La bomba
Ahora que los jóvenes vírgenes de la acracia exquisita vuelven a la serie negra, he aquí que el crimen individual perfecto -utopía de la novela policiaca- pierde sentido, porque Reagan ha logrado el crimen universal perfecto: el que mata a todo el personal y deja intactos objetos y objetivos.Parecía que la humanidad caminaba hacia la sociedad perfecta, hacia la paz perfecta, hacia la armonía perfecta, y resulta que sólo caminábamos hacia el crimen perfecto. A mí me gusta esta manera aseada de matar que han encontrado los americanos. Cuando he estado en Norteamérica, siempre me ha parecido que tanta higiene, tanta asepsia, tanto bocadillo desvitaminizado y tanta pulcritud democrática no presagiaban nada bueno. No está mal lavarse los dientes de cuando en cuando. sobre todo después de haberse trajelado un bocata calamares a deshora con huevos duros, que parece que se llena uno de arena por dentro, pero del que se lava los dientes a todas horas, con pasta de neutrones, hay que pensar que ha entrado en la locura dentífrica. que es una -variante consumista de las viejas paranoias europeas elogiadas por Erasmo. Eso es lo que les pasa a los dos grandes bloques con respecto de Europa: que les gusta demasiado Erasmo y por fin han encontrado la manera de matarnos a todos los europeos y quedarse con Erasmo, que ya lleva algún tiempo muerto. Alguien ha escrito estos días que los americanos no hacen sino lo mismo que hacen otros sin decirlo. Los rusoyanquis han vuelto a elegir Europa como cancha flamígera de sus tropiezos, porque las mundiales, las guerras universales, las guerras de las galaxias y los encuentros en la tercera fase ocurren siempre entre Londres y París. Son guerras locales, civiles, como ya previeran Eugenio d'Ors y los primeros europeístas, pero las llaman mundiales para halagar nuestra vanidad de europeos.
Un crimen que deja intactos los objetos de la vieja alcoba europea es el crimen perfecto, corno todo crimen en que no se adivinan los propósitos del asesino. Primero se limpia Europa de sucios europeos, tiznados aún de Tiziano y Tintoretto, harapientos de Vía Láctea y existencialismo, y luego se queda uno con la Europa de las catedrales góticas floreadas, las centrales nucleares y las factorías de automóviles alemanes. Más la momia de Erasmo como souvenir yanqui o pareja de Lenin en la Plaza Roja. La bomba neutrónica de muchos kilotones es el crimen perfecto del Raskolnikoff del Este y el Billy the Kid del Oeste. El holocausto altruista, la masacre higiénica, el genocidio desinfectado. Podernos morir despiezados, con el orgullo fin de siglo de hombres postulantes y premarcianos que no van a manchar la moqueta con sus nitratos esparcidos. La bomba no afecta a las cosas, o sea que se salvan la catedral de Colonia y, el rosario, de mi madre. Sólo morimos los mortales, lo que en buena medida es razonable. La civilización occidental cristiana, capitalista y democrática de Estados Unidos, con un John Wayne segundón como Mesías, le da una lección de profilaxis a aquel guarro de Hitler, que para reciclar en jabón unos cuantos judíos llenó el mundo de ruinas y sangre. ¿Por qué vamos al milenio y la extinción de la especie? Por nada. Por la fruición policiaca, matemática e infantil del crimen perfecto. La humanidad no ha superado el infantilismo y los políticos son unos niñoides que disfrutan con los mecanismos de la muerte como el niñoide intelectual disfruta con Hammet y toda esa infra.
Mientras los españoles nos obstinamos ingenuamente en el encaje de bolillos de Almagro, que es nuestra democracia, los grandes pueblos que han hecho sus revoluciones y tienen todo esto muy superado, nos dan el palo neutrón leo / kilotónico. Le matan a usted el niño, señora, pero la medallita le quedará intacta al cuello del cadáver. Es un detalle de Reagan, senora.
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