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El general

Conociendo un poco a Gutiérrez-Mellado, con el conocimiento como intuitivo que uno cree tener de los hombres, a veces (Tierno le llama a eso «mi personalidad mágica», sólo porque la suya es tan lúcidamente lógica), conociendo un poco al general, digo, me parece innecesario el homenaje que se le prepara (y del que ya ha habido algún anticipo local en Cataluña), innecesario, no por inmotivado, claro. sino por obvio.Su persona excelsa no lo necesita. España, sí. Porque la teoría de la cristalización, que Stendhal aplicara al amor, me parece aplicable a casi todo (quizá, menos al amor). Según Stendhal, basta con echar una ramita a una mina de sal para que la sal la mineralice y hermosee con su pedrería, transformándola en otra cosa. No estoy yo muy, seguro de que funcione siempre así el amor, que Ortega definió, paralelamente a la metáfora stendhaliana, como «un fenómeno superior de la atención». Henry Beyle estaba demasiado gordo como para sa ber tanto de mujeres. Pero el entusiasmo democrático de España, el renacido encanto de la libertad y por la libertad, el resultado de la guerra de las fíltraciones, tan desarbolante para los enfebrecidos febrerizados de febrero, todo eso hace hoy, de España una luminosa mina de sal en la que da de plano un sol nacional y enterizo. Todo ese entusiasmo tiene que cristalizar en algo, en alguien, y ese alguien, como siempre, tiene nombre y apellidos: el militar Gutiérrez-Mellado. Porque la democracia, triunfo de lo sociológico sobre lo psicológico, puede hacer solubles a los hombres en el sistema para mayor eficacia, y ocurre que hay momentos históricos en que la Historia, lejos de todo fascismo, necesita arremolinarse, como una bandera, en torno de alguien.

No basta con el escalextric de Atocha (aquel medio Madrid a media luz democrática). Hace falta una persona. Churchill quedó como el hombre/metáfora de la victoria aliada, aunque, logístícamen te, la guerra mundial no la ganó él. Pero reunía condiciones metafóricas (lo que no obsta para que los ingleses, corrigiendo de lejos todo posible fanatismo/ fascismo venidero, no le eligieran en las elecciones siguientes: eso es democracia). Así, aparte su gloria de militar intelectual, su racionalización de la defensa nacional y su conducta del 23/F, entre un Don Quijote con gafas y un Quevedo sin carnes, Gutiérrez-Mellado es el hombre/metáfora en torno de quien necesita cristalizar hoy el entusiasmo democrático español, esa reverberación de sal y sol que es la última claridad de agosto dando ya en el bronce previo de septiembre. La ultranza abusa mucho de estas consagraciones personales, busca siempre hombres providenciales, porque parece que la Providencia no basta. Pero, ahora, el caso es a la inversa. Aquí no se ha forzado nada. Aquí, este militar que sabe vestir de paisano. este dandy con el cuello de la camisa muy alto y los puños blancos muy visibles, ha respondido a una dentellada ortográfica con una elegancia de escritor (elegancia que nunca tienen los escritores). Churchill no había ganado él solo la guerra mundial, pero la resumía. Gutiérrez- Mellado no ha hecho sino una valiosa parte de la transición, pero la resume entera, en determinado momento.

Es el hombre /síntesis. España es hoy una mina de sal, un gran cuenco de luz, y hay que dar ocasión a la madre democracia para que se desmadre.

Toda la manera civil y democrática de entender la milicia se resume en este hombre. Por él sabemos que nuestro modelo de militar no es un maniquí intelectual. El Ejército es así. Militar o civil, Gutiérrez-Mellado converge hoy con una necesidad española de racionalizar la democracia, de democratízar la nación. Lo siento por usted, mi general, porque de símbolo se está incómodo, pero ha pasado usted a la graduación de símbolo.

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