Nueva York celebra una semana sobre el Siglo de Oro español

Ayer se iniciaron en Nueva York las celebraciones de un festival de artes diversas dedicado a la evocación del Siglo de Oro español, organizado por las tres asociaciones culturales hispanas más importantes de la ciudad: el Museo del Barrio. Intar Hispanic American Theatre y el Ballet Hispánico of New York. Con motivo de estos actos, el alcalde de la capital neoyorquina ha proclamado la Semana del Siglo de Oro Español.

El miércoles pasado se inauguró la semana con la apertura de una muestra especial en las salas del Museo del Barrio compuesta por grabados, mapas, manuscritos y libros españoles de los siglos XVI y XVII, dispuestos de acuerdo con un proyecto de reconstrucción de la atmósfera cultural y vital de ese período. Las explotaciones de Ponce de León y de Soto, reproducciones de los lienzos de Velázquez, textos dramáticos de Calderón de la Barca, las visiones de Cervantes o los prototipos universales—don Juan y el Quijote— son algunos de los elementos que integran esta singular exposición.

Con la representación de Fuenteovejuna, ballet basado en la obra de Lope de Vega, por el Ballet Hispánico, con coreografía de su directora artística, Tina Ramírez, se inauguró oficialmente la semana en el Symphony Space Theatre.

El estreno de una versión en inglés de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, realizada por María Irene Fornes, en el Theatre Row, donde se representará hasta el próximo 5 de julio, pondrá fin a la celebración de esta Semana del Siglo de Oro Español, que por primera vez se celebra en la ciudad de Nueva York.

Subasta de un Sorolla

Al mismo tiempo, en la subasta celebrada ayer en Nueva York en la sala Sotheby's, la Caja de Ahorros de Valencia ha adquirido el cuadro de Joaquín Sorolla Triste herencia. Se trata de un óleo de 2,12 X 2,87 metros, que obtuvo el Gran Premio en la Exposición Universal de París, en 1900. Dos años después lo adquirió el español Jesús Vidal, residente en Nueva York. Posteriormente lo adquirió John C. Berwind, quien, finalmente lo donó a la parroquia de la Ascensión, en la Quinta Avenida neoyorquina.