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Fármacos marinos, una solución para la medicina del futuro

En esta época en que las playas y costas marinas se ven invadidas por los ciudadanos que huyen del calor, resulta aún más palpable la progresiva contaminación del mar y la degradación paulatina de las especies que lo habitan; situación que encierra un grave peligro para el futuro del hombre. Además de aprovechar las materias primas del mar como alimento, o de especular con la posibilidad de construir ciudades submarinas, el hombre puede recuperar su salud en el mismo lugar donde halló su origen. Tranquilizantes, antibióticos, anestésicos, anticancerígenos, etcétera, se encuentran, en potencia, en las diversas familias que pueblan el mar.

«Las propiedades anticancerígenas de las sustancias activas que se extraen de algunas especies marinas son doblemente eficaces respecto a las terrestres», explica un equipo de científicos americanos especializados en la fauna y flora del mar. Se ha comprobado que un determinado animal marino, la ascidia (Ecicinascidia turbinata), contiene una sustancia que llega a inhibir una vez aislada, el crecimiento de las células tumorales, prolongando la vida de los ratones leucémicos de los laboratorios. También la estrella de mar (Asterina pectinífera) posee cualidades anticancerosas.En las gorgonáceas, invertebrados de la misma familia que las hidras o medusas que habitan en los mares del Sur, se hallan numerosos extractos antimicrobianos y antitumorales que actúan, asimismo, sobre la leucemia. Una de ellas, la gorgona (Plexaura homomalla), posee unas hormonas llamadas prostaglandinas, formadas por ácidos grasos que, según la dosis y el agrupamiento químico, pueden tratar desde la jaqueca hasta el cáncer. Las prostaglandinas aisladas de este invertebrado son, en sí mismas, inactivas. Usadas como precursoras de la prostaglandina E2 o F2, tienen poder sobre las contracciones musculares, la presión sanguínea y el sistema nervioso. Existe, incluso, un abortivo, la prostina, que se sintetiza a partir de estos extractos.

Del llamado pez-luna, uno de los más virulentos habitantes marinos y de menos peso molecular, se consigue la tatradoxina, cuya acción resulta 160.000 veces más eficaz que la del curare. Esta sustancia bloquea la conducción del impulso nervioso en el axón, actuando sobre la permeabilidad de los iones sódicos de las membranas celulares si n, por el contrario, perturbar a los patásicos. De momento, se emplea en Japón, al igual que la saxitoxina de los crustáceos, como anestésico local. Todas ellas comienzan a utilizarse, experimentalmente, en el tratamiento de cánceres terminales, va que en altas dosis pueden ser mortales.

Pero no sólo se han descubierto productos capaces de combatir el cáncer. En los corales, moluscos, esponjas, pulpos, peces, anémonas y demás familias marinas se hallan cualidades terapéuticas de todas clases. El problema es que se cree que existen alrededor de 500.000 especies marinas, entre animales y vegetales, lo que dificulta enormemente la labor de los investigadores.

Farmacia del futuro

Una de las investigaciones más interesantes de las llevadas a cabo por intercesión de una sustancia proveniente del mar es la reproducción de los espasmos coronarios de un animal. El experimento se ha realizado con ayuda de la polytoxina, sustancia de efectos vasoconstrictores contenida en los celentéreos marinos. «Se está especulando en estos momentos sobre su aplicación en el tratamiento de enfermedades cardiacas». Expone el doctor Pushkan, de la Universidad de Oklahoma: «En cualquier caso, resulta un magnífico material de trabajo, que nos ofrece la posibilidad de conocer mejor la fisioterapia de las arterias coronarias».

Otra sustancia dé acción cardiovascular se halla en el pulpo corriente (Octopus vulgaris), morador de las costas de todo el mundo. Este animal contiene en sus glándulas salivares octopamina, extracto similar a la adrenalina, que tiene la propiedad de sedar a los gatos y perros con los que se ha experimentado. También la gripe se llega a curar con los extractos brutos de una estrella de mar, común en todas las latitudes y profundidades, la Acanthaster planci.

Se sabe desde hace tiempo que las algas, ricas en vitaminas, proteínas y oligoelementos, son los paladines en la lucha contra la contaminación y la radiactividad, ya que combaten las intoxicaciones de todo tipo. Algunas, como la Enteromorpha intestinalis y la Cladophora rupestris, absorben las sustancias radiactivas y sirven, por tanto, como barómetros indicadores del grado de contaminación allí donde se encuentran. Sus derivados, los alginatos, se utilizan en alimentación, cosmética y farmacia como emulsionantes o espesantes. Previenen contra la absorción intestinal de estroncio radiactivo, formando una especie de gel compuesto de alginato y estroncio, que se elimina enseguida a través de las heces, sin peligro para el organismo.

Unos extractos de algas llamados polisacúridos se usan, asimismo, para prevenir las intoxicaciones producidas por algunos contaminantes metálicos. Grupos de ratas de laboratorio que han absorbido dosis masivas de cadmio, bario o zinc han logrado sobrevivir gracias a la administración oral de estos derivados de las algas. Otro medicamento en potencia se encuentra en uno de los parásitos más corrientes de las algas; los cefalosporinos, especie de champiñón marino. A partir de la cefalosporina se han logrado sintetizar nuevos antibióticos de efectos inmediatos. Esto resulta de vital importancia en un momerto en que especialistas de todas partes contemplan inquietos la creciente resistencia de los gérmenes patógenos ante los antibióticos conocidos.

El insecticida que vino del mar

En 1934, un científico japonés llamado Nitta logró aislar una sustancia, la nereitoxina, a partir de una amina, especie de gusano marino, descubriendo que su derivado sintético, al que denominó Padán, era un poderoso insecticida. Los pescadores japoneses, sin embargo, conocían desde siempre las propiedades de estos gusanos que, utilizados como cebo de anzuelo, mataban a los insectos carnívoros al bloquear su sistema central.

El Padán, que se comercializó en Japón a partir de 1967, resulta altamente eficaz contra escarabajos, polillas, gorgojos y mariposas. Además actúa sobre los insectos que se resisten a los insecticidas que contienen fosfato o cloro, no es tóxico para los animales de sangre caliente y se descompone rápidamente dentro de los tejidos biológicos. Una de sus mayores ventajas reside en que no estropea las cosechas de patata o algodón.

A raíz de estos descubrimientos se han puesto en marcha toda clase de proyectos e investigaciones para descubrir sustancias inmunológicas o inmunodepresivas que frenen o activen, según los casos, las defensas del organismo y le ayuden a luchar contra invasiones de, todo tipo. Este es un campo que aún está por explorar, ya que se necesita un enorme presupuesto para la investigación y un equipo humano muy complejo: submarinistas que capturen las especies; taxonomistas que reconozcan cada una de las diferentes categorías de familias marinas; químicos que almacenen, conserven y extraigan las distintas sustancias; farmacólogos que investiguen la estructura exacta del cuerpo activo, la sinteticen y concluyan por fabricar el medicamento...

Hace apenas unos años que surgió la industria de los fármacos marinos. Norteamérica ha tomado las riendas y ha aportado capital y materiales. Pero Europa, Francia sobre todo, no le va a la zaga. Se habla incluso de espionaje industrial, signo inequívoco de la importancia del negocio. La competición es muy fuerte, ya que en ella se encuentran involucrados laboratorios, investigadores y firmas farmacéuticas de todo tipo.

A pesar de todo, falta todavía algún tiempo para que los fármacos procedentes del mar se comercialicen a gran escala.

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