Valencia recupera la vida y la obra de Max Aub
Con notables ausencias tuvo lugar la mesa redonda en torno a la figura del escritor y dramaturgo Max Aub, cuya trayectoria valenciana entre 1914 y 1939 está siendo conocida por numeroso público a raíz del homenaje organizado durante la pasada semana por el Teatro. Estable del País Valenciano y la empresa del teatro Valencia, con la financiación del ayuntamiento de la ciudad. En el acto se destacó su apertura vital.
Una síntesis testimonial de la vida de Max Aub fue hilvanada por la ágil coordinación del periodista Rafael Prats, único biógrafo por ahora del escritor, que entrelazó las evocaciones amistosas de Fernando Dicenta de Vera y del actor de la compañía teatral El Búho Manuel Guiñón con los irónicos juicios del poeta mexicano Hugo Gutiérrez y la visión familiar de Federico Alvarez, director del Fondo de Cultura Económica en España y yerno del escritor.La voz de Max Aub estuvo presente por medio de una grabación en la que narra un cuento, así como la de otros amigos valencianos fallecidos, de los que la familia recogió sus testimonios. No pudieron participar en la mesa redonda, por razones de salud y viajes, los pintores Josep Renau y Jenaro Lahuerta, así como el escritor Juan Gil-Albert.
El escritor Dicenta de Vera dio lectura a una carta sin respuesta posible dirigida al recuperado dramaturgo, en la que destacó la injusta ausencia de sus libros en las bibliotecas valencianas. «En España ya va siendo conocido entre minorías juveniles, aunque habría deseado llegar a las masas como Galdós y Blasco Ibáñez. Al dirigirnos a tu sombra desde aquí invito al ayuntamiento y diputación para que editen una antología de tus prosas valencianas».
La sombra del escritor fue cálidamente moldeada por Manuel Guiñón, ex actor de la compañía El Búho, que desempeñó un papel cultural equivalente valenciano de la experiencia lorquiana de La barraca. «Era un hombre muy abierto. Sólo se enfadaba cuando comenzábamos con retraso los ensayos». En 1969, cuando Max Aub llegó a Madrid y declaró contra los oportunistas del franquismo: «No he vuelto, he venido», visitó a sus amigos valencianos. A Guiñón le saludó así: «¿Qué, vamos a ensayar?», mientras con Dicenta comentó el disgusto que le producía recorrer librerías y no encontrar ninguno de sus libros, decepción que reflejó en el libro magistral La gallina ciega (1971).
«Es un libro patético donde reniega de España», comentó su yerno. «No se quedó porque esperaba encontrarse con otra situación después de treinta años de ausencia. Ahora estoy seguro que si habría vuelto». Señaló que este viaje marcó el tercer trauma de la trayectoria vital de Max Aub. A raíz de la guerra mundial, la familia opta por quedarse en Valencia, y Max, con una formación francesa y alemana por el origen de sus padres, decide, sin embargo, empezar a escribir en castellano literatura de vanguardia. El exilio marca otra nueva fisura vital que podía haber paralizado su genio creativo, pero «en México, en América, encontró la complementariedad de su anterior bagaje intelectual y cultural, de corte europeo».
Federico Alvarez anunció la próxima edición de Buñuel: novela, especie de fresco generacional del director de Calanda y sus amigos de los cafés madrileños. Libro que Max no pudo acabar al morir, en 1972, en México. «Hizo seis o siete prólogos distintos, cada vez en tono más angustioso». En uno de ellos dejó escrito: «Este libro me va a matar». También señaló la importancia de recuperar de sus inmensos archivos la infinidad de correspondencia y sus diarios, aunque los consideró proyectos que requieren tiempo para su publicación.
Por su parte, el poeta Hugo Gutiérrez, premio nacional de México en 1976 y agregado cultural de la embajada de este país en Madrid, marcó la perspectiva mexicana de Max. «Tardó bastante tiempo en dar a conocer sus trabajos. Le descubrimos a través de unos ensayos muy clarificadores sobre el teatro soviético. Siempre me dio la impresión que sus días duraban 48 horas. Generalmente, cuando conversaba, no recurría a ficheros. Tenía una memoria espeluznante».
Paralelamente, en el Colegio de Arquitectos se exponen documentos sobre la trayectoria valenciana de Max. Los textos del crítico de arte Manuel García y fotos de José Vicente Rodríguez destacan su colaboración en el montaje del pabellón español internacional de París (1937) junto a Josep Renau y José Gaos, manuscritos autobiográficos; la edición del periódico Euclides, con el que felicitaba a sus amigos los fines de años, y un jego de cartas ilustrado por el propio Max Aub.
Junto a esta evocativa mesa redonda, el Teatro Estable estrenó la obra De algún tiempo a esta parte, escrita en París por Max Aub en 1939, donde con distancia ideológica presenta el drama de una mujer ahogada por la sinrazón de la violencia bélica que se pregunta por qué ha perdido a los suyos, para finalizar con el grito de libertad. La puesta en escena, con buenos efectos expresionistas, concluyó con el aplauso del público a las hijas del escritor, Magda y Mimi, que se encontraban en la sala del teatro Valencia.
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