Sobre la Dama de Baza
He leído la carta de réplica que sobre la Dama de Baza publicó EL PAIS el pasado 3 de los corrientes, firmada por José Luis Almarza Giménez y, parodiando su encabezamiento, me siento obligado, por considerarme testigo directísimo en el caso, a «llamar su atención sobre las inexactitudes y medias verdades» que dicha carta contiene, bien porque «su autor no está muy documentado» o porque sea parte interesada en el asunto, al menos en relación con una pequeña historia de la que yo mismo fui protagonista.Dice el señor Almarza que nunca hubo misteriosas desapariciones más que «en la calenturienta imaginación del articulista» y, por otro lado, que es totalmente incierto que nadie quisiera hacer desaparecer la dama. Pues bien, sobre el primer punto tengo que decir, como ya declaré en su día ante los tribunales de justicia, que yo, personalmente, llevé mi coche, al igual que otro compañero el suyo, completamente abarrotado de paquetes con piezas arqueológicas, cuyo valor desconozco, pues mi profesión es la de ebanista, pero que el señor Presedo, director de las excavaciones, nos recomendó cuidar al máximo durante el recorrido por tratarse de piezas delicadas y de enorme valor. Dichas piezas fueron entregadas por nosotros mismos en Barcelona.
En cuanto a que la Dama nadie pretendiera llevársela, la historia que he de contar es algo más enrevesada, pero igualmente ilustrativa. El mismo día de su aparición, el señor Presedo y los suyos encargaron en Baza una caja de madera de grandes dimensiones y «lo más fuerte posible », a un carpintero conocido con el nombre de Antonio Miamo, encargo que debía estar listo para -las tres de la madrugada. Como quiera que Miamo no tenía medios mecánicos suficientes para la realización del trabajo, se dirigió a mí para que le permitiese hacer la caja en mi taller de fabricación de muebles.
Las explicaciones que me dio, sin embargo, me hicieron sospechar que algo raro sucedía y me excusé con él como pude para dirigirme al campo de tiro colindante a las excavaciones, del que yo era organizador de tiradas al plato y en cuyos terrenos me encontré la gran imagen de la Dama oculta bajo un toldo perteneciente a las instalaciones deportivas. Se me pidió que no dijese nada, pero la noticia corrió como la pólvora y, gracias a la rapidez con que obraron el corresponsal de Ideal Antonio Valdivieso y un grupo de amigos se pudieron sacar fotografías, las cuales aparecieron publicadas en el citado diario días más tarde. Curiosamente, la fecha de comunicación oficial del hallazgo a la Dirección General de Bellas Artes es posterior, según mis noticias, a la de publicación de la foto en el periódico, es decir, que se produjo varios días después del descubrimiento y no « inmediatamente », como asegura el señor Almarza.
Y aunque habría otras muchas anécdotas que contar, me limito a despedirme como lo hace este señor: recordando que el tema hubiera merecido mejor trato y más dedicación que la que él mismo ha tenido, ya que su carta pone de manifiesto «su desconocimiento y tendenciosidad ». ¡Ah!, si algo me molesta todavía de este asunto es que, después del trabajo y los disgustos que me costó, cuando ahora quiero ver a la verdadera Dama de Baza tengo que ir a Madrid, pues yo estoy de acuerdo con el señor Almarza en que la dama pertenece al patrimonio de toda la nación... pero de la andaluza antes que de otra.
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