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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ayuda española a Argelia

LA SOLIDARIDAD entre los pueblos, cuando sobre alguno de ellos se cierne una catástrofe natural de magnitud, es uno de los pocos aspectos de las relaciones internacionales no contaminados por el egoísmo político o comercial. Ante un cataclismo como el terremoto padecido por Argelia prima el impulso altruista de la ayuda inmediata hacia una ciudad destrozada y con 20.000 muertos e incalculables heridos entre sus ruinas. Así, las fotografías del desastre muestran a obreros japoneses ayudando al desescombro de El Asnam (el Gobierno japonés ha entregado cien millones de pesetas a fondo perdido) o a la VI Flota estadounidense dirigiéndose a Argel para asegurar las comunicaciones y desembarcar personal médico; Marruecos ha sido uno de los primeros países en ofrecer su ayuda al vecino-enemigo, y hasta Israel tiene preparados desde el primer momento aviones de transporte con médicos y material sanitario por si Argelia autoriza el aterrizaje en su territorio.La reacción española ha tardado cinco días en materializarse en el envío de un avión con material de Cáritas y Cruz Roja (mantas, tiendas de campaña, medicinas), mientras los ministerios de Defensa y Exteriores estudian la posibilidad de remitir a Argel un hospital de campaña. Poco y tarde para tratarse de un país que es nuestro vecino en la otra orilla del Mediterráneo y afectado por un seísmo que fue sentido en suelo español. Una reacción que contrasta -curiosamente- con la que tuvo el régimen franquista ante el terremoto que asoló la ciudad marroquí de Agadir: el socorro español, ampliamente generoso, fue el primero en llegar.

Que Argelia cobije en su territorio a las fuerzas del Frente Polisario que mantienen en su poder a 38 rehenes españoles no es óbice para mostrar tanta lentitud y modestia en la ayuda que ahora precisa el pueblo argelino. Ni siquiera es probable que el estado de las relaciones entre Argelia y España haya dislocado un más amplio apoyo de nuestro Gobierno a las víctimas de El Asnam. Sencillamente -y esto sería lo peor-, ha faltado sensibilidad gubernamental, ese sentido de solidaridad entre los pueblos al que aludíamos en un principio, para com prender que los 20.000 muertos de El Asnam son algo más que una estadística: son una tragedia próxima que merece mayor generosidad.

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