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EE UU y la URSS discuten el futuro nuclear de Europa

Soledad Gallego-Díaz

Las conversaciones exploratorias entre Estados Unidos y la Unión Soviética sobre limitación de armamento nuclear en suelo europeo comienzan mañana en Ginebra. Se trata de unas conversaciones sin precedentes en la historia porque, aunque hayan recibido ya el nombre de SALT III, presentan unas características muy distintas de las dos anteriores rondas de negociaciones entre los dos colosos del mundo. Por primera vez, Europa se encuentra implicada de lleno como objeto de negociación entre las dos superpotencias, y todo ello sin participar en la mesa de conversaciones y confiando a su mejor aliado, Estados Unidos, la defensa de unos intereses que no son siempre coincidentes con los de Washington.

Mientras que las SALT I y SALT II trataron de limitar el armamento nuclear intercontinental, las conversaciones de Ginebra tienen por objetivo fundamental impedir una loca carrera de armamentos en la propia Europa.La carrera se ha iniciado ya como consecuencia de los notables cambios de estrategia protagonizados en los últimos años por la Unión Soviética y, a renglón seguido, por la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El momento cumbre de este cambio de actitud se produjo el pasado mes de diciembre, cuando los ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores de los países aliados aprobaron la fabricación y despliegue en suelo europeo de 575 misiles norteamericanos, capaces de hacer blanco en el interior de la URSS.

Hasta ese momento, Europa occidental no consideraba necesario poseer misiles con base en tierra -los más eficaces- y con un radio de acción tan amplio. Los Júpiter y Thor instalados en Gran Bretaña, Italia y Turquía en la década de los cincuenta fueron desmantelados años después, cuando el potencial nuclear estadounidense era ya tal que podría contestar desde sus propias bases cualquier ataque, garantizando la destrucción de las dos terceras partes de la industria soviética y de un tercio de su población.

El armamento nuclear con base en tierra, que continuó instalado en Europa occidental, se limitó durante todos estos años a misiles de corto radio de acción, pensados fundamentalmente para su empleo en el «campo de batalla», es decir, en propio suelo occidental o, en todo caso, en las «proximidades» de la URSS.

La fabricación por parte de la Unión Soviética de los famosos aviones bomba Backfire (detectados en 1974) y los sofisticados SS-20, con tres cabezas nucleares y capaces de hacer blanco en cualquier punto de Europa, así como el creciente temor de que Estados Unidos no expusiera, en un momento dado, a sus propios ciudadanos a las bombas soviéticas en defensa de Europa, llevaron el pasado mes de diciembre a la OTAN a aceptar las presiones estadounidenses y a revisar su política de defensa.

Angustiados al mismo tiempo por los desastrosos efectos que una carrera de armamentos entre Europa y la URSS puede tener para la economía occidental, los aliados lanzaron simultáneamente un llamamiento a la negociación. La Unión Soviética, que acogió violentamente el acuerdo aliado (los euromisiles abren un camino peligroso para Moscú, obligado a atender dos frentes nucleares y a aumentar también sus ya espectaculares gastos de defensa) recapacitó y aceptó, a primeros de julio, el inicio de las conversaciones.

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Aun suponiendo que el presidente Carter gane las próximas elecciones presidenciales -la eventual victoria de Reagan produce escalofríos en Bruselas-, y que éste haga ratificar lo más pronto posible las SALT II, resulta claro para muchos observadores atlánticos que existirán «diferencias» de apreciación entre Estados Unidos y sus aliados. De hecho, las primeras diferencias han surgido ya desde el primer momento a propósito del alcance mismo de las negociaciones de Ginebra. Para los aliados europeos deben estar estrechamente ligadas a las «rondas» anteriores -de forma que los dos negociadores se sientan más directamente obligados a llegar a acuerdos, a riesgo, si no de perjudicar tratados ya firmados-, mientras que Washington no parece compartir, en absoluto, esta idea.

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