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Helmut Schmidt, dispuesto a mantener una relación amistosa con Reagan

El canciller de la República Federal dE Alemania, Helmut Schmidt, está convencido de que no hay por qué reaccionar de forma «amistosa» frente a la nueva Administración norteamericana de Ronald Reagan, aunque sí abriga «serios escrúpulos» respecto a la formulación del problema de la superioridad militar de una u otra superpotencia mundial. En un discurso de dos horas pronunciado por el canciller ante el Parlamento, en el cuarto y último día de debates sobre los presupuestos generales para 1981, Helmut Schmidt se concentró preferentemente en temas de política internacional y dejó para los últimos minutos el análisis de la actual crisis económica. La actitud del canciller ante el «espíritu Reagan» es de cooperación. Schmidt, a quien durante el mandato de Jimmy Carter no le resultó agradable cruzar el Atlántico hasta la Casa Blanca, dijo ayer que está dispuesto a iniciar conversaciones con el nuevo presidente y con su secretario de Estado, Alexander Haig, cuyas declaraciones del jueves han sido bien recibidas, formalmente, por el jefe del Gobierno alemán.

Helmut Schmidt ha sido el primer presidente de Gobierno de un país de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en, adoptar una postura ante el Parlamento en relación con las últimas declaraciones de Ronald Reagan y Alexander Haig a la Prensa. Y ello otorga, sin duda, un especial ,carácter al discurso del canciller. Para él es positivo que Haig haya insistido en valorar el proceso SALT y el papel de la OTAN, y se haya mostrado contrario a una ampliación del ámbito operativo de la Alianza Atlántica. Todo esto le ha llevado a pensar a Schmidt que quizá ahora cobre nueva fuerza la concepción de una división del trabajo dentro de la OTAN. La RFA sufrió durante el último año de Jimmy Carter grandes presiones de Washington para que aceptase asumir, en principio, funciones militares en zonas ajenas a las tradicionales de la OTAN. La moderada confianza de Sichmidt en la Administración Reagan tendrá una base firme si soviéticos y norteamericanos acordasen negociar al fin sobre los euromisiles, en base al «acuerdo doble» adoptado por la OTAN en diciembre de 1979: este acuerdo, dijo el canciller, es hasta ahora el único compromiso contraído por los norteamericanos en materia de desarme que alcanza a los intereses de la seguridad europea. Un compromiso que, subrayó el canciller, no debe apartarse a un lado.

Este factor, más las conversaciones de Ginebra sobre armas euroestratégicas, constituye «uno de nuestros primordiales objetivos», afirmó Schmidt. Un objetivo que debe primar en forma de «voluntad de compromiso» por ambas partes.

Helmut Schmidt parece ahora más dispuesto a acentuar el carácter europeo de la «estrategia de paz» alemana, aunque sin abandonar los compromisos contraídos con Estados Unidos en el seno de la OTAN. Pero a Europa Central le interesa sobre todo llegar a un desarme efectivo, no unilateral.

En su discurso, el canciller dejó caer alguna que otra observación del gusto de Ronald Reagan. Al referirse a la Unión Soviética, el canciller contrapuso «el objetivo soviético de crear en su favor dependencias en todo el mundo» con la aspiración de Alemania Occidental de mantener su propia estabilidad interior y su capacidad operativa dentro de la OTAN, como punto de partida de todo espíritu negociador. Indirectamente, el canciller ha tratado así, sin duda, de negar el neutralismo que algunos podrían ver en su insistencia en pro de negociaciones efectivas para el desarme.

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