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Reportaje:La OTAN, ante su rearme atómico / 1

Europa parece decidida a albergar en su suelo cohetes nucleares capaces de alcanzar la Unión Soviética

A pesar de las ofertas formuladas por Leónidas Brejnev, el 6 de octubre último en Berlín oriental reducción unilateral de tropas y tanques en la RDA con sugerencias de retirada de algunos SS-20, mezcladas con amenazas y una campaña de propaganda y presiones psicológicas sobre los países europeos destinatarios de los nuevos misiles, la OTAN decidirá, con toda probabilidad, su construcción y despliegue. Sin embargo, faltan todavía tres o cuatro años hasta que los cohetes estén listos para su instalación, tiempo que será utilizado para negociar medidas de desarme y de confianza con Moscú.La renovación del material nuclear «táctico» de la OTAN depende sólo del sí político que podrían dar los ministros de Asuntos Exteriores de la Alianza, en su próximo consejo general, del 14 y 15 de diciembre, en Bruselas. La oposición pública y política en varios países europeos (Holanda y Bélgica, en particular) podría inclinar la balanza a un «compromiso». Los Pershing y los Cruise serían fabricados, pero su instalación, a partir de 1983, podría quedar supeditada a los resultados de las negociaciones SALT III (acuerdo para la limitación de armas estratégicas), donde se incluirá el arsenal nuclear del llamado «teatro europeo».

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Armas del "teatro nuclear" europeo

Toda la polémica en torno a los nuevos misiles de la OTAN viene originada por el espectacular incremento del potencia¡ nuclear por parte de la URSS, indican fuentes atlánticas en Bruselas. Reconocen que durante treinta años el equilibrio nuclear Este-Oeste fue favorable a Estados Unidos. La balanza tiende hoy a invertirse, peligrando la defensa occidental, basada en el principio de una «respuesta nuclear flexible», en caso de ataque sorpresa de las fuerzas convencionales del Pacto de Varsovia estacionadas en las fronteras centroeuropeas.

Los factores políticos y militares pesan sobre la estrategia de la OTAN, en cuya sede general, en la capital belga, no ocultan oficiosamente «el deseo de que España ingrese en la Alianza»; sobre todo. por su aportación política. También por el aumento de bases aéreas en Europa Occidental. imprescindibles en una alianza que necesita aeropuertos y controlar sus vías estratégicas (estrecho de Gibraltar. Canarias. por donde pasa la «ruta del petróleo») en caso de conflicto.

Europa, escenario de un posible conflicto Este-Oeste

«Europa, en opinión de todos, es el teatro potencial de operaciones y el detonador de todo conflicto futuro entre el Este y el Oeste», escribe el general H. F. Zelner Gundersen, presidente del Comité Militar de la OTAN. Esta es la oponión generalizada entre todos los altos mandos militares occidentales. Aunque como los expuestos en las tesis del general belga Robert Clause, según el cual las fuerzas del Pacto de Varsovia «podrían ocupar Centroeuropa en menos de 48 horas».

«Hay que evitar el factor sorpresa», replican en los círculos militares de la OTAN. Excluyen la eventualidad de «todo ataque sorpresa» sin una casus belli. Sin embargo, añaden que «en tiempo de crisis todo puede ocurrir y debemos estar preparados». ¿Qué crisis? Una desestabilización. en los regímenes de algunos países del Pacto de Varsovia, la desaparición de Josip Broz Tito, como dirigente supremo en Yugoslavia, o un cambio de poder radical en Moscú, podrían ser elementos capaces de provocar una tensión peligrosa.

Desde el punto de vista militar no hay dudas en cuanto a la defensa europea. «Hay que modernizar el potencial defensivo.» Fuerzas aerotransportadas, nuevo material para los ejércitos de tierra, mar y aire, homologación de material y almacenamiento de municiones son puntos definidos en el «programa de modernización» de la OTAN para la década de los ochenta. En lo nuclear, los militares abogan por la rápida fabricación y emplazamiento de los 108 Pershing II y los 464 Cruise, para contraatacar a una hipotética ofensiva de los cohetes SS-20 y los superbombarderos Backfire soviéticos.

El factor «tiempo» para una réplica a una invasión soviética sobre Europa es otra de las preocupaciones de los mandos militares de los países de la OTAN. La información de todo movimiento de tropas, detectado por satélite, es capital pero insuficiente. ¿Cómo reaccionarían los ejércitos de la OTAN, en caso de una invasión sorpresa en pleno «fin de semana» durante el mes de agosto? Es uno de los interrogantes que imagina el general Clause, en su libro L'Europe sans defense. El desequilibrio entre la formación de los militares en los países del Pacto de Varsovia, la duración del servicio militar, la ausencia de vacaciones o fines de semanas, etcétera, son otros puntos de «inquietud» para los estrategas de la OTAN.

Aunque la mayoría de hipótesis se basan en un posible choque armado centrocuropeo, no hay que excluir otros escenarios. «La situación en los flancos de la Alianza es frágil», dicen en la OTAN. En el Norte, Noruega y Dinamarca resistirían difícilmente un ataque masivo de la URSS. Excepto en caso de réplica «controlada» del armamento nuclear por parte de la Alianza, con los incalculables riesgos de «escalada» atómica. En el Sur, los temores militares se centran en la evolución interna de la política turca, sobre todo tras los acontecimientos de Irán. La ausencia de soluciones al conflicto greco-turco, a propósito de Chipre, y la soberanía en el mar Egeo, son también objeto de malestar. «Todo está preparado, pero la decisión en caso de ataque es política», afirman medios del Comité Militar de la OTAN.

Las contradicciones políticas entre el rearme y el desastre

Tanto en Washington o Bruselas, como en Moscú o Varsovia, la terminología utilizada cuando se habla de temas militares es siempre la misma: «defensa». El «peligro» siempre viene del otro lado, desde la época de la guerra fría, en los años cincuenta, tras el reparto de Europa entre las dos grandes potencias, el 11 de febrero de 1945, en la Conferencia de Yalta. Desde entonces, la escalada militar no ha parado, a pesar de los intentos de varias conferencias para «limitar» u «ordenar» ' el «equilibrio del terror». Se retiran armas tecnológicamente superadas y se instalan nuevas generaciones. Es la espiral del mundo económico-militar, uno de los pocos sectores no afectados por la crisis económica. La URSS gasta más del 13% de su PNB en temas militares, en deterioro de un aumento del nivel de vida de su población. Estados Unidos y los países europeos se comprometen a aumentar el 3% anual de su presupuesto de defensa, para no quedar rezagados en relación con la URSS. Los demás países quieren también lo más «sofisticado» en defensa y sacrifican, si es necesario, otros sectores al militar.

Para que la opinión pública, en las democracias donde se tiene en cuenta, acepte sin protestar demasiado la compra de nuevo material, los Gobiernos esgrimen el peligro de un ataque adversario. Las teorías alarmistas, aunque posiblemente no infundadas, del general Clause no son del todo extrañas al proceso del rearme. Paralelamente, los políticos anuncian nuevos foros de, discusión para el desarme, cuanto menos para limitar el rearme. Los actuales ejemplos son las negociaciones SALT, destinadas a una limitación de las armas nucleares in terco nfi ne ntales, y la MBFR, ' de Viena, orientadas a una reducción del potencial militar táctico en Centroeuropa. La sugerencia de una «conferencia europea para el desarme» podría ser una próxima etapa. Por el momento siguen las contradicciones. Antes de que la OTAN decida oficialmente fabricar los Pershing II y los Cruise, la URSS adelanta una oferta de retirar 20.000 soldados y mil tanque en Centroeuropa. Estados Unidos responde con la intención de retirar mil «cabezas nucleares» anticuadas, instaladas en Europa occidental, para sustituirlas por los nuevos misiles Pershing II y Cruise.

La realidad, según los expertos militares occidentales, es que los SS-20 soviéticos apuntan ya sobre objetivos europeos, equipados con tres «cabezas nueleares» múltiples, capaces de destruir simultáneamente ciudades como Bruselas, Amberes y Ainsterdam. Es evidente que los Gobiernos de la OTAN se interroguen y apresuren en adoptár armas de contraataque. Decidir, a nivel político, la producción de los Pershing II y los Cruise, dando un plazo de tiempo de tres a seis meses para que la URSS desactive sus SS-20, podría ser la fórmula para la OTAN de demostrar su interés por una limitación del arsenal atómico.

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