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Reportaje:La China que juzga a Mao / y 3

Los dirigentes de Pekín buscan un entorno internacional pacífico que permita la modernización del país

Francisco G. Basterra

La alianza de China con Japón, su enemigo histórico, que en este siglo le invadió dos veces, y con Estados Unidos, principal adversario ideológico de cualquier sistema socialista, supone el cambio estratégico más importante ocurrido en el mundo desde el final de la segunda guerra mundial. El nuevo eje creado en el Pacífico desplaza desde Europa a Asia el centro de gravedad de la política internacional. Más de la mitad de la humanidad vive en la cuenca del Pacífico, y las relaciones económicas existentes en esta zona superan cuantitativamente a las europeas. Esta inversión de alianzas sólo tiene para China una explicación: impedir que la política «expansionista y hegemonista» de la Unión Soviética provoque una nueva conflagración mundial. Los dirigentes de Pekín buscan, sobre todo, un entorno internacional pacífico que les permita sacar al país del atraso económico y modernizar sus débiles fuerzas armadas, incapaces hoy día de sostener un conflicto bélico de cierta entidad. Un enviado especial de EL PAÍS habló en Pekín con expertos chinos en política exterior.

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«El mundo vive una situación semejante a la de 1939», previa al desencadenamiento de la segunda guerra mundial. Esta es una de las principales afirmaciones con las que los responsables chinos explican al visitante el momento internacional. El análisis de la política exterior china reposa en un único dogma: la Unión Soviética es culpable, «ya no es un país socialista, es socialimperialista ». Goebbels decía que la repetición insistente de una mentira acaba produciendo una verdad, pero los dirigentes de Pekín rechazan esta manipulación. Insisten en que trabajan sobre una verdad absoluta sobre la que construyen toda una teoría de «buenos» y «malos». Esta aparente ingenuidad y maniqueísmo en la interpretación de lo que hoy sucede en el mundo es la constante de todas las argumentaciones, lo que explica que la política exterior china, en todos los problemas y en todos los continentes, se haga y se argumente en función de la Unión Soviética. Lo que es malo para Moscú es bueno para Pekín.China se siente rodeada y tiene miedo. Esto explica, en parte, su análisis internacional. En la frontera norte debe contener a 46 divisiones soviéticas, con un millón de hombres, mientras que en el sur se ha abierto un nuevo frente en el que Vietnam ha colocado 600.000 soldados. La posible instalación de misiles soviéticos en Vietnam capaces de alcanzar el territorio chino, al sur del río Yangtsé, preocupa en Pekín. Por otra parte, la invasión de Afganistán, desde donde también los cohetes rusos podrían alcanzar el oeste de China, es otro factor más de envolvimiento.

Sin olvidar la reforzada presencia naval soviética en el mar de la China, con apoyo en la nueva base naval de Cam Rahn, famosa por su utilización por los norteamerica nos en la guerra de Vietnam. A es tos elementos se añade el recelo ante la actitud de Indira Gandhi en India, cuya política de acercamiento a Moscú (firma de un con trato de suministro de armas por valor de 1.600 millones de dólares) y su reciente reconocimiento, de Kampuchea, que convierten a este inmenso subcontinente en un ene migo potencial. Entre China e In dia existen unos problemas de reclamaciones territoriales que pue den arreglarse, y la cuestión del Dalai Lama, que reside en India, y cuya influencia sobre la región china del Tibet es todavía grande a pesar de las concesiones au tonómicas hechas últimamente por el Gobierno central de Pekín. La prevista visita del ministro de Asuntos Exteriores chino a India ha sido suspendida, a causa del re conocimiento indio de Kanipu chea.

Vietnam, "peón" de la URSS

Pero la amenaza que obsesiona actualmente a los dirigentes chinos es Vietnam y su «hegemonismo local» como peón de la Unión Soviética en Indochina. Esta política sólo puede ser contenida plantándole cara a la URSS desde una posición de fuerza -explican los expertos en Pekín- «Por eso castigamos a Vietnam en la guerra de contraataque de 1979», que costó a la economía china 1.350 millones de dólares. «Entonces estuvimos preparados para que Moscú enviara tropas, pero no lo hizo. La URSS tendrá que pensárselo antes de atacarnos. Necesitaría muchos soldados y no sería sólo una guerra contra China, sino un conflicto global».

Observadores diplomáticos estiman que China no atacará de nuevo a Vietnam mientras que la presión que mantiene en su frontera con Hanoi sirva para distraer tropas vietnamitas de Kampuchea, y de un respiro a la guerrilla jemer roja. Pero si la guerrilla ayudada por Pekín -cuyo apoyo al régimen de Pol Pot, «que cometió algunos errores», explican difícilmente estuviera a punto de desaparecer por un aumento de la presión militar, o Vietnam invadiera Tailandia, China atacaría con unas consecuencias incalculables, opinan los mismos medios. Esta vez sí intervendría la URSS, sobre todo si los chinos amenazan Hanoi.

China cree, sin embargo, que el «aventurerismo» de Vietnam, a quien llama la Cuba de Asia, tiene unos límites marcados por la mala situación económica del país, la sangría que le supone a la URSS su apoyo -2,5 millones de dólares diarios, según cifras chinas- y la voluntad de los países de la ASEAN (Malasia, Filipinas, Tailandia, Indonesia, Singapur) de enfrentarse a la política expansionista de Vietnam.

Existe, asimismo, un problemaconcreto muy delicado en las relaciones chino-vietnamitas: la plata forma continental entre los dos países es rica en petróleo. Con un criterio de prudencia, China está congelando su búsqueda y explo tación.

Condena a la Unión Soviética

Una de las grandes incógnitas de la política china reside en saber si la condena a la URSS en el plano internacional se extiende también al sistema social soviético, a la política interna del país que realizó la primera revolución socialista. Actualmente, las causas que provocaron la ruptura ideológica entre Pekín y Moscú han desaparecido en gran medida. En 1964 se consumó el cisma con la calificación de «revisionista» concedida por los chinos al Partido Comunista de la Unión Soviética, pero el pasado mes de abril el Diario del Pueblo, en nombre del PCCH, de claró que los fundamentos ideológicos que condujeron a la separación no eran «científicos» y fueron erróneamente aplicados por una línea ultraizquierdísta.

Sin embargo, los funcionarios chinos consultados por EL PAÍS insistieron en condenar también la política interna de la URSS, reflejo de su «socialimperialismo» en el plano internacional. Su sistema de propiedad -dicen- sólo conserva las formas socialistas, ya que todos los medios de producción están en manos de una camarilla burocrática que ha decidido el desarrollo desproporcionado de la industria pesada para fines militares, en detrimento de los bienes de consumo que niegan a la población.

Los chinos no confian excesivamente en un cambio político esencial a la muerte de Breznev. Este giro, cuando se produzca, vendrá forzado por el propio pueblo soviético. La invasión de Afganistán ha provocado -en opinión de los expertos chinos en política exterior- una mayor disidencia en la URSS, al mismo tiempo que hace que una parte del Ejército Rojo no quiera una nueva guerra. Los síntomas de aumento de la disidencia en los países del Este son valorados también como signos importantes.

Frente único

Para los chinos, después de las aventuras africanas, fundamentalmente Angola, y la invasión vietnamita de Kampuchea, la política expansionista de la URSS ha entrado en una tercera fase con la invasión de Afganistán, que supone aplicar la política de ios zares de avanzar hacia los mares calientes. «Nos sorprende», me explicaron en Pekín, «la actitud europea de apaciguamiento ante este avance soviético». China desea una Europa unida -en este sentido apoya, aunque no explícitamente, el ingreso de España en la OTAN-, cuya actitud firme ante Moscú obligue al Krenilin a mantener a las tres cuartas partes de su Ejército en sus fronteras europeas, descargando la presión sobre la frontera asiática con China. En Pekín no entienden las sutilezas económico-comerciales que pueden explicar las diferentes actitudes mantenidas por el canciller Schmidt o el presidente Giscard d'Estaing ante Breznev, en un intento de mantener la distensión. «Dando comida a los tigres no se les detiene», opinan los chinos, que creen que la distensiónsólo es un reposo para el agresor.

En este contexto les parece ingenuo e inoperante celebrar la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea en Madrid, que, según ellos, sólo será capitalizada por la URSS. «Más que Conferencia de Seguridad deberían llamarla conferencia del peligro», me dijo un funcionario chino. Una sola ilota positiva en este análisis: «Al menos vemos con agrado que los señores Rupérez y Oreja hayan manifestado que debe tratarse en la conferencia el tema Afganistán».

China afirma que Europa sigue siendo el primer objetivo de la URSS, y señala el peligro de que con una táctica de envolvimiento -amenaza a los suministros de petróleo y materias primas de Oriente Próximo y Africa-, sembrando la discordia entre los diferentes países del Viejo Continente y separando a Europa de Estados Unidos, Moscú consiga la finlandización de Europa, «la victoria sin guerra». En algunos momentos se creería que hablan Kissinger o Nixon cuando se escucha a los responsables chinos. «Nuestros intereses y los de Europa occidentan», concluyen, «son inseparables».

Ante la amenaza global soviética, China, como ya lo hizo en los años treinta con la unión de las fuerzas de Mao con las de Chang Kai Chek contra el invasor japonés, o a semejanza del frente antifascista europeo de 1939, propone ahora un «frente único» de contención del expansionismo de la URSS.

Dudas sobre Carter

A las vacilaciones de Europa se suman, según los chinos, la debilidad de Estados Unidos, que observa una actitud defensiva y ha permitido los avances de la URSS en Afganistán y Vietnam. En Pekín se teme que, a pesar de las promesas hechas por el presidente norteamericano, Carter tampoco afrontaría decisivamente nuevas amenazas soviéticas en la retión estratégica de Oriente Medio. A pesar de la irritación provocada por la ambigua política de Reagan respecto a Taiwan -con su defensa confusa de mantener relaciones «oficiales» con las dos Chinas-, que no pudo ser disipada con el reciente viaje del candidato vicepresidencial Georges Bush a Pekín, los chinos con los que pude hablar piensan, que es muy probable la llegada de Reagan a la Casa Blanca, y en sus conversaciones valoran como escasas las posibilidades de Carter. Reagan, estiman como dato positivo, aportaría una política bastante más firme frente a la URSS.

La alianza con Japón y Estados Unidos no es sólo para China una cuestión de táctica, sino una estrategia a largo plazo, insisten los responsables de la política exterior. En el caso de Japón se trata también de una fabulosa relación contractual. China le suministra a Japón todo el carbón que necesita, además de petróleo, y Japón, por su proximidad geográfica y agresividad comercial, es el gran «modernizador» de China. Sus camiones, televisores, aparatos de aire acondicionado, se anuncian en las primeras vallas publicitarias aparecidas en Pekín y comienzan a penetrar, lenta pero firmemente, en un mercado de mil millones de consumidores. Los proyectos económicos entre los dos países están valorados en 50 trillones de yens.

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