Estados Unidos estudia la venta de aviones de transporte Hercules C-130 a Argelia
Mientras las relaciones entre Argelia y la Unión Soviética atraviesan una fase de tibieza, la Administración norteamericana, que preside Ronald Reagan, estudia la venta de seis aviones de transporte Hércules C-130 al Gobierno argelino, según informó ayer el periódico Washington Post, basándose en fuentes oficiales de Washington. Estados Unidos había rehusado, hasta ahora, suministrar material bélico a Argelia, a pesar de que los dos países mantienen relaciones económicas importantes. Por otro lado, poco después de la liberación de los rehenes norteamericanos de Teherán, gracias a la mediación argelina, Washington manifestó que estaba dispuesto a aumentar los envíos de armas a Marruecos.El segundo aniversario del mandato presidencial de Chadli Bendjedid, esta semana, coincide con una significativa reafirmación de la diplomacia argelina del no alineamiento, una condena velada de la intervención soviética en Afganistán y la voluntad de propiciar una solución política a la crisis irano-iraquí.
La mediación en la crisis de los rehenes norteamericanos ha traducido el deseo de Argelia de contribuir a un saneamiento de las situaciones conflictivas que afectan a los países del tercer Mundo, sin caer en el maniqueísmo de las alianzas naturales entre este último y el bloque socialista.
La diplomacia argelina quedó sesibilizada ante la ausencia de toda reacción favorable, del citado bloque, al papel jugado en la crisis de los rehenes, contrariamente a la actitud adoptada por la mayoría de países no alineados que encomiaron la discreción y la efectividad de la acción de Argel, considerándola como una forma de defender la revolución iraní contra las solicitudes de las super-potencias.
La presencia argelina en la conferencia islámica celebrada en Islamabad, en febrero del pasado año, para tratar el caso afgano, suscitó los resquemores de la Unión Soviética y abrió un paréntesis de frialdad en sus relaciones diplomáticas, no obstante el hermetismo de sus medios oficiales.
Los medios diplomáticos occidentales en Argel, tanto como los propios analistas argelinos, coinciden en afirmar que, desde el acceso de Chadli a la presidencia, la URSS ha intentado mantener a Argelia en el campo de los fieles aliados, dentro del movimiento de los no alineados, sin conseguir otro resultado que la síntesis de una fiIosofía que hace de la comunidad de intereses el punto de anclaje de las relaciones de este país con el bloque socialista europeo.
Por su parte, los diplomáticos soviéticos no han ocultado jamás el desagrado causado por la ausencia de toda referencia directa a la URSS en las resoluciones adoptadas por el último congreso extraordinario del partido argelino, el Frente de Liberación Nacional (FLN), celebrado el año pasado, comparando este hecho al contenido de la resolución de política exterior, aprobada en febrero de 1979 por el cuarto congreso del FLN, tras el fallecimiento de Bumedian, que calificaba a la URSS de «aliado objetivo de la revolución argelina».
En Nueva Delhi, esta semana, el jefe de la diplomacia argelina, Seddick Benyahia, tras hacer referencia a la situación compleja creada en Afganistán, formuló un llamamiento a la negociación entre todas las partes afganas y condenó la interferencia en los asuntos internos de ese país, sin mencionar explícitamente a la Unión Soviética.
Los soviéticos consideran también que otra de las diferencias de tono constatadas entre la época de Bumedian y la actual se traduce en la ausencia casi total de comentarios críticos hacia la acción de Estados Unidos en la Prensa oficial argelina.
El acceso de Ronald Reagan a la Presidencia de Estados Unidos no habría sido analizado con el espíritu crítico necesario por esos medios argelinos, en opinión de los diplomáticos soviéticos.
Estos últimos admiten, sin embargo, que una de las razones de la actual tibieza de las relaciones entre Argel y Moscú podría radicar en la timidez manifestada por la diplomacia soviética hacia la lucha del Frente Polisario, tanto como las reticencias de Moscú a considerar válidos los argumentos de este último en el conflicto del Sahara occidental.
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