Nuevo cine familiar
El cine familiar evoluciona. Quedaron atrás los elogios a las familias numerosas, los guardias urbanos bondadosos y sentimentales, los golfillos modosos más o menos cantores. Nuestra nueva burguesía pseudoliberal y predemocrática ya no se asusta de lo que antes denominaba palabrotas, aunque los niños las pronuncien, ni de que una prostituta joven y guapa y un tanto desvalida se dedique a ejercer su profesión.Esto quiere decir que hay un modo de condimentar filmes a la medida del público, según recetas que nunca fallan. Se trata de rellenar esquemas tradicionales con una serie de elementos que por su actualidad dan a la historia un aparente aspecto de moderada denuncia entre osada y madura. Así, este sainetón a la italiana, al aire de sus hermanos mayores que de Roma nos llegan aún con retraso evidente, reúne en tomo de su manida anécdota una serie de elementos que, por acumulación, pretenden llenar el tiempo de una historia que apenas comenzada se adivina y agota. Esa historia va de lo bufo a lo sentimental, del humor negro al relato escatológico, sin orden ni concierto, sin olvidar tampoco las consabidas alusiones, al parecer imprescindibles en el cine de hoy, si se quiere agradar a una clase que gusta de verse deformada en el espejo de su cine.
La miel
Guión de Rafael Azcona y Pedro Masó. Dirección: Pedro Masó. Fotografía: H. Burman. Música: J. Carlos Calderón. Intérpretes: José L. López Vázquez, Jane Birkin, Jorge Sanz, Amelia de la Torre, Agustín González. Comedia. 1979. Local de estreno: Coliseum.
No existen personajes, sino protagonistas, que van y vienen, ríen o lloran, o nos sueltan sus chistes al paso, según ordena el director, quien para justificar su oficio mueve la cámara a ratos en sentido circular, quizá para evitar que el travelling se oxide.
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