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Reportaje:

Clausura del homenaje de Cantabria a Gerardo Diego

Las jornadas de homenaje de la región de Cantabria a su poeta Gerardo Diego concluyeron en la noche del martes con un acto académico organizado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo y con una cena-concierto ofrecida por el pueblo de Santander, en la que se interpretaron algunas de las composiciones preferidas por «el más músico de los poetas españoles».En el paraninfo de la Magdalena, que llenaba un público admirador del poeta, acompañaron a Gerardo Diego en la presidencia los rectores de las universidades santanderinas de verano e invierno, profesores Raúl Morodo y Ortiz Melón, y uno de los promotores del homenaje, el ex director de la Biblioteca Menéndez Pelayo Ignacio Aguilera, además de Dámaso Alonso, director de la Real Academia de la Lengua, que habló de Las tierras de España en la poesía de Gerardo Diego.

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De pie, con voz bien timbrada, y durante más de una hora, Dámaso Alonso hizo un recorrido por la poesía de su compañero de generación, fijándose especialmente en las composiciones que aluden a tierras y paisajes de España, porque «abarcar todos los temas de la poesía de Gerardo», puntualizó, «exigiría horas y horas de conferencia. La poesía de Gerardo», dijo, «es la más larga de años de todos los poetas de España, la más rica y variada, y siempre gustosa y alta».

Dámaso Alonso destacó de la poesía de Gerardo Diego aquellas composiciones numerosísimas que hacen relación a las distintas regiones de España, ofreciendo con recitado lleno de emoción una o varias muestras de cada caso. Poemas a Andalucía, a la que Gerardo dedicó un libro de título santanderino, El jándalo; poemas a Cataluña, «tierra de nobles y de amigos ciertos»; a Galicia, con alusiones repetidas a sus poetas, y en concreto a Santiago, con el libro Angeles de Compostela, del que son estos versos: «También la piedra, si hay estrellas, vuela», que Dámaso Alonso señaló como característicos en el permanente «deseo de crecimiento, de altura», que recorre la poesía de Gerardo Diego; poemas a Soria, donde el poeta ejerció dos años su cátedra de Literatura, siguiendo los pasos de otros dos grandes poetas andaluces, Bécquer y Antonio Machado, a los que Gerardo dice en uno de sus versos: «También, como vosotros, subí a Soria a soñar». Dámaso Alonso destacó, «entre los sonetos que yo prefiero», dos de Gerardo escritos desde Soria, porque al leerlos «se siente con estremecimiento el paisaje de España, la profundidad de la tierra de nuestros afanes».

El nacimiento de España

En esa «geología yacente e inspirada» de Gerardo Diego encuentra también su compañero de generación «una idea muy exacta del nacimiento de España», a la que el poeta santanderino canta en cada una de sus regiones, cuyo centro geográfico es el pico Tres Mares, en la cordillera Cantábrica. Un poema de Diego, estudiado y recitado por Dámaso Alonso, enseña esa geografía: en el Tres Mares nace el Híjar-Ebro, que muere en el Mediterráneo; nace el Pisuerga, que desemboca en el Atlántico, y el Nansa surge también en el Tres Mares, para despeñarse rápidamente en el Cantábrico. He aquí los tres mares de España, «España entera en torno».Después de analizar la poesía que Gerardo Diego dedica a la región vasca, de la que tiene ascendencia por línea materna (Diego y Cendoya), inicia Dámaso Alonso el estudio de la poesía santanderina del novísimo doctor honoris causa por la Universidad de Santander, «su cuna, su palabra». El conferenciante prodigó en este capítulo el recitado de poemas porque en ellos «está el origen del arte y del verso del poeta».

Gerardo Diego, en su contestación, dijo que Dámaso Alonso ha acumulado «a lo largo de nuestras largas vidas paralelas» motivos para su agradecimiento, y dedicó el resto del breve discurso a recordar su época de estudiante y profesor en la Universidad Internacional antes de la guerra civil, en especial a Pedro Salinas, a Blas Cabrera y a Miguel de Unamuno. Del segundo, que fue rector de la Universidad Internacional, Gerardo Diego dijo que había llevado la misma medalla de académico que él tiene ahora, añadiendo con humor que «provisionalmente, porque es una medalla que hay que devolver». Y de Unamuno, el poeta santanderino se declaró discípulo. «Me quería mucho don Miguel», explicó, «y yo pensaba dedicarle mis versos de Soria, porque él fue mi primer inspirador. Hay versos que yo no hubiera podido escribir sin la poesía de Unarnuno». Pero la impresión del libro Alondras de verdad se retrasó hasta el año 1941, terminada la guerra, y «para entonces ya había muerto don Miguel, cuyo recuerdo hoy me produce tanta emoción», añadió el poeta.

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