Diario de un sacristán rural
En la conflictiva región entre Austria, Italia y Yugoslavia, en la península de Istria, en un perdido pueblo del interior, en una destartalada parroquia, el frío, la soledad y el aburrimiento impulsan a Martin Crusich, un viejo sacristán, a sentarse a una mesa y coger una pluma. «Empecé a escribir casi en broma, dándome cuenta de que el estilo, como hubiera observado el ama Pierina, le dejaba un tantico que desear. La vuelta del buen tiempo me en contró inclinado sobre las hojas que sin advertirlo se amontonaban sobre las llenas tomadas de libros y registros.» Confiesa el sacristán al final de «Lo que he visto y vivido», primera y larga primera parte que constituye la casi totalidad de la crónica de un pueblo sin nombre y sin historia.El padre Kuznia, don Michele Ribari, el padre Stipe, don Ferdinando, don Angelo Berton, don Nino y don Miro Ivákovich son los siete últimos curas de la perdida parroquia istriana que Martín Crusich hereda de su padre en calidad de sacristán. A través de ellos, de la descripción de su forma de vivir, de sus acciones, el viejo sacristán hilvana los pequeños sucesos cotidianos que constituyen la vida del pueblo y la forma en que sobre él inciden los grandes acontecimientos. Los enfrentamientos entre croatas, eslavos e italianos, las dos guerras mundiales, el sucesivo predominio del croata y del italiano, el paso del pueblo a uno u otro lado de la frontera según tratados ajenos a él, la transformación de una aldea agrícola en zona industrial.
Fulvio Tomizza
A mejor vida.Ediciones Alfaguara. Madrid, 1978.
Con un estilo seco y sereno de una gran belleza, el sacristán, sin alcanzar la forma de diario a que llega en la última y mínima parte, « Lo que he notado en los últimos años», narra cómo, durante el presente siglo, la historia pasa sobre la región fronteriza y permanece su gente. Sin énfasis, con sinceridad, entremezclando los hechos que le afectan más directamente. con los que conciernen de lleno a la comunidad, el sacristán Martin Crusich, convertido en un complejo intermediario entre el cura y el pueblo, despliega una particular concepción irónica de la vida en su narración, tal como prueba el título. «Pasó a mejor vida», la fórmula que se repite en los libros parroquiales, que hace comprender al sacristán las duras condiciones en que vive su pueblo y la imposibilidad de que exista una vida peor que aquélla, y que le lleva a concluir su relato, en el momento en que siente cercana la muerte, con la frase: «Hay algo que no sabía: que el mundo muere a cada muerte de un hombre. »
Más que un escritor triestino, narrador de una particular burguesía mercantilista, como pueden serlo Italo Svevo o Pier Antonio Quarantotti Bambini, Fulvio Tornizza es un escritor istriano, conocedor de la problemática de las pequeñas comunidades de frontera a través de la historia de su propia familia. Porque Tomizza nace en 1935 en un pequeño pueblo istriano del interior, en el que también habían nacido sus padres y sus abuelos. Su primera novela, Materada (1960), se desarrolla en es ta primitiva comunidad y supone una primera aproximación a su problemática. Instalado en Trieste, después de cinco novelas más y multitud de viajes, un día Fulvio Tomizza vuelve a su pueblo natal y comprueba asombrado que todo permanece igual. Sus recuerdos infantiles, las historias de su familia vuelven a él y decide tomarlos como tema de su siguiente obra. La consulta de los libros parroquiales, la lectura de las diferentes anotaciones que han hecho los sucesivos curas a lo largo de los años, le permite reconstruir la historia del pueblo, esbozar la personalidad de cada uno de los párrocos acorde con los tiempos que le tocaron vivir. No tarda en concebir la personalidad del sacristán eje de su novela y, como él , ponerse a escribir los pequeños sucesos diarios que constituyen la vida de una comunidad pequeña. El resultado es A mejor vida, una excelente novela, que le ha consagrado en Italia como gran escritor, que ha ganado el codiciado premio Strega 1977 y de la que ha vendido 350.000 ejemplares. Ahora se presenta al lector castellano en una espléndida traducción de Esther Benítez, que sería de desear que alcanzase el éxito que merece, y que abriese las puertas tanto al resto de la obra de Tomizza como al de la literatura italiana en general.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.