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Canarias: tenso debate sobre Cuba y el poeta Padilla en el congreso de escritores

Juan Cruz

Con llamamientos a la paz, entre los escritores latinoamericanos presentes en el congreso literario de Las Palmas, concluyó ayer un tenso debate sobre la situación en Cuba, planteada por un escritor cubano exiliado, Carlos Alberto Montaner, y contestada, sobre todo, por el novelista peruano Manuel Scorza, quien en un momento determinado amenazó con propiciar la retirada masiva de asistentes al congreso como protesta por lo que algunos definieron como discurso de provocación. El autor C. A. Montaner llamó a su parlamento «una ponencia urticante».

Manuel Scorza retiró su amenaza de abandono, que hubiera creado una grave crisis en este congreso, el primero en el que se dan cita escritores de habla española de todo el mundo. En medio de las discusiones que suscitó la ponencia de Montaner, se oyó una súplica del historiador Juan Marichal que por sí sola ilustra la violencia de la discusión: «No se peleen, por favor.» En la mesa, el moderador Juan Cueto hacía esfuerzos ímprobos para que no se desmandara el debate.Lo que dijo Carlos Alberto Montaner, por otra parte, no era excesivamente nuevo; denunció arbitrariedades cometidas por el castrismo, la creación de campos de concentración para homosexuales, «la dolorosa correspondencia de Lezama Lima» y la manipulación que, según él, ejerce La Habana sobre los intelectuales del mundo, de cuya complicidad, espera Castro el apoyo «a todas las tareas revolucionarias, incluyendo las de fusilar, delatar, censurar libros, encarcelar poetas inválidos, y enviar jóvenes a matar africanos». Después de la indagación que en amplios sectores del congreso produjo lo que dijo Montaner, éste nos señalaría: «¿Verdad que no se hubieran puesto así si lo mismo digo de Somoza, Pinochet o Videla?» Esa argumentación la había repetido varias veces antes, en medio de insultos, amenazas y, una crispación ilimitada. Esa fue la situación en la que Juan Marichal recomendó «restablecer la unidad moral que se ha roto después de la revolución cubana. Debemos coexistir sin algunas de las violencias que advertimos aquí. No nos peleemos, por favor».

Manuel Scorza fue la principal figura del debate con el propio Montaner. El autor de Redoble por Rancas, que tuvo el gesto más elegante del «animado» coloquio al retirar su amenaza de abandono, acusó a Montaner de tratar a los escritores «como si fuéramos escolares», al hablar de «una revolución que no necesita de pedagogías insolentes» de quienes llevan por el mundo «la leyenda negra de Cuba». Pocas fueron las intervenciones favorables a la ponencia de Carlos Alberto Montaner, que luego repartía, entre compugido y admirado de la recepción que obtuvo, copias ciclostiladas de su denostado trabajo. Antes había dado una noticia: la familia de Heberto Padilla, poeta que protagonizó hace años un grave incidente en Cuba, se ha puesto en contacto con Montaner para que éste comunique a los congresistas, en Canarias, que Padilla quiere abandonar la isla caribeña, de donde no le está permitida la salida. «Pídanlo, por favor, por razones humanitarias, no por razones políticas.» No halló Montaner el mejor clima para hacer su propuesta de ayuda a Heberto Padilla.

En el otro extremo, Gabriel García Márquez se ha dirigido por telegrama a los 150 escritores reunidos en Las Palmas para pedirles que soliciten, a través de «una comisión del más alto nivel», una entrevista con Jorge Videla, el presidente de la República Argentina, para pedirle a este dictador noticias sobre el paradero de dos escritores «desaparecidos»: Haroldo Conti y Rodolfo Walsh.

La demanda, hecha en repetidas ocasiones, de que no se mezclara la política con la literatura en este congreso no se ha cumplido en absoluto, por razones obvias: Es el primer encuentro de escntores, a diez años del boom y a veinte de la revolución, en el que se debaten cuestiones tan graves como la desaparición, tortura y exilio de creadores cuyo delito principal es el de oponerse con la pluma a las dictaduras imperantes en sus países.

La anécdota más saliente del congreso se produjo el martes al término de una sesión plenaria en la que Francisco Ayala moderó un debate sobre El intelectual en la sociedad de hoy. Después de que el peruano Bryce Echenique (Un mundo para Julius) afirmara que «no existe libertad con hambre», y de que se propusiera una convención para exigir el cumplimiento de los derechos del escritor en todos los países del mundo, se produjo la casi única intervención española (los latinoamericanos dominan en cantidad y palabras a los españoles). El poeta Claudio Rodríguez, con su voz casi inaudible pero fuerte, se dirigió a la mesa, dejando atónito a Ayala: «¿Quién de ustedes sabe el nombre del guardia civil de Las Palmas?» Inquirió el premio Adonais: «¿Cómo pueden hablar de libertad de creación si ni siquiera saben el nombre del guardia civil de Las Palmas?» Luego desapareció Claudio Rodríguez, dejando detrás de sí la estela del primer hecho surrealista que se produce en un clima en el que ayer la tensión podía palparse en el aire.

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