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La transición presidencial en EE UU

El Kremlin, dispuesto a colaborar con Reagan

Nikolai Tijonov, presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, expresó ayer su confianza en que «la nueva Administración de la Casa Blanca abordará en forma constructiva» las relaciones soviético-norteamericanas.«Apoyamos el desarrollo de una cooperación mutua con este gran país occidental, ventajosa para ambos. Nuestras relaciones con Estados Unidos únicamente se pueden fundamentar sobre una base de igualdad, no injerencia en los asuntos internos y mantenimiento de la seguridad», declaró Tijonov, en su primer discurso, tras su nombramiento, el pasado 23 de octubre.

El dirigente soviético, al presidir los actos conmemorativos del 63 aniversario de la Revolución de Octubre, recalcó la intención de la Unión Soviética de adoptar todas las medidas necesarias para defender su seguridad y la de sus aliados, de cara a las tendencias «peligrosas para la paz» que se observan en la política exterior norteamericana.

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La Unión Soviética está dispuesta a participar en cualquier negociación relativa a la reducción y prohibición de cualquier tipo de armamento, aseguró el jefe del Gobierno soviético.

En su mensaje de felicitación, Leónidas Breznev, jefe del Estado y del Partido Comunista de la Unión Soviética, había expresado a Ronald Reagan su esperanza de que las relaciones entre Moscú y Washington «sirvan a los intereses de los pueblos soviético y norteamericano y a la propia paz».

Breznev, presente en el solemne acto, parecía gozar de excelente salud y dio la mano a las personalidades que ocupaban la tribuna de honor, entre las que figuraban Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista chileno, y el presidente de Etiopía, Mengistu Haile Mariam.

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La hostilidad declarada que presidió el enfoque soviéticosobre la campaña de Reagan se ha convertido en una moderada complacencia.

De hecho se acusa al Gobierno demócrata de Jimmy Carter de girar a la derecha y, simultáneamente, provocar el deterioro de los principios que rigen la distensión e intensificar la carrera armamentista.

En cambio, los ataques contra Reagan, al que se había acusado de «histeria antisoviética», han cesado como por encanto.

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