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Augusto Roa Bastos: "El novelista es un manipulador de mitos"

El escritor visita España invitado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana

El mito verdadero es una medida de entendimiento universal, según Augusto Roa Bastos, el escritor paraguayo que estos días visita Madrid, invitado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana. En dicho centro, leyó ayer textos inéditos de sus novelas en preparación, Contravida y Los chamanes, en el seno de la tertulia de los martes, y hoy compartirá con los también paraguayos Rubén Barreiro Saguier y Carlos Villagrá Marsal una mesa, en la que se discutirá el tema del bilingüísmo y la doble cultura en Latinoamérica, entre otros temas relacionados con la literatura en ese continente

Augusto Roa Bastos, un hombre menudo, vestido de tweed verdoso, un poco como un profesor en Francia entiende que debe ir vestido un profesor en Oxford, parece tímido y seguro de sí mismo. Habla muy despacio, algo tropical y denso y pocas veces se pierde en la sintaxis complicada. Trata además de romper, de la mano de esos mitos primigenios a los que se refiere todo el tiempo, el otro mito que se refiere a su persona: el que hace de él un escritor real-socialista, tal vez indigenista, quizá directamente comprometido y político. «Creo que la actividad artística desborda las etiquetas: los más realistas son ahora los que no consienten sólo las formas aparienciales de la realidad. Para mí todo es realidad: la de los sueños, de las obsesiones, la realidad de lo que no lo es todavía. Y a veces siento que el trabajo específico del intelectual y del artista es, precisamente, dar forma a esta realidad que no es... Naturalmente, no puedo concebir que las actividades artísticas se propongan la copia de la realidad sólo, sino que pienso que tendrán que pretender atravesar la corteza de, la realidad, de la apariencia que nos rodea.»«Creo», dice Augusto Roa Bastos, «que el fenómeno visible no es nunca la realidad profunda. La verdadera posibilidad de encontrar esas revelaciones que a uno le interesan está en tratar de percibir su fondo. Uno de los caminos de la literatura para lograrlo es el rescate de los mitos esenciales de una sociedad.»

Este de los mitos es un terreno seguro, con su complejidad, para el señor Roa Bastos. Es donde, según él, se encuentran las diversas culturas, se cumple ese mito occidental del universal entendimiento, o al menos de su posibilidad. «Los mitos primigenios», dice, «no son obsesiones particulares de un escritor, sino de una colectividad, de una sociedad, de ciertas formas de la experiencia humana. Y este camino permite hoy recuperar aquella significación mítica de los hechos, los hombres y las cosas para hacerlos visibles, comprensibles, a la intuición de los demás. Si esto es lo que se entiende por realismo», dice, «me puedo sentir incluido en esa definición. En cuanto a lo de social», sigue diciendo, «me parece siempre redundante: el manipulador de mitos -y no creo que el escritor sea otra cosa- sólo es posible en el ámbito de lo social. Este es un trabajo eminentemente social.»

El compromiso del escritor, dice Roa Bastos, sólo puede ser entendido desde la perspectiva de la especificidad del trabajo artístico y su relación con «la naturaleza esencial de la sociedad de que el artista forma parte. Pero», dice, «hay algo más que esta restricción histórica, temporal y espacial de su sociedad: el escritor, el artista, está manejando siempre los grandes mitos de la especie, sus símbolos, las significaciones más entrañables. Sólo esto puede hacer que por encima de todas las fronteras un artista pueda ser entendido por todos los hombres. Hay un momento en que el mundo entero se condensa en el pensamiento mítico de las culturas primigenias, mal llamadas primitivas; es en esta frontera, muy indecisa, donde la presencia del mito como un sistema de significados múltiples y simultáneos puede ser entendido y vivido en toda su riqueza».

Con todo, aclara: «Yo me siento muy comprometido con el destino histórico de mi sociedad, y con el sentido de la condición humana en general. Un compromiso que trata de no ser complaciente, y que se manifiesta precisamente en la amplitud de las aparentes transgresiones que este compromiso puede asumir...

Descreo de los compromisos asumidos como una especie de pacto convencional en un momento determinado de la vida del escritor. Para mí, la literatura es un acto de vida, y ya sabemos que la base de toda cultura es precisamente este sentimiento de la vida.... no conozco personalmente ninguna cultura guiada por el sentimiento de muerte, aunque éste esté hasta en la inconsciencia de los sueños. En el caso de Paraguay, este compromiso con la vida es fundamental: sólo un país como el mío puede haber sido muerto tantas veces, y sólo los pueblos son capaces de resucitar una y otra vez.»

Quedan en las notas tomadas de una larga entrevista sus comentarios sobre la antropología y sobre el exilio, como base de la condición humana, tema del que habla su novela inédita Contravida, o sobre la industria cultural

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