Astrónomos en órbita y en otros planetas observarán el universo
Quizá esté cercano el día en el que el hombre se decida a instalar observatorios en la Luna y otros planetas, desde los que atmósferas más tenues y mejores condiciones de observación permitan ver mejor qué pasa en otros astros. Mientras tanto, nuestro país se revela cada día más como una excepcional plataforma de limpia y soleada atmósfera para la observación celeste. En el observatorio de Calar Alto (Almería), España va a tener acceso a una tecnología de vanguardia en el campo de la instrumentación científica, creada en el instituto Max Planck de Astronomía, en Königstuhl (Heidelberg). Se trata del Centro Astronómico Hispano-Alemán de Calar Alto.Hoy puede contemplarse el universo con mucha mayor nitidez desde estaciones orbitales, desde verdaderos observatorios gigantes girando constantemente en torno a la Tierra, desde donde pudiese vigilar atentamente más allá de una atmósfera que empaña toda observación.
También podría observarse el universo desde estaciones construidas sobre la Luna. Allí irían en misiones de investigación y estudio de larga permanencia grupos de científicos que podrían realizar inmejorables fotografías de un cielo intenso y nítidamente estrellado. ¿Se va a hacer todo esto? ¿Van a llevarse a efecto éstos fantásticos programas de investigación científica?
Aunque parezca paradójico, no sería tan fácil observar el cielo estrellado desde la Luna. Según Guido Münch, la Luna tiene movimientos muy complicados. Además, la transparencia actual del cielo lunar se vería alterada con la llegada del hombre. Los seres humanos llevarían máquinas, herramientas.... y todo ello levantaría polvo, un terrible y endemoniado polvo lunar, que se introduciría por los entresijos de los aparatos de observación. «Sería muy difícil y muy caro quitar ese polvo de los instrumentos de observación», explica Guido Münch. «Supondría una gran dificultad mantener limpias las superficies pulidas de lentes y aparatos... Además, eso sería altamente costoso. »
Los observatorios en órbita son, al parecer, más estables. Pero en órbita no podrían mantenerse programas de investigación que requieran cierto tiempo. En lo que queda de siglo, según afirma el científico alemán, no va a «traer cuenta» sustituir la observación astrofísica desde la superficie del planeta por la orbital. Lo que sí cabe es el desarrollo de programas mixtos de colaboración entre ambas posibilidades.
Un ejemplo ilustra lo dicho: la espectacular misión del Voyager, gracias a la cual ha sido posible estudiar de cerca Júpiter y sus satélites, ha permitido descubrir en lo la presencia de volcanes. Eso no había sido posible con los observatorios terrestres..., «porque faltó imaginación». Sin embargo, una vez constatada esa presencia, los potentes telescopios de la Tierra han orientado sus ojos investigadores hacia aquel pequeño sistema solar del colosal astro y han comprobado algo que era evidente: allí hay erupciones volcánicas. « Se nos podía haber ocurrido antes», explica el investigador. «¿Pensábamos que había manchas de sodio?,¿azufre?... Habíamos visto emisiones gaseosas, pero no sabíamos a qué asociarlas... Una vez que hemos estado cerca de allí, hemos comprobado que aquello no es un planeta inerte como la Luna. Allí ay volcanes. Ahora podremos estudiarlo mejor desde la Tierra.» La investigación desde la superficie se combina así con lo que observamos desde más allá de la atmósfera.
En los últimos diez o quince años, la astronomía y la astrofísica han experimentado un enorme desarrollo. El problema cosmológico, tal como preocupa a la ciencia actual, se centra en la distribución de materia en el universo, en las dimensiones globales, cuantitativas, de esa enigmática materia que lo integra todo.
La mente científica actual se inquieta ante la distribución de las masas, el origen temporal de los objetos celestes, la composición en el sentido químico, el origen de los elementos químicos, la evolución química del universo... Estos son los problemas que dan origen a la construcción de centros como los de Calar Alto, en Almería. Pero estos problemas ¿tienen respuesta?, ¿no es masoquismo hacerse tantas y tan extrañas preguntas? Según Guido Münch, en este aspecto, el espíritu investigador humano es ahora menos masoquista que hace siglos.
Newton y Laplace hicieron ciencia para explicar la dinámica del sistema planetario. Ese fue su problema central. Hoy estudiamos aún el mismo problema, pero ahora nos preguntamos por qué Júpiter tiene distinta composición química que la Tierra. Eso es lo que queremos saber. La astronomía no sólo se hace astrofísica, sino astroquímica.
Y todo, ¿para qué? «El costo de hacer ciencia es muy alto», piensa el científico, «y hasta cierto punto, yo tengo dudas sobre si está justificado poner tantos recursos materiales en instrumentación, en aparatos, si al mismo tiempo no se invierte en recursos humanos.» El hombre parece continuar siendo el problema. La dedicación a esos espléndidos instrumentos de observación celestial no va acompañada del desarrollo de cabezas para manejarlas y potenciarlas. « El esfuerzo que se coloca en los aparatos», insiste, «es mucho mayor que el que se aplica en crear astrónomos, astrofísicos..., en preparar a la gente que va a estudiar con ese instrumental.» España va a tener acceso a grandes facilidades técnicas para investigar en Calar Alto, en Canarias y en el pico Veleta (Granada). «Con tantos medios», dice, «yo no veo dónde estén los recursos humanos que vayan a aprovecharse de esos medios ... » Pero no es sólo un problema español, «en Alemania tampoco están esas cabezas», asevera. ¿Por qué? ¿Por qué esa insistencia de la mente humana en mirar más hacia fuera que hacia dentro?
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