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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Defender la democracia

Los PROLEGÓMENOS del Pleno del Congreso ayer vivieron el emocionado homenaje de los diputados al teniente general Gutiérrez Mellado por su gallarda actuación del lunes frente a los asaltantes de la Cárriara baja. El vicepresidente de Asuntos para la Defensa, agredido por el teniente coronel Tejero, defendió la dignidad del uniforme y dio una lección de moral cívica y de hombría personal.El comportamiento admirable y ejemplar del teniente general Gutiérrez Mellado contrastó vivamente con el esfumamiento del ministro de Defensa en funciones, que es además presidente de UCD. Máxime si se recuerdan las responsabilidades políticas de Agustín Rodríguez Sahagún, bajo cuya gestión los golpistas prepararon el asalto al Congreso.

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Leopoldo Calvo Sotelo, presidente del Gobierno con la mayoría absoluta del Parlamento

Adolfo Suárez, por su parte, cuya falta de coraje político al dimitir como presidente del Gobierno tuvimos ocasión de criticar hace unos días, tuvo un indudable rasgo de valentía e identificación con su figura pública al permanecer erguido en su escaño mientras los sediciosos disparaban sus metralletas. Y si en un primer momento no lo dijimos así, debido a la confusión de las noticias que llegaban, bien merece la pena señalar hoy que Adolfo Suárez durante el secuestro estuvo, a nuestro juicio, a la altura de sus funciones como presidente. Como también hay que felicitarse de la energía y sagacidad con que la comisión permanente de secretarios de Estado y subsecretarios asumió el gobierno de la nación y actuó durante la larga noche.

Entre la votación interrumpida el lunes para la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo y la celebrada ayer se interponía el golpe de Estado frustrado'y la afrenta contra la dignidad del Congreso de los Diputados, humillado y secuestrado por unos hombres que dirigieron sus armas contra los representantes del pueblo, que hacen las leyes, designan Gobiernos y confían el monopolio legítimo de la violencia a las Fuerzas Armadas. La declaración institucional leída ayer por Landelino Lavilla, como presidente de la Cámara, puso de manifiesto la conmoción producida por aquellos acontecimientos. No es de extrañar, en consecuencia, que la mayoría simple del lunes se convirtiera ayer en mayoría absoluta, con el cambio del voto, de la abstención al apoyo, de los nueve diputados de la Minoría Catalana y seis miembros de Coalición Democrática. Los debates de anteriores sesiones habían puesto sobradamente de relieve, que esos quince diputados se movían en el campo del no..., pero y que sólo razones tácticas justificaban su abstención. La circunstancia de que la Minoría Catalana no aplaudiera al final de la sesión al candidato recién investido manifestó también su decisión de instalarse ahora en el sí..., pero.

Lo más importante de la sesión de ayer fue la oferta de Gobierno de coalición hecha por Felipe González, en nombre del PSOE, a Leopoldo Calvo Sotelo, quien rechazó de plano y taxativamente la propuesta en una conferencia de Prensa posterior a la sesión, en vez de hacerlo desde la tribuna de la Cámara. Una teoría general del coalicionismo constituiría un doctrinarismo tan inútil y nocivo como la elevación a categoría abstracta del rechazo sistemático de las alianzas gubernamentales o el aferramiento a los Gabinetes monocolores. Son las situaciones políticas las que, según los casos, hacen aconsejables o criticables esas fórmulas. Todavía vivas las emociones del lunes, para que los ánimos se calmen y también para que adquieran sus nítidos perfiles la extensión y la profundidad de la conspiración golpista -que parece aún latente en muchos sectores-. Pero así como la oferta de Felipe González seguramente seguirá siendo válida en el inmediato futuro, resulta menos probable que la rotunda negativa de Leopoldo Calvo Sotelo pueda ser mantenida.

La formación de un Gobierno monocolor escorado hacia la derecha encierra para las instituciones democráticas el peligro, más o menos remoto, pero imaginable, de que Leopoldo Calvo Sotelo se vea forzado a hacer por las buenas y de manera parcial lo que los sediciosos comandados por el teniente coronel Tejero se proponían realizarpor las malas y de forma global. En tal caso asistiríamos a un golpe de Estado blanco o gris, que no sería más que el primer paso hacia la involución completa de las instituciones democráticas. La opinión expuesta por Leopoldo Calvo Sotelo de que no se deben ni infravalorar ni sobrevalorar los sucesos del lunes podría resultar preocupante si fuera la primera piedra para edificar una teoría remozada, al estilo de la operación Galaxia, sobre el significado y las implicaciones del golpe de Estado frustrado. Tal vez para deshacer esa impresión no fuera inútil, al menos como gesto, que el nuevo presidente del Gobierno llamara, también él, a los ciudadanos madrileños para manifestarse ante el Congreso de los Diputados el próximo viernes por la tarde.

Un Gobierno de coalición, basado fundamentalmente .en la alianza entre UCD y el PSOE, y con inclusión, si es necesario, de otras representaciones menores, ofrecería, sin duda, serías dificultades en su gestación y en la formulación de un programa común. No parece posible, al menos por ahora, que centristas y socialistas puedan alcanzar acuerdos sobre temas tales como la educación, el laicismo de las costumbres, importantes aspectos de la política económica y el ingreso en la OTAN. Esa eventual coalición no debería ser concebida por eso como una fórmula de gobierno para tiempo indefinido y como embrión de una especie de movimiento nacional renovado y constitucional o de una variante hispánica del PRI mexicano. La oferta de Felipe González fue limitada en el tiempo y parece ideada para realizar la democratización de los aparatos del Estado, culminar el proyecto autonómico, reformar la Administración pública y dar una batalla en dos frentes a la vez, política y policial, contra el terrorismo. Ante el descarado desafio a las instituciones democráticas lanzado por los golpistas, fantasma todavía no conjurado, la propuesta de Felipe González parece más cargada de responsabilidad, sentido del Estado, prudencia política y convicciones democráticas que de deseos de satisfacer propósitos partidistas de disfrute del poder.

De lo que se trata hoy no es de defender tal o cual contenido político de un programa, sino la posibilidad misma de que existan programas y se discutan por los representantes populares. Es un hecho que la democracia está aún gravemente amenazada, y no es descartable una repetición de la intentona golpista si la respuesta del poder legítimamente constituido no es, al mismo tiempo, contundente y pragmática. La máxima energía en la gobernación precisa en una democracia el máximo apoyo de representación parlamentaria y de basamento social.

Y es de vital importancia devolverle la ilusión de la libertad y la esperanza, de la convivencia pacífica a este pueblo maltratado y ultrajado por el tenebroso fanatismo de Tejero y los jefes de la conspiración.

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