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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Coslada

Vienen los viejos pueblos de Madrid, verdad ciclostilada de los madriles, viene ahora Coslada (60.000 habitantes), con trescientos afectados por la colza, más tres muertos, nos llega la verdad borrosa del cinturón industrial, ilegible periferia, y la Asociación de Vecinos de Coslada quiere montar un festival a beneficio de los damnificados en el cine Avenida de aquel pueblo, con el doble sentido, obviamente, de ayudar a unos y denunciar a otros.Piden solidaridad, los de Coslada, me dan sus manos lentas, herramientas tan nobles de su vida, y piden que famosos y famosas, la pomada que va de progresía, les ayude a recaudar fondos. Recibo al mismo tiempo invitación, tarjeta/insinuación de delicadas mesas petitorias, pero lo de Coslada no es un acto social de muy buen gusto, donde dejar un verde (ahora son cinco), frente al flash carismático de la Prensa.

En Coslada funcionan seguros donde la vida está a setenta pesetas mensuales, el accidente a 96 (en población obrera, tan accidentada) y el servicio funerario a 37 pesetas mensuales, lo que demuestra alegremente que esta gente cree poco en la muerte, que pagan el recibo y se van a vivir, a luchar por la vida y sus ahoras.

La pululación de los seguros privados y económicos en el cinturón proletario de Madrid, explica mejor que nada la ineficacia de-la Seguridad Social del Estado, la brillante función de Sancho Rof, Sancho Fuerte, Sancho Inmortal (que no ha entrado en la guerra de guerrillas ucedé, pero está con los muebles ministeriales en la calle, más o menos).

¿Y de qué trata esta Prensa underground -la única que lo es de verdad- en sus ciclostiles? No de quemar iglesias, como me decía Ferrer Salat (lo siento, chorvo, que no todos los días se cena en Jockey), remontándose a un guerra-civilismo inoportuno, sino que tratan de saber, sí, del Saber, y lo firma Aragón, un escritor rank/xerox periférico y listo.

Y tratan de la chapuza y de la estética (firma Calvo), respecto de los parques en el pueblo. O sea que son ensayistas mal impresos, por ahí va el pueblo a veces, tan cuidadoso del parecer y lo decente, menos endriago y horda de lo que quisieran los editorialistas de porcelana.

Qué ensayo hubiera escrito Ortega sobre Chapuza y estética. Y no creo que sus corolarios se apartasen en mucho de los de este Calvo, aunque su ciclostil estilístico pendoleaba mejor, naturalmente. Así, profesionales de la ficha y el dato complutense, olvidando apellidos republicanos que les honran, trabajadores forzados del pie de página, se hacen fuertes en sus clásicos peores, que hieren a contrarreformismo porque les abandonó su desodorante hacia el XVII (a ciertos eruditos también les abandonó el desodorante mental hace dos siglos), ignorando que los clásicos mejores, góticos, barrocos, manieristas, rococós, románticos, nos dejaron también sus ciclostiles, como el pueblo.

¿Qué son las premáticas de Quevedo, las pandectas, las letrillas de Góngora, toda la picaresca, Vélez de Guevara, Torres Villarroel, Calderón en comedias menores -donde da la verdad, se burla del Imperio y de sí mismo-, sino ciclostil verbal o confidencial de un par de siglos, como el de los vecinos de Coslada?

Isabel Vegas inicia así su artículo en este boletín de Coslada: «Iba yo a comprar el pan...».

Eco del ciclostil, sombra gris de la imprenta, jamás puede encontrar el escritor más alta gracia que verse mimetizado/agasajado por la repercutiente prosa periférica.

El pueblo vive en ciclostil, se expresa con temblor y mal impreso, pero la realidad descalabrante, la España natural se dice en ellos. Compra tu pan, Isabel, vive Coslada, que las grandes ciudades (René Char) sólo son «hierro y charla lejana».

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