La visita sueca
EL «MODELO sueco» ha sido durante muchos años el estímulo que los políticos de centro-izquierda en los países demócratas situaban ante sus electores: una evolución profunda en una sociedad de origen y formación capitalista hasta llegar a socializaciones y nacionalizaciones moderadas a un régimen de impuesto equitativo y, sobre todo, a una distribución de esos impuestos que permitían un sistema de seguridad social óptimo. Se ha ido poco a poco comprobando que no todos los países son aptos para este sistema -por sus condiciones de producción., sus grados de tecnología, su demografía, el peso histórico de su política, etcétera-; pero también que Suecia rehuía de algún modo ese sistema. Por una paradoja: porque la creación de una mayoría acomodada y de buen nivel de vida comenziaba a rechazar las socializaciones, a recabar mayor espacio para la iniciativa privada y a protestar contra el sistema impositivo que, sin embargo, había creado un buen nivel medio del país.En esa reacción cayó en unas elecciones la socialdemocracia -y con ella su denodado defensor, así como de las grandes causas de la democracia y la izquierda pura, como el amparo al Tribunal Russell y el refugio de los desertores norteamericanos de la guerra del Vietnam-, Olof Palme, hoy jefe de la oposición.
Apareció en el Gobierno una coalición conservadora y terminó al frente de ella, y del Gobierno, el jefe del partido liberal minoritario (11% de los votos), Olof Ullsten, que hoy visita oficialmente España para tratar con el presi dente Suárez de temas económicos, no especificados previ.amente, y contra lo que pudiera parecer la no pertenencia de Suecia al Mercado Común -con el que tiene un tratado económico de orden bilateral- puede resultar interesante o ilustrativo para España.
La nueva coalición conservadora ha dado un ejemplo, del que es buen protagonista Olof Ullsten, al procurar conservar la mayor parte de los progresos sociales conseguidos durante muchos años de esfuerzo por la socialdemocracia. Parte de este respeto se debe a la posición minoritaria y al temor de que unas próximas elecciones -están previstas para el otoño- hiciera perder definitivamente el poder a los conservadores; aún así, hay muchas probabilidades de una reacción socialdemócrata o, en todo caso, de la nueva formación de una coalición minoritaria como la actual, que seguramente continuaría sosteniendo como primer ministro a Ullsten, considerado corno hombre de gran eficacia. La estabilidad sueca, su riqueza y su nivel de vida siguen a prueba, por ahora, de todos; los cambios de Gobierno y de equipo.
Esta visita que hoy se inicia, en suma, abre un portillo al conocimiento no ya entre España y Suecia, sino entre nuestro país y todo el bloque nórdico, tan desconocido entre nosotros como trufado de los más torpes tópicos. Y, en cualquier caso, la experiencia política de los países nórdicos -pareja a numerosos niveles- merece un mayor estudio por nuestra parte, pese a lo intrasladable de los marcos en que se mueve cada nación. Pero que duda cabe que Suecia debe ser para España algo más que un puente a éreo de charters entre Estocolmo y el archipielago canario.
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