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El amor imposible del artista por Málaga

Ahora, con ocasión del centenario de su nacimiento, han cambiado las cosas y en Málaga el sentido que se le da a la conmemoración es precisamente el de la reconciliación o, mejor, el del reencuentro. Naturalmente, ya es tarde, porque Picasso está muerto. Aunque, como dice el alcalde de la ciudad, no es del todo tarde, porque Picasso no está del todo muerto. «Lo que hay que hacer», agrega Pedro Aparicio, «es olvidar los errores pasados, partir de cero y construir poco a poco una relación distinta fundamentada en el cariño y en la admiración a quien paseó el nombre de Málaga por todo el mundo».El profesor universitario Agustín Clavijo, que ha dedicado mucho, tiempo a estudiar este tema y que tiene en imprenta un libro esclarecedor sobre el mismo, defiende la tesis de que Picasso nunca quiso mal a Málaga, sino en todo caso a la Málaga oficial del franquismo. «En los escritos de Jaime Sabartés se ve claramente que Picasso respiraba malagueñismo por los cuatro costados. Naturalmente, nada quería saber de la Málaga oficial. Por eso no recibió siquiera a la delegación de autoridades malagueñas que acudió a visitarle a Francia, y por eso nunca contestó a ninguno de los escritos que se le enviaron. Pero, en cambio, sí recibió en 1957 a cuatro jóvenes pintores malagueños: Guevara, Alberca, Virgilio y Alfonso de Ramón, con quienes se mostró cariñosísimo y a los que regaló un cuadro suyo y un millón de francos viejos a cada uno».

El pintor, en su tierra

Picasso sólo vivió diez años en Málaga, pues en septiembre de 1891 se trasladó con su familia a La Coruña. Después volvería en los veranos de 1895, 18% y 1897 para pasar en su ciudad algunos meses. En 1890 visitó Málaga por última vez, acompañado por su amigo Casagemas. Pero esta última Visita fue desafortunada y ya nunca más volvería. Quizá ocurrió que Picasso se dio cuenta de que le interesaba conservar en su mente la imagen de su niñez en la plaza de la Merced y que estas visitas esporádicas lo único que conseguían era difuminarla. Se fue, pues, para siempre, y consiguió su objetivo: «Los recuerdos de mi niñez en Málaga jamás se borrarán de mi mente», diría mucho más tarde a Sabartés.

Ni los recuerdos, ni los escenarios de sus juegos infantiles: la plaza de la Merced, con sus palomas y sus bancos de piedra; las lagunillas, con sus callejuelas estrechas y llenas de vida. Ni, por supuesto, sus visitas a la plaza de la Malagueta en días de corrida, adonde 1-0 llevaba su padre y en donde, como atinadamente dice su pariente, el escritor y pintor Manuel Blasco, captó la tragedia del caballo destripado por el toro, motivo central lleno de símbolos de buena parte de su obra posterior.

Tampoco olvidaría Picasso nunca la luz de Málaga, el sol, el litoral malagueño. «Sigue lloviendo. La lluvia acabará con todo», escribe desde La Coruña añorando el clima de su tierra.

Con el descubrimiento de tantos lazos de unión entre Picasso y la ciudad que lo vio nacer, Málaga se dispone a conmemorar el centenario. La plaza de la Merced será hoy una fiesta. La comisión organizadora del homenaje no ha regateado esfuerzo alguno. Se trata de recordar al mundo -y, ay, de recordar a Málaga- que Picasso nació aquí y que esto, por más que sea un azar del destino, es algo muy importante para la ciudad. Se trata de poner fin a una larguísima etapa de oscuridad, de incomprensión. Todos los organismos y todas las entidades se han volcado: se han organizado ciclos de conferencias, proyecciones cinematográficas, exposiciones, fiestas populares, sueltas de palomas... Se han editado libros con el mecenazgo de entidades bancarias: Picasso insólito y Picasso para niños, ambos debidos a la pluma de Manuel Blasco.. Y está en imprenta un tercero, Picasso y lo picassiano en las colecciones particulares malagueñas, cuyo autores el profesor Agustín Clavijo, que ha conseguido descubrir numerosas obras del genial pintor que estaban desparramadas, cuando no ignoradas, en casas particulares.

Agustín, Clavijo inició una larga labor de búsqueda que ha dado sus frutos: varios cuadros que dormían el sueño del olvidó y del anonimato han sido recuperados, entre ellos el conocido con el nombre de Los últimos auxilios, del período modernista de Picasso, encontrado por Agustín Clavijo en 1976 en una iglesia, malagueña, a la que había sido donada, acabada la guerra civil, por una viuda. Y como éste, otros cuadros de Pícasso han aparecido en Málaga y se han unido a los pocos de que se tenía noticia en la ciudad (Los dos ancianos, El hombre de la manta).

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