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CIENCIA

El Consejo de Europa propondrá una reglamentación estricta de las manipulaciones genéticas

El Consejo de Europa pretende elaborar un código de conducta que reglamente de forma estricta las experiencias de ingeniería genética que pudieran vulnerar de alguna forma los derechos humanos. El proyecto de resolución, a presentar ante la Asamblea Parlamentaria, podría estar preparado antes del próximo otoño.

Los debates de la audición parlamentaria de Copenhague sobre las manipulaciones genéticas clausurados el pasado martes, han sido calificados de fecundos por fuentes oficiales del Consejo de Europa, entidad organizadora. El parlamentario sueco B. Elmquist ha sido encarado de la elaboración de un proyecto de resolución, partiendo de los resultados del coloquio de Copenhague.La audición parlamentaria celebrada en la capital danesa ha puesto en contacto a los científicos, por una parte, y a los parlamentarios por otra, con el añadido de todo un nutrido grupo de especialistas en ética y jurisprudencia, especialmente los representantes de las religiones más importantes (católicos, protestantes, mahometanos y judíos).

Del diálogo, a veces muy áspero, entre los parlamentarios por una parte y los expertos (científicos, religiosos, juristas) por otra, cabe deducir una primera conclusión; y es que la ingeniería genética suscita en la opinión pública, por boca de sus representantes electos, una viva inquietud, con razón o sin ella. La desconfianza más absoluta presidió algunas intervenciones de los diversos parlamentarios, y a ella oponían los científicos una seguridad, a veces demasiado manifiesta como para ser tomada al pie de la letra, de que sus trabajos iban encaminados al bien común, y que difícilmente podían esperarse males superiores o siquiera iguales a los que se derivan de la práctica habitual de la ciencia en el mundo.

La cuestión más controvertida fue, sin duda, la posibilidad de alterar, en un futuro más o menos próximo, el potencial genético del hombre. Aun, cuando científicamente todavía hay que hablar de posibilidades remotas de modificar libremente el patrimonio genético del futuro ser humano, creando a voluntad seres tan perfectos como se quisiese, los juristas y los moralistas se planteaban la posibilidad de evitar que se llegue a ese extremo, deteniendo ya la experimentacióna al respecto, con el fin de no tener nunca que plantearse el dilema de escoger entre la igualdad por encima de la individualidad, tal y como lo planteaba el mundo feliz de Huxley.

En todo caso, y seguramente ese será el fondo de la resolución que el Consejo de Europa presentará a la aprobación de la Asamblea Parlamentaria antes del otoño, parece necesario adoptar ciertas medidas de precaución, especialmente en el campo de la legislación científica, todavía poco explotada en la mayor parte de los países, ante el desarrollo de las manipulaciones genéticas. cuya rapidez sorprende muchas veces incluso a los propios científicos.

Por otra parte, el hecho de que buena parte de la investigación en el campo de las aplicaciones prácticas de la ingeniería genética se encuentre en manos privadas, fundamentalmente grandes multinacionales farmacéuticas, plantea problemas de control legal, por ejemplo de patentes de tipo biológico, que hasta ahora no existían o no habían tenido la importancia que van adquiriendo de día en día. Los representantes de la industria farmacéutica en Copenhague, y especialmente François Robinet, director general de Asuntos Farmacéuticos Europeos y alto ejecutivo de una multinacional del ramo, defendieron con calor esta participación de las grandes empresas en la investigación aplicada, ya que los fondos necesarios para estos trabajos son cuantiosos y exigen una inversión muy elevada, que, posteriormente, debe ser recuperada por los medios comerciales legítimos que tiene establecido el sistema de economía de mercado.

En todo caso, es de justicia constatar que los derechos humanos, quizá amenazados ahora por la ciencia en su imparable evolución, vuelven a encontrar en el Consejo de Europa su más ferviente defensor.

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