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Irlanda del Norte tras la muerte de Bobby Sands

El Uster refleja los aspectos más negativos de la recesión económica del Reino Unido

Andrés Ortega

La ciudad de Belfast, con sus casas derruidas y sus solares vacíos, parece haber sido la obra de un dentista loco que hubiera empezado a arrancar sin ton ni son dientes y muelas de una dentadura vieja y amarillenta, convirtiéndola en el símbolo de lo que hoy es Irlanda del Norte: la consecuencia de los defectos de una revolución industrial ya antigua y de la acción de las bombas.

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Bernardette DevIin fue una de las primeras personas que a finales de la década de los sesenta insistió en la importancia del factor social y económico. En la actualidad Irlanda del Norte concentra en su pequeño territorio explosivo los aspectos más negativos de la recesión económica del Reino Unido.En muchas listas nefastas, el Ulster está a la cabeza. El paro es el más elevado del Reino Unido, afectando a un 17,3% de la población laboral, llegando incluso a un 50% o un 70% en muchos barrios de Belfast. Las tasas de mortalidad y de natalidad son también las más altas, y un dato curioso es que el 56% de los niños que nacen en el Ulster últimamente son hijos de católicos, algo que no es nuevo, pero que preocupa a los protestantes, dado que la emigración ha caído al haberse generalizado la crisis económica por todo el mundo. Y estos niños se están educando en un clima de violencia.

El Ulster es también la región del Reino Unido con menos ingresos por habitante, con el menor número de hogares con lavadoras, neveras y televisores, y donde los precios de la energía son más caros. Los católicos tienen problemas de vivienda, mientras que en algunos barrios protestantes las empresas de demolición están echando abajo casas construidas por el Ayuntamiento hace tan sólo dos años. Los protestantes no las necesitan y los católicos ni pueden ni se atreven a habitarlas.

La crisis económica ha empezado a afectar también a la clase obrera protestante, que podría tener intereses comunes con los católicos. Pero la división entre las dos comunidades es demasiado profunda: colegios distintos, trabajo diferente y vidas completamente separadasy el, enfrentamiento sería aún mayor si ambas no estuvieran internamente divididas. Por otra parte, los católicos moderados, como John Hume, o los peace people (pacifistas) no cuentan en los momentos cruciales.

La «línea de la paz» que construyeran los soldados británicos en 1969 sigue en pie, separando con sus planchas de metal, sus alambradas y sus casas deshabitadas a la Falls Road, católica, de la Shankill Road, protestante. Es el drama de dos minorías.

Cuando en 1921 los británicos decidieron dividir a la isla en dos, conservando los seis condados norteños, cometieron un error histórico que repetirían posteriormente en lugares como Palestina o la India, aunque en este caso fuera con la aprobación de hecho del Estado de Irlanda del Sur. Desde entonces, y con renovado fervor desde 1969, las dos comunidades se han visto la una a la otra como minorías, en contextos diferentes. El medio millón de católicos, durante años discriminados política y económicamente, son una minoría en el Ulster suficientemente grande para resistir e incluso atacar en la lucha por la reunificación de la isla, acudiendo al sur en busca de apoyo político y espiritual, cuando la realidad es que, salvo en los momentos de extrema gravedad, en la república, el hombre de la calle no presta atención a sus correligionarios del norte.

Los protestantes, sin embargo, son más conscientes de que son una minoría en el contexto del conjunto de Irlanda. Se consideran británicos siempre que la madre patria les apoye, pero, en cualquier momento, se podrían enemistar con sus protectores. Después de todo, el primer soldado que cayó muerto en esta última época de los disturbios fue víctima de un atentado protestante. El mes pasado, un hecho que se ha intentado mantener callado, diez protestantes fueron arrestados en Escocia cuando se disponían a lanzar una campaña de bombas en el Reino Unido.

Los protestantes, organizados en algunos grupos paramilitares legales, como la Asociación para la Defensa del Ulster, preferirían luchar con las armas por su independencia antes que aceptar una reunificación. Consideran, no sin razón, que las conversaciones anglo-irlandesas que los primeros ministros, Haughey y Thatcher, inauguraron en diciembre cuando la cumbre de Dublín, podrían resultar una traición. Pero, al ser los protestantes mayoría en el Norte, la Orden de Orange y el Movimiento Unionista seguirán por un tiempo controlando el destino del Ulster.

El destino, porque las riendas del Gobierno de la provincia están en manos de los funcionarios británicos que trabajan desde Londres o desde el plácido esplendor del castillo de Stormont, en Belfast, con incompresión y con lo que se podría caracterizar como falta de voluntad y tacto. Los británicos siempre han hecho las cosas tarde,ya destiempo en esta región, y no hay más que pasearse por las calles de los guetos católicos para apreciar todo lo que podrían haber llevado a cabo en términos de mejora de las condiciones de vida.

Esto no es algo nuevo en un país donde no se cuenta en días, sino en siglos, donde todo el mundo habla de los ochocientos años de presencia británica, cuando con Enrique II de Inglaterra en el siglo XII comenzó la conquista de Irlanda, que culminó Cromwell. Tan sólo en 1800 decidió el Reino Unido absorber a Irlanda, pero pronto, en 1845, con el hambre, volvió a dar prueba de su falta de tacto y sensibilidad ante el problema irlandés.

Aunque los soldados británicos llegaran a Irlanda del Norte en 1969 para proteger a los católicos, pronto éstos se volvieron en su contra, en unos disurbios que han provocado más de 2.000 muertos y 22.000 heridos. Tan sólo en 1968, y en gran parte gracias a la televisión, como está ocurriendo ahora, los ciudadanos del Reino Unido llegaron realmente a caer en la cuenta de que Irlanda del Norte merecía una mayor atención.

Ahora, el IRA Provisional concentra sus ataques contra los británicos y sus símbolos, en una lucha de liberación nacional, según esta organización. Esto es lo que está ucurriendo estos días en el Ulster tal como queda ilustrado por la situación en Belfast y otras ciudades. El IRA está aprovechando su ventaja política para atacar al Gobierno de Margaret Thacther, que en esta cuestión está de acuerdo con los laboristas. El problema reside en que los provisionales decidieran pasar claramente a atacar, militarmente a los británicos.

Es triste reconocerlo, pero la verdad es que cuando algún grupo ha querido lograr algo en Irlanda del Norte, el argumento de la fuerza ha sido siempre más poderoso que la fuerza del argumento. Esta observación no se refiere al teríorismo, sino principalmente a la presión popular, algo que fue tan válido para los católicos en 1921 como para los protestantes en 1974, cuando con una huelga general dieron al traste con el acuerdo de Sunningdale, el intento más serio hasta ahora de devolver una forma de automía a esta región atormentada con problemas.

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