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La fecha de terminación y los resultados de la Conferencia de Madrid permanecen todavía inciertos

Como en una larga y tediosa sesión de espiritismo, las 35 delegaciones de los países participantes en la Conferencia de Madrid llevan meses y meses, con las manos simbólicamente enlazadas alrededor de la mesa, haciéndose una pregunta básica: «Espíritu de Helsinki: ¿estás ahí?».La respuesta se demora y ello pone en peligro la existencia misma de ese proceso de distensión que se abrió hace casi seis años con la firma solemne del Acta Final de Helsinki por 35 jefes de Estado y de Gobierno. Si la reunión anterior, celebrada en Belgrado en 1977-1978, fue escenario de grandes enfrentamientos entre el Este y el Oeste y acabó en poco más acuerdo que el de celebrar la reunión de Madrid, pocos dudan de que un fracaso de esta conferencia supondría el fin definitivo del «espíritu de Heisinki» y de la distensión.

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La fecha indicativa prevista en principio para finalizar los trabajos de esta tercera cumbre de la CSCE ha sido rebasada hace diez días, y aunque parece detectarse una especie de acuerdo tácito de que todo terminará antes de Semana Santa, en medios bien informados se admite ya la posibilidad de que la reunión se prolongue más allá de ese límite, hasta el verano incluso.

Desde aquel 9 de septiembre del año pasado en que comenzaron los trabajos de la reunión preparatoria, o desde el 11 de noviembre en que, tras alcanzarse un acuerdo en el último momento, con el reloj simbólicamente detenido, se abriera oficialmente la Conferencia de Madrid, se han registrado cambios importantes en la escena internacional, que han tenido su repercusión más o menos directa en la reunión.

La nueva Administración norteamericana, que tomó el poder en la segunda quincena de enero, aparece como decidida partidaria del linkage o vinculación de cualquier tipo de acuerdos o negociaciones con Moscú al comportamiento de los soviéticos en cualquier área del mundo. El 26º Congreso del PCUS, celebrado el mes pasado, no ha traído la esperada renovación de la cúpula política soviética, sino la confirmación de los anteriores líderes, que han hecho un llamamiento a la distensión y el desarme, en el discurso de Breznev, considerado como ambiguo por las cancillerías occidentales. La tensión social en Polonia, la crisis de El Salvador y la continuidad de la presencia militar soviética en Afganistán han sido otros factores que han avivado el fuego del enfrentamiento entre las dos superpotencias y sus aliados.

Después de la fase inicial de revisión del cumplimiento de lo acordado en el Acta Final de Helsinki, que permitió a los países occidentales criticar con dureza las violaciones del Acta registradas en los países del Este europeo, especialmente en el capítulo de los derechos humanos, la reunión de Madrid atravesó con cierta regularidad la etapa de presentación de propuestas, hasta llegar a las más de ochenta que deben discutirse ahora.

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La fase última, de redacción de un documento final, iniciada hace un mes, es la que sufre una paralización prácticamente total, hasta el punto de que el jefe de la delegación española, Javier Rupérez, se vio obligado a expresar su preocupación porque, un día después de la fecha indicativa prevista para el fin de la Conferencia, no se hubiera conseguido «redactar todavía una sola línea del documento final».

La celebración o no de una conferencia europea de desarme después de la reunión de Madrid está en el centro del problema, y en caso de que se llegue a un compromiso sobre ese aspecto no se tardaría en lograr acuerdos mínimos que permitieran la redacción de un documento y la continuidad de la CSCE.

Después de que los soviéticos admitieran la posibilidad de aceptar en su territorio europeo (es decir, hasta los montes Urales) las medidas para el aumento de la confianza (CBMs), que incluyen la notificación obligatoria de maniobras militares y otras cautelas, el acuerdo sobre una conferencia de desarme parece más fácil, si bien los soviéticos, desde el punto de vista occidental, no han explicado todavía suficiente ni satisfactoriamente sus condiciones ni qué contraprestaciones piden a cambio.

De momento, la reunión de Madrid prolonga su propia existencia por semanas y nadie se atreve a predecir cuándo se podrá salir del actual punto muerto. Esta semana se discutirá el tema del terrorismo sin que existan esperanzas de llegar a una resolución aceptable para ambos bloques. Las discusiones se han extendido a todos los rincones del Palacio de Congresos, fuera de las salas de reunión, y un jefe de delegación occidental admitía el viernes que «la situación está muy verde» y que «estamos lejísimos de un documento final », lo que parece indicar que el «espíritu de Helsinki» se resiste todavía a comparecer ante la larga reunión de Madrid.

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