Los pesqueros franceses y la Comunidad
EN CUALQUIER momento la marina de guerra francesa puede intervenir contra los barcos pesqueros que bloquean todos los puertos como protesta por la crisis profunda del sector: una crisis que abarca a trabajadores y armadores, que en un principio enfrentó a unos con otros y que finalmente les ha unido provisionalmente para una acción que sobrepasa la huelga pura y simple y que es una continuación, en su propio medio, del sistema empleado ya muchas veces por los agricultores franceses cuando bloquean las carreteras con sus tractores o sus camiones. Cuando, hace unos meses, los transportes españoles de frutas y verduras fueron agredidos y hasta incendiados, el tema se vio aquí de una manera parcial; quizá fuese lógico porque nos encontrábamos en la parte agredida. Pero la autenticidad de la cuestión está en el largo litigio de los sectores de producción con el Gobierno francés. Una parte de esta crisis profunda se debe a la dificultad de adaptación a las normas comunitarias: se culpa al Gobierno de haberlas aceptado sin tener en cuenta la realidad de la economía. francesa. Incluso la base del conflicto pesquero está también en una protesta contra la Comunidad: es el acuerdo de ésta -o, por lo menos, en ello se escuda el Gobierno francés- el que impide aplicar medidas proteccionistas a ese sector, duramente afectado por la elevación en los precios de los carburantes. Es una constatación todo ello -como la inadaptación de Gran Bretaña- de que el Mercado Común, en lugar de ir perfeccionando su acoplamiento y su funcionamiento con el tiempo, retrocede y resulta más penoso a los países que lo integran. El movimiento de resistencia a su ampliación contradice ya su propia filosofía inicial, que era la de crear una comunidad muy amplia de países sobre la doctrina original de sus grandes creadores, que se basaba en una complementariedad a la que debería favorecer el número. La negativa de Noruega (por referéndum, 1972) a participar en el Mercado Común fue acogida con verdadera consternación.La resistencia de Francia a la ampliación y a la entrada de nuevos miembros, que no es sólo gubernamental -recuérdese la oposición decidida del PCF a la integración española-, obedece a que las peculiaridades de su sistema económico y el crecimiento simultáneo de su nacionalismo la incapacitan cada vez más. Siempre ha habido una contradicción abierta entre el internacionalismo de su cultura y la tendencia a la universalidad de sus doctrinas políticas y el cierre de un nacionalismo popular, que ha llegado a acuñar, para definirlo, la palabra chauvinisme (recuerdo del ingenuo patriota Nicolas Chauvin).
Pero lo cierto es que desde la idea de la amplitud europea y de la transparencia creciente de fronteras; que ha tenido en grandes franceses muy importantes representantes -Schuman-, aunque también poderosos retraídos -la tesis de la «Europa de las patrias», del general De Gaulle-, han pasado muchas cosas en el mundo que han afectado al ámbito intereuropeo; todas ellas han ido a concordar en la penuria económica actual y, por tanto, en una agresión a la generosidad ideal del Mercado Común. El paro obrero, la defensa de las monedas nacionales, las nuevas exigencias del proteccionismo y, simultáneamente, el descenso vertiginoso del valor de los ideales y de los grandes conceptos de cooperación y solidaridad -hasta los partidos comunistas renuncian al «internacionalismo proletario»- están dando toda la construcción europea; incluso en el sector que la inventó, que fue el conservador. Porque los movimientos agrarios y pesqueros de Francia pertenecen a sectores de producción tradicionalmente conservadores, incluyendo en este conservadurismo (en el sentido más genérico de la palabra, en el de conservarlo que se tiene y no arriesgarlo) a los mismos asalariados. Los tiempos de penuria tienen sus características propias.
No será la intervención de la marina de guerra la que acabe con el problema, aunque corrija el síntoma no sabemos a costa de qué violencia o de qué consecuencias. Probablemente el Gobierno tendrá que ceder en algunos puntos, y esos puntos desequilibrarán, otra vez, a la Comunidad; sentarán un precedente que otros sectores, no sólo en Francia, sino en los demás países, querrán alegar para su propia defensa.
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