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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Terminaciones del castellano

He quedado altamente sorprendida, por la carta firmada por Pablo López Serrano en EL PAIS del día 31 de diciembre sobre el uso del género femenino en actividades que ha venido desempeñando el hombre.Dejo a los grupos feministas la necesaria reivindicación, y espero que así lo hagan, puesto que implícitamente el móvil del escrito rezuma el extraño dolor que le ocasionan las féminas que usurpan puestos propios del varón. Yo lo haré en apoyo a la gramática que, en su propia defensa, esgrime el firmante.

El escándalo viene ocasionado por la lectura de «ministra», «presidenta», «diputada».... considerados «verdaderos disparates idiomáticos», y que de seguir así «no hacemos otra cosa que destrozar el idioma». Para ello apunta la misma solución que para los nombres de género común: «la ministro», «la presidente»

La gramática de la RAE, en su última edición de 1974, señala para la formación del femenino, aparte otros casos, la sustitución de la terminación -e del nombre masculino por -a y, entre otros ejemplos, figura presidente -presidenta; la sustitución de la terminación -o del nombre masculino por a:

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abogado-a, catedrático-a, empresario-a, ministro-a, etcétera, y concluye diciendo que esta moción ha alcanzado extraordinario desarrollo en español.

Estos casos nada tienen que ver con «la amanta», «la agenta municipal», «Ia testiga», dielos que el autor del escrito sospecha que, de seguir así, por el mismo camino, se acabará leyendo en los periódicos. A éstos, la gramática los denomina comunes y la determinación del sexo la realizan los pronombres y artículos masculinos o femeninos que se unen atributivamente a dichos nombres o hacen referencia a ellos.

En el caso de ministra, femenino de ministro, Manuel Seco, en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua castellana (Madrid, 1970); ha observar que los periodistas no atreven a usarlo y aplican la forma masculina, «ministro», para designar a la mujer que está al frente de un ministerio, y que este fenómeno viene ocasionado porque en nuestros países aún no estamos habituados a que las mujeres ejerzan ese cargo. Concluye subrayando que «no hay ninguna razón para no dar oficialmente el nombre de ministra a la mujer que desempeña ese cargo. No decimos la maestro, ni la secretario, ni la escritor, ni la actor, ni la rey de Inglaterra. ¿Por qué no hemos de emplear la terminación femenina que el idioma exige?»

Así, pues, esté tranquilo el señor López Serrano, porque los usos del género femenino no han de destrozar el idioma, sino que le ayudarán eficazmente en su coherencia lingüística.

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