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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La noche de Madrid

Las comedias políticas de izquierdas se parecen, en lo que al cine se refiere, a las comedias políticas de derechas como dos gotas de agua. Siempre llevan, su carga de morafina especial, cada cual en su línea, por supuesto. Ninguna salva al espectador de su mensaje en una especie de cine militante a la española. Si a ello añadimos que suelen ser interpretadas por los mismos actores, resulta cada vez más difícil adivinar dónde empieza la sana teoría y dónde acaba la práctica o, por decirlo de otro modo, las claras intenciones comerciales.Sin embargo, hay obras como ésta en las que la superficialidad, las influencias mal asimiladas, lo absurdo de los personajes y los diálogos se dan cita, no se sabe si para confundir al espectador, para llevarlo por el buen camino o convencer a los ya convencidos de antemano, bajo el amparo y patrocinio del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid.

Miedo a salir de noche

Guión de Roberto Bodegas, José María Palacio y Eloy de la Iglesia. Dirección:Eloy de la Iglesia. Intérpretes: José Sacristán, Antonio Ferrandis, Claudia Gravy, Tina Sainz, Mari Carmen Prendes, Florinda Chico. Comedia. España, 1979. Local de estreno: Conde Duque.

La historia corre entre el famoso Gundisalvo y la no menos famosa Asignatura pendiente, meta obligada; al parecer, de tal tipo de comedias. El guión viene a ser una serie de anécdotas en torno al miedo nocturno, producto de la agresión y la violencia. Los culpables, según se asegura, son los de siempre; las víctimas, los inefables madrileños que se encierran en casa y se niegan a salir de farra, acaparando jamones y embutidos por si estalla otra guerra como antaño.

A través de unos diálogos, que unas veces recuerdan a un Arniches reforzado con los exabruptos, al parecer imprescindibles, y otras a Tamayo y Baus, se nos viene a decir que no hay que hacer el juego al enemigo, norma y consigna en todas las retaguardias de las guerras más o menos civiles, más o menos urbanas. El personaje clave es un anciano vitalista a la usanza actual, que, a pesar de haber visto morir a su mujer y dos hijos bajo las ruedas de un camión, cree y declara que los transportes por carretera deben seguir funcionando.

Metáfora oportuna que el espectador inteligente no deja de agradecer en un país con un 10% de paro. Mas para nuestro personaje clave eso no importa. Pasea en moto, baila tangos, sonríe cómplice a los jóvenes y al final muere por un trágico error, con un discurso en los labios, como mandan los cánones. No importa que nuestra tasa de inflación sea una de las más altas de Europa. Si a una amiga la violan puede ser una invención producto de un afán de protagonismo frustrado; si le roban el coche, a fin de cuentas el embrague andaba mal, y si se encuentra en un bar próximo una partida de jóvenes de aspecto sospechoso, al final resulta que son policías nacionales. La cuestión es no amedrentarse.

Menos mal que Sacristán, Tina Sainz, Mari Carmen Prendes y alguno que otro más se saben de memoria los papeles. Tantas veces los han repetido, que les deben resultar habituales. Por lo demás, ya sabe, salga a la calle, váyase a la verbena, que los cohetes no son goma-2 y las noches de Madrid están llenas de encanto y alicientes, de sombras vagas, miedo injustificado y películas como esta.

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