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Proyectados en Madrid "títulos malditos" del cine español

¿Qué hace que una película pueda llamarse maldita? ¿Existe todavía un cine autorizado para ningún público, al margen de las carteleras y pantallas?... En una muestra que se acaba de ofrecer en el Aula de Cine de la Universidad Complutense de Madrid se ha podido comprobar que así es. Pasados los tiempos de la censura cinematográfica, actúan hoy sutiles mecanismos de índole económica o comercial que condenan ciertos filmes al ostracismo al inhibirlos de los circuitos de exhibición.La caza de brujas, de Antonio Drove, catorce años bajo censura; Las bodas de Blanca, anatemizada por el carácter maldito de su autor, Francisco Regueiro, y Niebla, de José Jara, congelada hace cinco años en una distribuidora de porno, fueron los tres primeros títulos programados, seguidos de Paraíso, de Manuel Luxemburgo; Tiempos de constitución, de Rafael Gordon, y Yo creo que..., de Antonio Artero.

Cine prohibido

Seis títulos malditos, nunca proyectados en público, junto a seis cortos, también malditos de acompañamiento, integran el programa de la muestra, la segunda que organiza José Manuel Palacio, coordinador del Aula de Cine, en un intento de recuperar imágenes invisibles y acuñar una nueva modalidad de cine prohibido, marginal, difícil en virtud, casi siempre, de imperativos económicos.Entre las películas seleccionadas o seleccionables, algunas son «malditas de nacimiento», por el contenido del guión o la personalidad heterodoxa del autor, pero la mayoría de ellas resultan inocentes de cualquier perversión, aunque debido a las condiciones del rodaje, factores de producción o a motivos insondables de las casas distribuidoras se ven convertidas, de forma definitiva o pasajera, en cine maldito.

«Los directores han dado grandes facilidades para la realización de este ciclo, aunque no depende de ellos la consecución de los rollos», señala José Manuel Palacio. «Todos han venido personalmente a presentar su obra. En cuanto al público, ha respondido masivamente y la sala de Biológicas se llenó todas las tardes, pero los coloquios que se mantenían después de la proyección han demostrado un bajo nivel de cultura cinematográfica».

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