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Una doble vía necesaria

"Los viejos como yo hemos visto alemanes mucho peores que los alemanes pacifistas". Así habló Willy Brandt en una reunión de trabajo entre europeos y norteamericanos celebrada recientemente en Bonn para tratar asuntos de seguridad. Fue una de las afirmaciones, más sorprendentes que se oyeron a lo largo de dos días de intensos debates. Casi todo lo que se dijo ya se había dicho antes; nada sorprendente, por otra parte, teniendo en cuenta que, hasta la fecha, debe haber habido decenas de conferencias semejantes entre Estados Unidos y Europa desde la gran victoria del presidente Reagan.En Bonn reinaba un ambiente general de mutua confianza, un ambiente quizá demasiado forzado, hasta el punto de haber dejado de lado, involuntariamente, algunas vagas sospechas sobre los peligros ocultos que pueden amenazar aún la cohesión de la gran alianza.

La principal contribución norteamericana fue una grabación del vicesecretario de Estado encargado de los Asuntos Europeos, Lawrence Eagleburger; igualmente fueron grabaciones algunas de las principales respuestas alemanas, entre ellas un discurso del canciller Schmidt. El mensaje del vicesecretario de Estado, Eagleburger, era bien simple. Repitió ad nauseam un único concepto. Dijo que "nosotros, los norteamericanos, queremos negociar con los soviéticos los acuerdos de control de armamentos; creemos que el control de armamentos puede mejorar la seguridad de los aliados; hemos dicho que vamos a negociar, que estamos preparando las negociaciones con nuestros aliados, que efectivamenté estamos ya comenzando a nergociar. Vamos a negociar con toda la fuerza, la habilidad y la inteligencia de que disponemos".

Os creemos, dijeron los alemanes, a pesar de que, como afirmó el canciller Schmidt, de cuando en cuando se escuchan "ruidos de la sexta o séptima fila que tienen,qpe ser constantemente desautorizados por la primera fila".

Los alemanes siguieron explicando el significado de las tendencias pacifistas de la juventud alemana. Hablaron de sus jóvenés airados con más cariño que enojo. "Nos corresponde a nosotros", dijeron, "explicarles lo que nosotros hemos sabido siempre y que ellos no han aprendido todavía o parecen desconocer, a causa de su idealismo equivocado o de su falta de experiencia".

A pesar de todas las dudas y protestas de los jóvenes y de los círculos protestantes (Schmidt acaba de regresar de defender con valentía e inteligencia su política en el Día de la Iglesia, celebrado en Hamburgo), los dirigentes socialdemócratas dejaron bien claro que se mantendrían fieles á la política de la doble vía emprendida en diciembre de 1979. Los planes de construcción y emplazamiento de los euromisiles seguirían adelante, al igual que las negociaciones. "Si abandonásemos, la decisión de rearmarnos", dijeron, "no habría negociaciones".

En palabras del canciller Schmidt: "En esta parte del mundo, el equilibrio militar es una condición necesaria para mantener la libertad; aunque no sea una solución definitiva para la paz, es la base indispensable de una política de paz".

Tales promesas parecieron convecer a los norteamericanos, a pesar de que las voces del pacifismo se oyen con vigor en la Alemania actual. Claro que casi todos los norteamericanos que participaron en la conferencia pertenecían a la categoría adecuada: a la de los que ya están convencidos de la necesidad de mantener las consultas y la cooperación entre los aliados, as¡ como las negociaciones con los rusos. Pero además había algunos funcionarios autorizados de alto nivel de la Administración Reagan.

Al explicar la postura norteamericana, Eagleburger parecía dar la impresión de estar repitiendo algunas de las ideas expresadas por Zbigniew Brzezinski durante su entrevista con George Urban sobre las dificultades, para una democracia, de aplicar estrategias complejas. "Los norteamericanos", dijo, "creímos en la distensión de manera más sincera que los europeos; lo que estamos presenciando actualmente es la reacción de la manipulación de la opinión pública norteamericana de los años setenta". Esto, concluía, es lo que expli ca la dificultad de llevar a cabo una política de rearme y negociaciones. Es fácil comprender que puede ser un problema convencer al pueblo norteamericano de que las cosas son necesarias.

Entre el grupo de alemanes, otro dirigente del Partido Socialdemácrata, Egon Bahr, que acaba de regresar de Moscú, explicó detalladamente los peligros de emprender el rearme sin las negociaciones. Los rusos, dijo, podrían tener respuestas incómodas a los nuevos euromisiles de la Alianza Atlántica.

Los rusos podrían volver a intentar amenazar el territorio norteamericano desde bases marítimas, o el territorio europeo con los mis¡les estratégicos de corto alcance desde, por ejemplo, Checoslovaquia. Esto reduciría a cero el tiempo de aviso tras el lanzamiento; en esta situación, ya no habría tiempo suficiente para corregir los errores.

De esta manera, las negociaciones son tan neces arias como el rearme y el equilibrio militar. Según Bahr, los rusos están dispuestos a negociar seriamente; siguen necesitando y deseando los acuerdos de control de armamentos.

Así, pues, y según lo oído, debería haber negociaciones serias en un corto plazo de tiempo. A no ser que, desde luego, suceda, algo en Polonia. Pero en esa cuestión, nadie puede asegurar cuáles son las intenciones de la Unión Soviética.

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