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El parque de María Luisa, de Sevilla, será declarado jardín histórico-artístico

En la actualidad se encuentra en una grave situación de deterioro

El parque sevillano por antonomasia, el de María Luisa, podría ser declarado en fecha próxima jardín histórico-artístico y quedar bajo la sombra protectora de la ley. Al encanto indudable y el atractivo estético de sus glorietas y estanques, sus 75 especies de árboles y sus universales plazas vendria a sumarse, así, la seguridad de una restauración y un cuidado que el propio parque reclama ahora ostensiblemente.

Pasó más de un año entre la propuesta de la comisión provincial de patrimonio histórico-artístico a la Dirección General de Bellas Artes para que incoase el expediente declaratorio (8 de marzo de 1978) y la respuesta de este organismo dándose por enterado y solicitando que se le remitiesen la memoria, documentación y planos justificatorios de la aspiración de la ciudad a convertir su gran parque en jardín histórico- artístico (21 de marzo de 1979).Y aún transcurriría más tiempo hasta que la Dirección General decidiese «tener por incoado el expediente» y hacer saber al Ayuntamiento de Sevilla que, de acuerdo con la ley de Patrimonio de 1933, todavía vigente, todas las obras que hubiera que realizar en el recinto del parque o en su entorno tendrían que contar con la previa aprobación de la misma Dirección General de Bellas Artes. Esto ocurría en octubre de 1980 y ha sido en julio de 1981 cuando fuentes oficiales han sugerido que el expediente será resuelto de modo favorable y en poco tiempo.

La historia penúltima del parque de María Luisa empieza por explicar su propia denominación. Fue en 1893 cuando la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, duquesa viuda de Montpensier, donó a la ciudad la mitad de los jardines privados que rodeaban su palacio de San Telmo -escenario del romance de Alfonso XII con Merceditas, la que cambió de color-, integrados fundamentalmente por árboles corpulentos y rincones agrestes, a los que el Ayuntamiento añadiría más tarde los antiguos viveros municipales del huerto de Mariana.

Locura colectiva

Pero sería la locura colectiva de la Expo sición Iberoamericana la que terminaría por dar al parque su fisonomía actual. El Ayuntamiento sevillano se propuso reformar sus jardines para adecuarlos a la arquitectura dela exposición, y tuvo la afortunada ocurrencia de encargar el proyecto a un ingeniero francés, J. C. N. Forestier, conservador de los bosques de París, y que a lo largo de su vida firmaría realizaciones ajardinadas tan destacables como las de Montjuich, Campo de Marte y la Casa del Rey Moro (Ronda).

Gracias a esta ocurrencia municipal, Sevilla asistió a lo que Alberto Villar considera «la operación más bella, rápida, efectiva y duradera del urbanismo sevillano de los treinta primeros años del siglo». De modo que los vecinos de Sevilla, sorprendidos al principio porque se hiciese el encargo a un francés, no pudieron reprimir su admiración cuando el nuevo parque de María Luisa abrió sus puertas al público en abril de 1914. Y todo por el módico precio de 417.595 pesetas, que fue el coste total de las obras. Forestier cobró 16.700.

El francés logró, desde luego, su propósito de transformar un parque de clásico estilo inglés en un vergel bajo, con patios, zonas florales, estanques y jardincillos enraizados en la tradición islámica y de inequívoca sensualidad.

Son muchos cientos de miles los ciudadanos y ciudadanas que han podido pasear o sentarse en las glorietas de los lotos, de las pérgolas, de Bécquer (hasta hace pocos años se podía conseguir allí un ejemplar de las rimas becquerianas) y de Machado, refrescarse con el sonido y la visión del estanque de los leones, la fuente de las ranas o la isleta de los patos, disfrutar de azulejos de Triana en trance de desaparición.

En el interior del parque se encuentran dos plazas de las de tarjeta postal inevitable: la de España, un semicírculo gigantesco y simétrico, flanqueado por torres enhiestas y horadado por galerías con asientos dedicados a todas las provincias españolas, lugar de barcas de alquiler en lago pestilente y paseos infantiles en burro, y la de América, circunscrita por edificios muy representativos de la arquitectura de la exposición (Museo Arqueológico, Pabellón Mudéjar, Pabellón Real) y zona de encuentro obligado de visitantes en familia, palomas, vendedores de marisco y barquillos de canela.

Pero no todo es agradable y bello. En realidad, el parque se encuentra actualmente en una grave situación de deterioro, con estatuas decapitadas, barandas arrasadas, cerámicas rotas, cancelas destrozadas ... y un aspecto general de suciedad y abandono. Francisco Alvarez, concejal de Parques y Jardines, indicó a EL PAIS que se había preparado un presupuesto de veinticinco millones de pesetas para las restauraciones más necesarias, lamentando que «los sevillanos dicen que están orgullosos de su parque, pero la verdad es que no lo cuidan nada, sobre todo los menos jóvenes».

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