagan, después de impulsar ante el Congreso de su país un considerable incremento del presupuesto militar estadounidense, con programas para la fabricación de nuevos misiles intercontinentales (con diez cabezas nucleares cada uno) y superbombarderos B-1, se muestra hoy ante la opinión pública como el cowboy bonachón y pacifista que da la oportunidad a su enemigo para que retire la pistola, antes de celebrarse un duelo de dudosa victoria para ninguno de los dos.

El problema es que si, como todo deja prever, los soviéticos sacan ahora sus cifras, en una terrible balanza del terror, donde cada bando tiene su verdad, se habrán desvanecido los argumentos populares contra la instalación de nuevos misiles en Europa. Entre otras razones, porque en las dictaduras de los países del Este no existen posibilidades para que la gente se congrege en protestas análogas a las que han tenido lugar en los occidentales contra el rearme nuclear.

Los observadores políticos norteamericanos se felicitan, en cualquier. caso, de que Ronald Reagan tome, como indica su discurso, las riendas de la política exterior. Que las centre, además, en el epicentro que amenaza la paz del mundo, como es el riesgo creciente de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en la que, de forma inevitable, quedaría incluida, por no decir aniquilada, Europa.

"El problema central de los asuntos mundiales no es El Salvador, Cuba, Angola o, incluso, Israel y Arabia Saudí, sino el peligro de la carrera de armamentos que amenaza con una guerra entre EE UU y la URSS", escribía el prestigioso columnista James Reston en el diario The New York Times, coincidiendo casi con el discurso del presidente Reagan.

Va más lejos

Después de diez meses en la Casa Blanca con ininterrumpidos ataques contra la política de la URSS, el presidente Reagan resucita ahora las esperanzas de paz que creó la distensión entre las dos grandes potencias desde la época del presidente, también republicano, Richard Nixon, y que fueron seguidas por Gerald Ford y por el demócrata Jimmy Carter.

Reagan tiene el valor de ir más lejos, especificando la voluntad de un desarme de fuerzas nucleares y convencionales, proyectado ya en el pasado con la reducción de armas estratégicas (acuerdos SALT) y convencionales en Centroeuropa (MFBR).

Con nuevas cartas sobre la mesa, ahora más que nunca, la opinión pública europea y norteamericana seguirá los detalles de las negociaciones que comenzarán el 30 de este mes en Ginebra. SS-20 contra Pershing II, para empezar y para alejar un poco el espectro de destrucción nuclear que pesa sobre Europa. Seguir con los cohetes intercontinentales, en el curso de la reanudación de las negociaciones SALT aportaría un nuevo eslabón prometedor.

Pero la realidad del recuerdo histórico aconseja una visión pragmática en materia de desarme. Alcanzar el nivel cero sería lo ideal dentro de los ideales pacifistas. Algo que resulta utópico porque enviaría a los militares del planeta al paro, porque quebrarían las bolsas de Wall Street que financian las industrias de armamento, y porque acabaría con la ambición del hombre de dominación que ilustra la tragedia de las guerras. Reagan y Breznev habrían logrado poner la Luna en un cesto.

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