La Feria de Francfort, "el mayor espectáculo bibliográfico del mundo", no logró sus objetivos
La edición 1980 de la Feria del Libro de Francfort podría quizá sintetizarse, a grandes rasgos, como el «mayor espectáculo bibliográfico del mundo», y de todos los tiempos en esta ocasión, en el que el protagonista del momento, el polaco Czeslaw Milosz, brilló por su ausencia; en el que el homenajeado principal, la literatura africana, no logró su objetivo principal, y en el que, como cierre, se produjo una gran sacudida de la conciencia política, y esto en una feria que tiende progresivamente a una creciente «despolitización».
En la iglesia de San Pablo de Francfort, escenario de grandes momentos políticos de la moderna Alemania, el nuevo «premio de la paz» de los libreros alemanes, Ernesto Cardenal, defendió el domingo sin eufemismos la vía revolucionaria como expresión de caridad cristiana.Apenas trascendió el nombre del nuevo premio Nobel de Literatura, Czeslaw Milosz, editores y Prensa se lanzaron a la búsqueda de ejemplares del autor galardonado. «La noticia nos ha sorprendido», comentó un representante de la Asociación de Editores Alemanes. Como todos los años, el gremio editorial se mantenía a la expectativa de que al fin el galardón recayese en algún consagrado, como Graham Green, del que se ofrecían en la feria colecciones completas. Las pocas editoriales que contaban con obras del polaco-lituano Milosz se apresuraron a notificarlo.
Por parte alemana, tan sólo la editorial Suhrkamp estaba en condiciones de presentar dos libros del nuevo premio Nobel: Después de la catástrofe y Pensamiento seducido, éste con prólogo de Karl Jaspers. La producción mejor de Milosz estaba clasificada entre aquellas obras que ya habían quedado fuera de los programas editoriales. Kiepenheuer Witsch comunicó que «por el momento» no estaba en condiciones de ofrecer obras del Nobel, como Canción del fin del mundo y Valle del Isa, obras que ya habían dejado de venderse y de editarse. En el recinto de la feria se produjo cierto revuelo cuando se supo que una pequeña editorial de Lausana contaba con un estimable fondo de autores de Europa oriental. El propietario y director, un yugoslavo, destacó inmediatamente entre todas sus ofertas la obra principal de Milosz, Enfant d'Europe.
«La tónica es ahora la de un regreso a las fuentes». Este comentario de un directivo de la editorial Athenaeum alemana refleja adecuadamente la orientación de la edición 1980 de la Feria del Libro a orillas del río Meno. La «nueva peregrinación a las fuentes» ha implicado una enorme sobrecarga de biografías, libros de viaje, tratados de arqueología y prehistoria, reediciones de clásicos y facsímiles que, como el del evangeliario de oro de Echternach, alcanzan precios de hasta 14.500 marcos.
Poco interés ha ofrecido la feria entre sus 86.000 novedades, de un total de 285.000 volúmenes expuestos. Los «libros de cosas», pequeños manuales prácticos, han ganado la palma. La misma tónica que también ha dominado en la presencia española en esta feria, en la que ha destacado la obra traducida e insólitas muestras retrospectivas, como Camino, de Escrivá de Balaguer; o Estampa de capitanes y El espíritu militar español, del general Vigón, pasando por 59 títulos de Félix Rodríguez de la Fuente. Claro está que ni las editoriales ni la dirección de la feria son responsables de que la demanda cultural siga este o aquel derrotero. «Más vale acertar que escoger», sentenció el técnico del INLE que ha redactado el catálogo conjunto de las editoriales españolas presentes en Francfort.
Sin embargo, el acierto parece que sería más completo si no ocurriese, como a un expositor español, que a veces se ignora por parte de los representantes españoles Incluso lo que los alemanes califican como «terna fuerte» de la feria de un año determinado. En el caso de 1980, la literatura africana. Ya se sabe que el próximo motivo ferial será «las religiones».
Aunque «acertar» sea más importante que «escoger», no por ello no escoger significa de antemano acertar, como parece sugerir el dicho español anterior. Y así, entre acreditados y lujosos volúmenes, se ha echado de menos una mayor presencia de literatura clásica española, y de más, un exceso de traducciones, a veces con excesivo sabor alemán, como en el caso de una colección de libros infantiles. ¿Tiene sentido acudir a la República Federal de Alemania con esta producción traducida?
Añadamos que España ha estado presente en Francfort con unos 2.215 títulos de 247 editoras. En este conjunto tan sólo han figurado, entre otras. una obra de Aleixandre, dos de Miguel Delibes, cuatro de Agustín García Calvo, una de Juan Ramón Jiménez (Platero y yo), cinco de Neruda, tres de Francisco Umbral y dos de Quevedo, por citar uno de los pocos clásicos presentes en la muestra.
En síntesis, escasa presencia de la literatura contemporánea, aún mas reducida de los clásicos y abrumadora mayoría de libros carentes de interés aquí. Por ejemplo, y sin entrar en calificar, la obra titulada Macho montés: origen, vida y muerte.
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