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Reportaje:Siete años después del "pinochetazo" / y 2

La Junta chilena ha entregado el país al capital extranjero

Los economistas de la academia de humanismo cristiano señalan los siguientes rasgos ensenciales de la política económica chilena: sistema de propiedad privada ningún tipo de restricción: abdicación, por parte del Estado, de su función como agente económico; máximas garantías para la libre competencia, sin ningún intervencioncionismo estatal: desarrollo de las instituciones financieras y total libertad para el comercio internacional, incluido el tráfico monetario. Por último, el sistema tributario grava con un idéntico 20% (impuesto sobre el valor agregado) los productos básicos y los artículos de lujo.Los ejemplos están a la vista. Sólo dos años después del golpe, el número de funcionarlos públicos se había reducido casi a la mitad. Cerca de quinientas empresas públicas fueron privatizadas a precios de saldo, y las dos terceras partes de la tierra, expropiadas en virtud de la reforma agraria que inició Frei, fueron vendidas al mejor postor.

Paralelamente se liberalizaba al máximo el comercio exterior y la entrada de capitales. Un arancel único del 10% grava los artículos importados. A los capitales exterriores se les impone el tipo de carnbio -el peso está sobrevalorado-, pero, como contrapartida, se les asegura una absoluta movilidad.

Pueden volver a salir del país en cualquier momento y no hay ningún impedimento para exportar los beneficios.

Esta política económica ha dado origen a un verdadero alud de productos importados y de capitales. Más de siete millones de dólares entran diariamente en Chile, aunque cinco millones hacen el camino inverso para amortizar la deuda exterior. Los créditos proceden, en su mayoría, de la gran banca y de las multinacionales, mientras que se han reducido los préstamos de otros Gobiernos o de organismos públicos. Es el capital privado multinacional el que sustenta al régimen chileno. Puede asegurarse que casi ninguna de las primeras empresas de la clasificación mundial está ausente de Chile.

El dinero adquiere aquí una rentabilidad inancanzable en otros países. Durante a crisis de 1975 se llegó a pagar un 1% de interés diario. Todavía hace tres años, la tasa media anual obtenida por los bancos superaba el 0% y en la actualidad ronda el 30%.

Cuando las empresas tienen que pagar el dinero, este precio, es casi inevitable que disminuya la inversión productiva. Si a esto se suma que el Estado ha renunciado a cualquier tipo le protección a la industria nacional, reduciendo al 10% los aranceles, la consecuencia es obvia: una idustria que empleaba hace diez años al 30% de la población activa sólo da trabajo al 17%. La agricultura y la minería han pasado del 13% al 25%, mientras que el sector servicios ha crecido del 47% al 58%.

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Vender artículos importados y prestar dinero se han convertido en los dos grandes negocios de Chile. Dos negocios que van unidos, porque, con el cuadro salarial descrito, sólo el pago a plazos permite mantener unos altos niveles de consumo.

Este país, al que alguien ha definido como una larga frontera montañosa de 4.500 kilómetros, conoce ahora mismo una fiebre consumista que está muy por encima de su capacidad adquisitiva. Un brillante economista que pertenece a la Unidad Popular y que prefiere silenciar su nombre, dice al respecto: «Yo he sido testigo de cómo los banqueros buscan gente a la que poder prestar dinero. No hacen falta avales. Sólo que si tú no pagas, te quitan lo que compraste».

El grupo de economistas de la vicaría de Pastoral Obrera apunta algunas consecuencias de esta política: «Esto da pie a un individualismo feroz, a una competencia que termina por valorar a las personas según lo que tienen y a unas perversiones del consumo. Porque hay créditos para comprar automóviles, televisores, electrodomésticos, artículos, todos ellos, de importación. Pero no hay créditos para adquirir alimentos o para educar a los hijos. De hecho, el consumo de proteínas y vitaminas ha descendido sin parar en estos siete años».

Prioridad para la defensa

Hace diez años las importaciones chilenas eran básicamente de productos alimenticios (casi el 80%). En la actualidad, apenas suponen el 20%, mientras que los productos de consumo directo y los automóviles triplican este porcentaje. Para maquinaria productiva queda un escaso 20%. «Chile ha tenido tradicionalmente», dice Humberto Vega, «tres opciones en sus importaciones: cañones. mantequilla o maquinaria. El régimen actual le ha añadido una cuarta, los artículos de consumo, y a ellos, a los cañones, ha destinado sus divisas».

No hay datos fiables sobre gastos de defensa, pero se calcula que este capítulo absorbe el 15% del presupuesto y que la reducción del funcionariado público ha ido acompañada de un aumento del persornal militar, hasta el punto de que actualmente se aseaura que el Estado tiene a su cargo tantos militares como civiles.

Como contrapartida, el gasto público destinado a necesidades sociales (vivienda, salud, educación) ha disminuido respecto a 1973. Las asignaciones para hospitales se han reducido hasta el punto de que los enfermos deben pagar vendas, bastantes medicinas e incluso el papel higiénico, porque los presupuestos no llegan.

El déficit de viviendas alcanza tales proporciones que Pinochet tuvo que prometer al término de la jornada plebiscitaria la construcción de 900.000 viviendas en los próximos nueve años. Nadie se explica cómo va a ser esto posible si se tiene en cuenta que en los últimos años se han construido menos de 25.000 viviendas anuales, y de ellas, tan solo 8.700 corrían a cargo del Estado.

Si se toman todos estos datos, se les añade una legislación sindical represiva, una Inflación del, 36%, todo ello en un marco político opresivo, no es apresurado concluir que cualquier explosión social puede ocurrir aquí. Sólo la omnipresencia de los confidentes policiales (varios centenares de taxistas colaboran con los servicios informativos) y el impresionante aparato militar pueden sustentar al régimen.

Escándalos financieros

Ni siquiera los escándalos financieros afectan seriarnente al sistema. Todavía es bien reciente la fuga al extranjero de varios personajes vinculados a la antigua DINA (policía política) con más de doscientos millones de pesos en los bolsillos. En el escándalo está incluido el ceneral Manuel Contreras, ex director de la DINA, acusado de ser el organizador del asesinato de Orlando Letelier. El «negocio» consistía en cobrar del Estado los beneficios fiscales destinados a la exportación. Unas empresas fantasma radicadas en Panamá certificaban exportaciones que nunca se realizaron. El llamado «escándalo del IVA» (impuesto sobre el valor agregado) consistía en cobrar directarriente el 20% del valor de las supuestas exportaciones.

Mientras tanto, «duros» y «blandos» se disputan los favores del general Pinochet. Los primeros serían partidarios de una definitiva institucionalización en el poder de las fuerzas armadas, sin ningún tipo de concesiones a la democracia. Su modelo no está muy lejos del franquismo más recalcitrante. Los «blandos» eran partidarios de una apertura más rápida, con el fin de mejorar la imagen Internacional del régimen. Destacados mililantes del Opus Dei figuran en sus filas.

Entre unos y otros han elaborado una Constitución que, en opinión del abogado Hernán Montealegre, configura «la mayor concentración de poder que se ha hecho en la historia del derecho público chileno». Esa puede ser, sin embargo, la gran debilidad del general Pinochet. Son ya demasiados los militares que ven con recelo que el régimen militar deriva cada vez más hacia una dictadura personal.

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