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KoIdo Mitxelena: "El eusquera es una lengua entre las otras"

Clausura de los Encuentros Internacionales de Vascólogos

«No hace falta recurrir a consideraciones étnicas o de otro tipo para constatar, incluso por razones de pura eficacia, que si hay una actitud nefasta ante la lengua vasca, esa actitud es el chovinismo. La lengua vasca, con sus características propias -que no son exclusivas- es una lengua entre otras». Koldo Mitxelena, desde su autoridad incontestada de primer especialista mundial en filología vasca, cerró los Encuentros Internacionales de Vascólogos, con un llamamiento a la apertura de los estudios vascos al mundo exterior.

En su opinión, sobrepasada ya la fase en que, por razones socioculturales, el estudio de la lengua vasca era una labor propia casi exclusivamente del clero, como única clase ilustrada del país; superado también, en otro sentido, el estadio de la lengua como «conglomerado tradicional», cuando la escuela, enemiga en otros tiempos, parece perfilarse como la más fiel aliada del eusquera, los estudios vascos deben abrirse a la ciencia universal como condición para el propio desarrollo. Mitxelena ilustró su pensamiento con una referencia a la letra del Gernikako Arbola -melodía con la que se clausuraron los encuentros-, en la que Iparraguirre aboga porque los frutos del árbol de Guernica se «extiendan por todo el mundo»: «Obtendremos frutos para el país en la medida en que demos frutos a los demás pueblos».En ese sentido, por satisfactorio que sea «ver aquí a lingüistas de todo el mundo», más importante para la cultura vasca sería «que pudiéramos enviar especialistas a un congreso sobre lenguas caucásicas, por ejemplo, aportando nuestros conocimientos y aprendiendo de los demás». Con este comentario ratíficaba la opinión expresada en el coloquio por Jon Landáburu especialista en lenguas americanas, que instantes antes había advertido contra el peligro de caer en cierta forma de «narcisismo étnico», pidiendo una mayor atención al estudio de otras lenguas y culturas, «como condición para e desarrollo de la nuestra».

«Yo sólo concibo el patriotismo», comentaría poco después Mitxelena en una línea de argumentación paralela, «si se trata de un patriotismo crítico, de queja, de insatisfacción por el país, y no de autocomplacencia, basado en la obsesiva mirada al propio ombligo».

Por lo demás, en opinión de KoIdo Mitxelena, los estudios vascos, organizados en el pasado en torno a la lengua, deben constituir el nudo alrededor del cual cristalice una actividad intelectual más heterogénea, que cubra otros campo,s, además del estrictamente linguístico. A su vez, para que la lengua actúe como catalizadora de ese despegue cultural vasco es preciso que, «evitando debates paralizantes entre minimalistas y maximalistas, lleguemos a una definición provisional de los límites vitales en que se debe situar el eusquera y ocupar cuanto antes ese espacio -en la enseñanza, en la universidad, en los medios de comunicación-, aunque haya que prescindir de realizaciones aparentemente más espectaculares ».

Todo ello no será posible, sin embargo, si no se supera la fase de amateurismo, y se avanza en la vía de la institucionalización a través de la universidad y de la profesionalización real de los investigadores. La reciente dotación de diez cátedras de instituto y dieciocho agregadurías, tras unas oposiciones cuyo tribunal fue presidido por el propio Mitxelena, fue considerado por éste «un paso quizá no espectacular, pero tremendamente útil e indicador del camino a seguir». Las oposiciones han revelado, por otra parte, en su opinión, la «existencia de un insospechado nivel científico en los candidatos, lo que nos indica que tenemos la materia prima necesaria».

Tras definirse como un «veterano luchador por la universidad pública vasca», Mitxelena consideró clave para el futuro de la investigación vasca la existencia de una facultad de Letras, por ser ésta la rama universitaria que, al producir fundamentalmente enseñantes, provoca un efecto multiplicador del interés por la investigación humanista en todos los niveles de la enseñanza.

En cuanto a los Encuentros, el balance puede considerarse positivo, «no sólo por haber facilitado el conocimiento y futura colaboración entre especialistas de todo el mundo», sino por el «ambiente de convivencia civil surgido entre los participantes, con detalles tan significativos como el reconocimiento más allá del aspecto científico o académico, a la labor de Antonio Tovar desde la universidad española o desde su actitud vital ante la lengua y cultura vascas».

Esta actitud, tan positivamente valorada por los asistentes, resulta tanto más significativa si se tiene en cuenta el ambiente reinante en la universidad española en las décadas pasadas y que, respecto al vascuence, podría ilustrarse con la anécdota narrada ayer mismo por uno de los lingüistas georgianos participantes en los Encuentros, cuyo padre, paleontólogo, obtuvo la siguiente respuesta al preguntar a un rector de la Universidad Complutense dónde podría adquirir una gramática vasca: «¡Ah!, ¿pero es que ese dialecto tiene gramática?». El lingüista, georgiano completó su narración con este comentario: «Aquel día comprendí muchas de las cosas que han pasado últimamente en el País Vasco».

Por otra parte, la reflexión de Karmele Rotaetxe sobre qué, cómo, cuándo y dónde se ha de enseñar el vasco, tema de la comunicación presentada como fruto de su experiencia docente, fue quizá el tema que mayor interés suscitó entre los asistentes -muchos de ellos enseñantes- en la jornada de ayer. Karmele Rotaetxe pidió un rango científico específico para la lingüística aplicada, que debe considerarse separada, aunque en relación con la lingüística teórica.

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