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El hambre contra el hambre

Queremos insistir con Marinaleda, porque ni el sopor que dan las vacaciones ni el amodorramiento y la insensibilidad que dan los telediarios pueden hacer dormitar nuestras conciencias.( ... ) Pero lo de Marinaleda es así, y no es como lo de las edulcoradas Crónicas de un pueblo que programaba Televisión Española. Se trata de una localidad de 2.439 habitantes, que en su desespero por el paro inicia la única huelga que pueden hacer quienes no tienen trabajo: la huelga de hambre. Pero, ¡oh desgracia!, el principal destinatario del SOS, el ilustrísimo señor gobernador civil de la provincia, no recibe el mensaje por encontrarse disfrutando de sus, sin duda merecidas, vacaciones. Y en su ausencia nadie de la Administración da señales de vida.

Y pasan los días. Y los niños, los viejos y las preñadas necesitan asistencia médica. Y el hospital más cercano -bendita España que hemos heredado de aquellos ministros desarrollistas triunfaleros- está a cien kilómetros. Y mientras sigue la tragedia, en las ventanas ondean las banderitas verdiblancas de aquella autonomía en la que la gente había depositado los últimos cartuchos de la esperanza; la autonomía que no llegó porque muy lejos, en despachos muy importantes, se decidió que no era muy conveniente.

Quienes han estado últimamente en Andalucía han avisado mil veces de que aquello va a explotar. Quien debía oirlo se hallaba cada vez también de vacaciones, por lo visto. ¿Hará falta que lleguen las bofetadas y que los periódicos empecemos a publicar editoriales pidiendo calma a los unos y medidas a los otros para que alguien haga algo concreto por Andalucía? ¿Hará falta eso para poner en marcha la solidaridad urgentísima que reclama lo que allí está pasando?

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20 de agosto

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