El fin de semana cinematográfico termina el lunes con Truffaut
Un western, una comedia romántica un tanto cursi, otro típico sainete italiano y una buena película francesa forman el panorama del cine televisivo de este fin de semana. Ocasión de recuperar algunas viejas películas que, cada una a su manera, consiguieron destacar de la media de su momento. Así, El valle de la venganza, dirigido por Richard Thorpe en 1951, mezclaba los elementos propios del cine del Oeste con curiosos componentes sexuales y melodramáticos. Una extraña película con el inevitable duelo entre hermanos que, en esta ocasión, trascendía también a un duelo entre actores: Burt Lancaster, creyéndose seguro frente a Robert Walker, pierde su baza de convertirse en la auténtica atracción de la película. La agresiva y morruda Joanne Dru es quien ocasiona esta vez el drama ranchero. (Hoy sábado, a las dieciséis horas, primera cadena.)Como mujer exótica, sin embargo, Nancy-Kwan se llevará la palma de estas sesiones ejerciendo de prostituta china y cautivando a un William Holden que no siempre acertaba eligiendo personajes y tenía aquí que fascinarse por el vestido rajado de la chica. El mundo de Suzie Wong, gran éxito comercial de 1960, no pasa hoy de un melodrama romántico. Lo dirigió Richard Quieng, autor de películas mucho más notables: Me enamoré de una bruja, La misteriosa dama de negro o Encuentro en París. En esta ocasión, cumpliendo fríamente su papel, no hizo más que continuar la moda sugerida por Sayonara, boom comercial de pocos años antes.
Más curiosa será La Mandrágora, divertida comedia italiana escrita por Luigi Magni (director, más tarde, de En nombre del papa rey) y Alberto Lattuada, que comenzaba con este título un nuevo rumbo en su carrera de director. Realizando hasta entonces historias más pretenciosas, se encontró en La Mandrágora con la necesidad de continuar en la línea de éxito de aquel cine italiano: comedias pícaras cercanas al vodevil, donde se desahogaban el afán de liberación sexual y el de crítica de costumbres. Inspirada en una narración de Maquiavelo, La Mandrágora, tardó casi quince años en ser estrenada en España: la estrecha mentalidad de la censura del momento (1965) no toleraba aún este género que pasaría, sin embargo, años después por ser imitado por el cine español.
Como va siendo habitual, el plato fuerte no llegará hasta el lunes próximo, dentro del ciclo dedicado a François Truffaut. El niño salvaje es considerada como una de sus mejores películas: el director utilizó con inteligencia su sensibilidad, sin dejarse caer en los fáciles trucos de algunas de sus películas posteriores. En esta ocasión, narrando la auténtica historia de Víctor de l'Aveyron, niño perdido en medios naturales e inadaptado a la vida colectiva. Truffaut quedó fascinado por los personajes que rodeaban al niño, como de alguna manera ya le ocurriera a Arthur Penn, en El milagro de Ana Sullivan, o a Peter Hadke, con Gaspar Hause. Rodada en blanco y negro, la película contaba con la excelente fotografia de Néstor Almendros, de quien Truffaut no se ha separado nunca, valorando desde un principio el talento del operador que años más tarde recibiría un oscar por sus trabajos.
Babelia
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