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Reportaje:El nuevo gendarme de Estados Unidos en Centroamérica / 1

Washington utiliza a Honduras para cerrar la ruta de las armas hacia Nicaragua y El Salvador

ENVIADO ESPECIAL, Pero bastantes políticos hondureños temen que las exigencias estadounidenses no se queden en meras labores de policía, ahora que Haig ha hecho de Centroamérica el primer experimento dentro de su política de confrontación global con la URSS. Sobre todo si la guerrilla salvadoreña hostiga más de la cuenta o si los sandinistas se muestran díscolos a los planteamientos norteamericanos.Los propios militares de Honduras parecen alimentar estos temores. Durante toda la presente semana, los hondureños alfabetizados, que por lo demás no llegan al 60% de la población, han desayunado con alarmantes declaraciones de portavoces castrenses nunca identificados, que presentaban como «algo inevitable » la guerra con Nicaragua.

Todos los políticos, sin excepción, y también algunos militares,que forman parte del Gobierno militar que preside el general Policarpo Paz, coinciden en que el conflicto con Nicaragua tiene raíces artificiales. El ministro de Asuntos Exteriores, César Elvyr, un coronel que ni siquiera en sus viajes abandona su uniforme y sus medallas, manifestaba días atrás que «fuerzas extrañas están interesadas en provocar un enfrentamiento entre Honduras y Nicaragua».

En las antípodas del espectro político hondureño, el diputado Enrique Aguilar, miembro de un nuevo partido de centro izquierda (PINU), coincide con esta apreciación: «Estamos siendo empujados a una guerra que sólo traería mayores desgracias colectivas a la región centroamericana».

La frontera entre Nicaragua y Honduras tiene más de mil kilómetros desde el Pacífico al Atlántico. Sólo el tercio occidental está algo poblado. El resto es una sucesión de montañas y zonas selváticas. Los dos países mantuvieron en esta zona un litigio que fue resuelto en 1906 por mediación del rey de España.

Desde que los sandinistas derribaron a Somoza se han sucedido las violaciones territoriales a uno y otro lado de la frontera. Nicaragua acusa a Honduras de permitir las incursiones que realizan 15.000 guardias somocistas que recibieron asilo en este país al término de la guerra. Estas incursiones, dicen en Managua, han causado ya la muerte de un centenar de nicas, en su mayoría miembros de las milicias populares, y han costado al país una sangría de al menos 3.000 reses, que los ex guardias pasan a territorio hondureño en manadas. Según la versión nicaragüense, las autoridades hondureñas consienten que los ex guardias somocistas tengan campos de entrenamiento en la zona fronteriza, donde estarían preparando una invasión.

Jonathan Russel, secretario de Prensa y portavoz de la presidencia, rechaza de plano estas acusaciones. «Tales campamentos no existen. Fueron desmantelados el pasado verano, lo que prueba que el Gobierno hondureño no tiene ánimo agresivo frente a los sandinistas». Un recorrido por la zona fronteriza de Guasaule y San Marcos, en el departamento de Choluteca, que es donde se han registrado mayor número de incidentes, nos permitió comprobar que los campamentos habían sido efectivamente desmontados.

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Lo paradójico es que por parte hondureña se trate de restar importancia a los incidentes fronterizos, al tiempo que se orquesta toda una campaña de inequívoco signo belicista. El coronel Daniel Bali, jefe del batallón de infantería del departamento de Choluteca y gobernador militar de la zona, reconoce que muchos de estos roces han carecido de gravedad y que por eso sólo en cinco ocasiones se han presentado protestas formales ante.

Sin embargo, opina que los disparos de mortero efectuados contra las aldeas de San Benito y Palo Verde han constituido una agresión inadmisible.

Tras estas declaraciones prebélicas, casi todos ven la mano de Estados Unidos, que trataría de crear así un nuevo problema al régimen nicaragüense, al que están cercando ya mediante medidas económicas. El objetivo sería acogotar hasta tal punto a la revolución nicaragüense que le resulte imposible mantener su apoyo a la guerrilla salvadoreña.

Aunque no se le cita expresamente, tras esta campaña estaría el embajador Binns. Algo, por otra parte, casi natural, si se considera que los hondureños llaman a la embajada norteamericana « la casa presidencial ».

Policía estadounidense

El nuevo papel de Honduras como policía estadounidense en el área centroamericana no es una invención de Reagan. Forma parte de una estrategia decidida durante el último año de la Administración Carter a propuesta del general Robert Schweitzer. En entrevistas secretas celebradas a comienzos de 1980 en Miami y Washington, Bowdler convenció a los militares que gobiernan transitoriamente Honduras para que aceptaran el papel que durante los cincuenta años precedentes había desempeñado el régimen somocista. Poco después, el general Policarpo Paz se trasladaba a Estados Unidos, donde mantuvo una reunión con el general Haig, por aquel entonces alto funcionario de una empresa de armamento.

El primer paso debía ser la firma de la paz con El Salvador para liquidar la guerra de las cien horas, de 1969. El tratado fue suscrito el 30 de octubre en Lima y ratificado en Tegucigalpa a primeros del pasado mes de diciembre. De esta forma, si la guerrilla salvadoreña ponía en peligro a la Junta, el Ejército hondureño podría intervenir en ayuda de sus nuevos amigos.

El segundo paso debía ser el rearme del Ejército hondureño, que en 1969 era el más débil de la región, hasta el punto de que en cuatro días de guerra con El Salvador estuvo al borde de la capitulación. Con este fin, Estados Unidos concedió el pasado año una ayuda militar evaluada en cinco millones de dólares y prometió diez millones, que en las actuales circunstancias serán más, para el presente año. Por su parte, el Gobierno hondureño dedica al menos el 15 % de su presupuesto (45 millones de dólares sobre un total de seiscientos millones) a gastos de defensa.

Armas israelíes

Estados Unidos e Israel han convertido al Ejército hondureño en uno de los mejor equipados de la zona, sobre todo su fuerza aérea, que cuenta con varias escuadrillas de aviones israelíes Fuga, equipados con motores Phantom, y varias decenas de Hughy-Bell, ampliamente probados en Vietnam en la lucha contra la insurgencia y en operaciones de selva. Diez de estos helicópteros acaban de ser entregados gratuitamente. Seis lanchas torpederas Escorpion fueron adquiridas también el pasado año a Israel.

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