Homenaje al poeta vasco José María Iparraguirre en el centenario de su muerte
Autor del poema "Guernikako arbola", convertido en himno de Euskadi
Los restos de José María Iparraguirre descansan desde el domingo en el cementerio de su villa natal, Urrechua (Guipúzcoa), bajo un mausoleo inaugurado en una ceremonia que presidió el presidente del Gobierno de Euskadi, Carlos Garaikoetxea. Coincidiendo con el centenario de su fallecimiento, que se cumplió ayer, se desarrolla en Urrechua un amplio programa de actos en homenaje a quien llegó a representar, por medio de las estrofas y la melodía del Guernikako arbola, los sentimientos más profundos de amor a la tierra y a las libertades del pueblo vasco.Iparraguirre murió en la venta de Zozobarro, cercana a Urrechua, a consecuencia de una congestión pulmonar. En la tarde del 5 de abril de 1881 había agotado sus últimas canciones en aquel lugar, donde merendó en compañía de unos amigos. Luego trató de regresar a casa, pero una tormenta le sorprendió por el camino y tuvo que volver a Zozobarro, donde se refugió bajo un tejadillo. Por la mañana, los caseros le descubrieron en grave estado.
Sus restos fueron trasladados al cementerio de Urrechua e inhumados de acuerdo con los ritos de la religión católica, con cuyos representantes el bardo vasco había tenido más de un problema durante su existencia. Al parecer, el cadáver de Iparraguirre fue exhumado por primera vez en 1920, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, por deseo de una de sus hijas, que lo instaló en una caja de cinz.
La urna fue desenterrada de nuevo el pasado sábado y colocada en un cofre, tallado por el escultor Néstor Bastarretxea. El féretro, que recibió el homenaje de varios miles de personas, expuesto en el Ayuntamiento de la localidad, volvió a su destino definitivo, bajo un mausoleo diseña do por el escultor Vicente Lasa. Esta obra, en acero inoxidable sin pular, representa un dolmen con seis soportes en la base, en cada uno de los cuales figura el escudo de una de las seis provincias históricas vascas. De la cubierta, inspirada en la forma de una guitarra, surge un auburu, símbolo de la unidad de Alava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, apoyado en dos cadenas en trance de rompere. El auburu apunta a un retoño del árbol de Guernica, plantado también anteayer en el cementerio, cerca de la última morada del bardo. Doce salvas de honor, unas palabras del lendakari Garaikoetxea, glosando la figura del cantor vasco, y la interpretación del Guernikako arbola, por el numeroso público que asistió a los actos, cerraron el traslado de los restos.
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